lunes, 30 de septiembre de 2013

“El más pequeño de ustedes es el más grande”

¡Amor y paz!

Termina hoy el relato que nos ha hecho Lucas sobre el ministerio de Jesús en Galilea. A partir de mañana se inicia su viaje a Jerusalén.

El sábado, cuando Jesús anunció a los suyos la muerte que le esperaba, "ellos no entendían este lenguaje". Hoy tenemos la prueba de esta cerrazón: están discutiendo quién es el más importante. No han captado el mensaje de Jesús, que su mesianismo pasa por la entrega de sí mismo y, por tanto, también sus seguidores deben tener esta misma actitud.

Jesús tuvo que mostrar su paciencia no sólo con los enemigos, sino también con sus seguidores. Iban madurando muy poco a poco.

Pero hay otro episodio: los celos que siente Juan de que haya otros que echan demonios en nombre de Jesús, sin ser "de los nuestros". Juan quiere desautorizar al exorcista "intruso". Jesús les tiene que corregir una vez más: "no se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro".

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,46-50.
Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: "El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande". Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros". Pero Jesús le dijo: "No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes". 
Comentario

¡Lo que nos gusta ser los más importantes, que todos hablen bien de nosotros, aparecer en la foto junto a los famosos!

Tampoco nosotros hemos entendido mucho de la enseñanza y del ejemplo de Jesús, en su actitud de Siervo: "no he venido a ser servido sino a servir". 

Tendría que repetirnos la lección del niño puesto en medio de nosotros como "el más importante". El niño era, en la sociedad de su tiempo, el miembro más débil, indefenso y poco representativo. Pues a ése le pone Jesús como modelo.

También tenemos la tendencia que aquí muestra Juan, el discípulo preferido: los celos.

Nos creemos los únicos, los que tienen la exclusiva y el monopolio del bien. Algo parecido pasó en el AT (cf. Nm 11), cuando Josué, el fiel lugarteniente de Moisés, quiso castigar a los que "profetizaban" sin haber estado en la reunión constituyente, y Moisés, de corazón mucho más amplio, le tuvo que calmar, afirmando que ojalá todos profetizaran.

¿Tenemos un corazón abierto o mezquino? ¿sabemos alegrarnos o más bien reaccionamos con envidia cuando vemos que otros tienen algún éxito? No tenemos la exclusiva. Lo importante es que se haga el bien, que la evangelización vaya adelante: no que se hable de nosotros. No se trata de "quedar bien", sino de "hacer el bien". También "los otros", los que "no son de los nuestros", sea cual sea el nivel de esta distinción (clero y laicos, religiosos y casados, mayores y jóvenes, católicos y otros cristianos, practicantes y alejados), nos pueden dar lecciones. Y en todo caso "el que no está contra nosotros, está a favor nuestro", sobre todo si expulsan demonios en nombre de Jesús.

Si seguimos buscando los primeros lugares y sintiendo celos de los demás en nuestro trabajo por el Reino, todavía tenemos mucho que aprender de Jesús y madurar en su seguimiento.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 116-119

domingo, 29 de septiembre de 2013

No se convencerán aunque un muerto resucite…

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario en este XXVI Domingo del Tiempo  ordinario

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 16,19-31. 
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan'. 'Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí'. El rico contestó: 'Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento'. Abraham respondió: 'Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen'. 'No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán'. Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'". 
Comentario

Hace algún tiempo el periódico El Tiempo traía una noticia que debió crear malestar entre los ricos de nuestro país: “En E.U. piden a colombianos pagar más para la guerra”. Un poco más abajo decía: “Se muestran preocupados [los congresistas norteamericanos que debaten ayuda para Colombia] ante la posibilidad de estar ‘subsidiando’ a la élite colombiana, que, según las cifras, paga pocos impuestos en comparación con el resto del mundo”. Es triste que sólo se les ocurra que hay que pagar más impuestos para financiar la guerra y no se les ocurra que hay que pagar más para financiar el desarrollo humano sostenible de toda la población, de modo que se le quite el piso a la guerra en la que está sumido este pobre país. Es triste, es verdad, pero nos hacen caer en la cuenta de una realidad que puede estar a la base de todo el problema social que vivimos.

Según el artículo, “Colombia es el tercer país menos equitativo de América Latina, que es la región más inequitativa del mundo. El 10 por ciento de los colombianos más ricos gana 80,27 veces más que el 10 por ciento de los más pobres. En E.U. ese mismo 10 por ciento gana solo 15,9 veces más que el 10 por ciento de los pobres (...) Si se mira la situación desde la perspectiva de la tenencia de la tierra, la inequidad es aún mayor: el 0,4 por ciento de los colombianos, de acuerdo con un estudio del Gobierno, es dueño del 61,2 por ciento de la tierra para fines agrícolas”. No hay que olvidar que estas cifras tienen su origen en un informe del Centro para la Política Internacional (CIP), reconocido grupo de análisis social, publicado en el periódico con mayor circulación en Colombia, al que no se puede acusar, propiamente hablando, de favorecer a la subversión...

Pocos días después, un buen amigo vio cómo la policía, por petición de los vecinos del sector donde vive actualmente, se llevaba a una vendedora ambulante, que sólo trabaja para vivir y sostener a su familia. Ante el atropello que se estaba cometiendo, mi amigo se acercó y le dijo a los policías: “Trátenla como una persona humana”. Uno de los vecinos, que habían denunciado a la vendedora, respondió: “¡No nos venga ahora con discursos sociales!”. Pero mi buen amigo, encarando al hombre, dijo: “¡No estoy hablando de discursos sociales, sino del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo!”

Eso mismo deberíamos repetir hoy después de haber ofrecido los datos de la repartición de las riquezas en nuestro país, y de la necesidad de crear condiciones de mayor igualdad entre los colombianos: ¡Estamos hablando del Evangelio! La parábola que nos cuenta hoy el Señor parece sacada de nuestra propia realidad: “Había un hombre rico que se vestía con ropa fina y elegante y que todos los días ofrecía espléndidos banquetes. Había también un pobre llamado Lázaro, que estaba lleno de llagas y se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este hombre quería llenarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas”. La historia muestra el destino definitivo del pobre después de su muerte, que es llevado al seno de Abraham, y el destino del rico del que solo dice que “fue enterrado” y llevado un lugar de tormento.

El diálogo entre el rico y Abraham es muy interesante. El rico quiere que Abraham advierta a sus hermanos, por algún medio, para que al morir no vayan al mismo lugar a donde él ha sido llevado. Pero Abraham le recuerda que para eso tienen a Moisés y a todos los profetas. Solo tienen que hacerles caso. Por fin, el rico termina diciendo: “Padre Abraham, eso no basta; pero si un muerto resucita y se les aparece, ellos se convertirán. Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite”. Resucitó el Señor, y tampoco le hemos hecho caso. Incluso, al que predica estas cosas lo acusan de estar echando ‘discursos sociales’, cuando lo que está en juego es el anuncio del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Los congresistas norteamericanos encontraron el origen de nuestras desgracias, pero están equivocados en la solución, cuando creen en la guerra y no en la vida digna para todos.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 28 de septiembre de 2013

El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres

¡Amor y paz!

Ahora es Jesús el que responde acerca de quién es Él y cuál es su misión: “El Hijo del hombre” evoca una imagen de "transcendencia"... un Mesías que participa de la grandeza de Dios...

- El Servidor, evoca una imagen de pobreza, de indigencia total... un Mesías sin poder alguno.

-El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XXV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,43b-45. 
Todos estaban maravillados de la grandeza de Dios. Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: "Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres". Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían , y temían interrogar a Jesús acerca de esto. 
Comentario

- Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos…

San Lucas, según el plan de su evangelio, termina así la actividad de Jesús en Galilea.

Pronto Jesús "emprenderá resueltamente el camino hacia Jerusalén". Las primeras actuaciones de Jesús significaron un cierto éxito. Ahora bien, Jesús mismo temió que sus discípulos preferidos se dejaran arrastrar por ese entusiasmo ficticio de la gente. Jesús no se deja aturdir por la admiración general de la que es objeto; considera humildemente el sencillo papel que su Padre le ha encomendado representar.

Mesías-pobre, Mesías-humillado, Jesús los prepara a no desconcertarse por el sacerdocio que Él ha elegido: un sacerdocio sacrificial en que Él será la víctima.

-"El Hijo del hombre"...

Al utilizar ese título, Jesús no abdica en absoluto de su grandeza. Esa expresión alude directamente a un célebre pasaje del profeta Daniel.

"Yo contemplaba en las visiones de la noche.Y he aquí que en las nubes del cielo venía, Como un Hijo de hombre.
Se dirigió hacia el Anciano (Dios) y fue llevado a su presencia.
A él se le confirió el Imperio, el Honor y la Realeza.
Y todos los pueblos, naciones y lenguas le servirán.
Su Imperio es un Imperio eterno que nunca pasará.
Y su Reino no será destruido jamás" (Daniel 7, 13-14).

-"... Lo van a entregar en manos de los hombres".

Con esa expresión, Jesús aludía directamente a un célebre pasaje del profeta Isaías:

"No tenía belleza ni esplendor, despreciable y desecho de la humanidad.
Era despreciado y no se le tenía en cuenta.
Fue oprimido y Él se humilló.
Y no abría la boca, como un cordero conducido al degüello.
Fue herido de muerte". (Isaías 53, 2-12).

-Pero ellos no entendían ese lenguaje; les resultaba tan oscuro que no captaban el sentido.

Los Doce no entendían nada en todo esto.

Jesús superpuso dos concepciones del Mesías, opuestas aparentemente:
En san Lucas, éste es pues el segundo anuncio de la Pasión; y lo sitúa justo en el momento que "la gente estaba admirada". Ocasión esta de profundizar en la conciencia íntima de Jesús: el sacrificio de su vida, que termina su "viaje aquí abajo", y que relatan los cuatro evangelistas, ¡no es simplemente un episodio, el último... es el centro! Jesús pensaba en ello desde mucho tiempo. 

Se preparó detenidamente. Y trató, en vano, de preparar a sus apóstoles.

Se comprende que la Eucaristía, que es el "signo actual" que nos ha sido dado, tenga una tal importancia en la vida de la Iglesia: es en verdad el "memorial" de lo más señalado en la vida de Jesús.

-Y tenían miedo de preguntarle sobre el asunto.

Efectivamente, los apóstoles no quieren abordar ese asunto con Él, porque interiormente rehúsan la muerte de Jesús. No comprendieron que era su mayor acto de amor.

Pero, ¿y nosotros? ¿Hemos comprendido todo lo que la Misa representa?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 198 s.

viernes, 27 de septiembre de 2013

‘¿Ustedes quién dicen que soy yo?', nos pregunta Jesús

¡Amor y paz!

Ayer el interesado por saber quién era Jesús fue Herodes. Hoy la pregunta se la hace Jesús mismo a los suyos.

Primero, "¿quién dice la gente que soy yo?". La respuesta es la misma de ayer: Elías, o Juan, o un profeta. Pero en seguida Jesús les interpela directamente: "y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". La respuesta viene, cómo no, de labios de Pedro, el más decidido del grupo: "El Mesías de Dios".

Mesías es palabra hebrea. En griego se dice Christós. En castellano, Ungido. Jesús es el Ungido de Dios, o sea, aquél sobre quien Dios ha enviado su Espíritu, ungiéndole con su fuerza, para que lleve a cabo una misión.

El breve diálogo termina con el anuncio de su muerte y resurrección, aunque aquí Lucas no nos diga qué clase de reacción hubo en los apóstoles ante este anuncio tan inesperado.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XXV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,18-22.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". 
Comentario

Esta vez Jesús se da a sí mismo el nombre de "Hijo del Hombre", que viene de aquella visión de Daniel. Este profeta, delante del Anciano sentado en el trono, rodeado por miríadas y miríadas de ángeles, vio venir "entre las nubes del cielo como un Hijo de Hombre" (Dn 7, l 3), uno con apariencia de hombre, pero que claramente supera esta condición, porque Dios le da todo poder e imperio para siempre.

La pregunta se nos repite periódicamente a nosotros, y no es superflua: ¿quién es Jesús para nosotros? Claro que "sabemos" ya quién es Jesús. No sólo creemos en él como el Hijo de Dios y Salvador de la humanidad, sino que le queremos seguir con fidelidad en la vida de cada día.

Pero tenemos que refrescar con frecuencia esta convicción, pensando si de veras nuestra vida está orientada hacia él, si le aceptamos, no sólo en lo que tiene de maestro y médico milagroso, sino también como el Mesías que va a la cruz, que es lo que él añade a la confesión de Pedro. Esto último es lo que más les costaba a los apóstoles aceptar en su seguimiento de Jesús, porque el mesianismo que ellos tenían en la cabeza era más bien triunfalista y sociopolítico.

¿Quién es Jesús para mi ahora, en esta etapa concreta de la vida que estoy viviendo?

Porque puede haber una evolución -muchas voces saludable- en mi comprensión de la figura de Jesús. A no ser que me haya hecho una imagen a mi medida, con selección de aspectos del evangelio, en vez del Jesús auténtico, con la cruz incluida. Por ejemplo, el Jesús con quien comulgamos en cada Eucaristía es el "Cuerpo entregado por...": y debemos ir asimilando a lo largo de la jornada esa misma actitud de entrega nuestra por los demás.

La pregunta puede completarse en dirección a nuestro apostolado con los demás: en la catequesis, en la predicación, en la reflexión teológica, ¿a qué Jesús anuncio yo? ¿al Jesús del evangelio, o al que nos "gusta" porque lo presentamos más cómodo y según la tendencia ideológica de turno? La Buena Noticia no nos la inventamos. Nos viene de Cristo, consoladora y exigente al mismo tiempo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 107-111

jueves, 26 de septiembre de 2013

Sólo con fe y sencillez de corazón se entenderá quién es Jesús

¡Amor y paz!

La fama de Jesús se extiende y llega a oídos de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea, el asesino de Juan el Bautista.

Este Herodes era hijo de Herodes el Grande, el de los inocentes de Belén. Su actitud parece muy superficial, de mera curiosidad. Está perplejo, porque ha oído que algunos consideran que Jesús es Juan resucitado, al que él había mandado decapitar.

Este Herodes es el que más tarde dice Lucas que amenaza con deshacerse de Jesús y recibe de éste una dura respuesta: "id y decid a ese zorro..." (Lc l 3,3132). En la pasión, Jesús, que había contestado a Pilato, no quiso, por el contrario, decir ni una palabra en presencia de Herodes, que seguía deseando verle, por las cosas que oía de él "y esperaba presenciar alguna señal o milagro" (Lc 23,8-12).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XXV semana del tiempo ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,7-9.
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: "Es Juan, que ha  resucitado". Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado". Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo. 
Comentario

Ante Jesús siempre ha habido reacciones diversas, más o menos superficiales.
Entonces unos creían que era Elías, que ya se había anunciado que volvería (Jesús afirmó claramente que este anuncio de Malaquías 3,23 se había cumplido con la venida del Bautista, su Precursor). Otros, que había resucitado Juan o alguno de los antiguos profetas. Por parte de Herodes, el interés se debe a su deseo por presenciar algo espectacular. Otros reaccionaron totalmente en contra, con decidida voluntad de eliminarlo.

En el mundo de hoy, por parte de algunos, también hay curiosidad y poco más. Si lo vieran por la calle, le pedirían un autógrafo, pero no se interesarían por su mensaje. Otros buscan lo maravilloso y milagrero, cosa que no gustaba nada a Jesús: "esta generación malvada pide señales". Para otros, Jesús ni existe. Otros le consideran un "superstar", o un gran hombre, o un admirable maestro. Otros se oponen radicalmente a su mensaje, como pasó entonces y ha seguido sucediendo durante dos mil años. Abunda la literatura sobre Jesús, que siempre ha sido una figura apasionante. Una literatura que en muchos casos es morbosa y comercial.

Sólo los que se acercan a él con fe y sencillez de corazón logran entender poco a poco su identidad como enviado de Dios y su misión salvadora. Nosotros somos de éstos. Pero ¿ayudamos también a otros a enterarse de toda la riqueza de Jesús? Son muchas las personas, jóvenes y mayores, que también en nuestra generación "desean ver a Jesús", aunque a veces no se den cuenta a quién están buscando en verdad. Nosotros deberíamos dar testimonio, con nuestra vida y nuestra palabra oportuna, de que Jesús es la respuesta plena de Dios a todas nuestras búsquedas.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 103-107

miércoles, 25 de septiembre de 2013

«Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga?»

¡Amor y paz!

En el siglo XVI, el mismo de la Reforma Protestante, del Concilio de Trento  y de San Felipe Neri, San  Francisco Javier se dedica a cumplir la misión que Jesús les confía a los Doce, según nos relata el Evangelio hoy.

Como le ocurrió ayer a  Francisco Javier, le dan a uno ganas hoy de recorrer tantos sitios donde no conocen a Cristo, o donde si lo conocen lo tergiversan o no se comprometen con Él. Leamos el Evangelio y luego el comentario del santo y pensemos dónde será que el Señor nos requiere para cumplir nuestra misión, en este siglo XXI…

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Lucas 9,1-6.
Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: "No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes. 
Comentario

Desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún este sacramento… Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar, hasta que les enseñaba alguna oración; entonces comencé a darme cuenta de que de ellos es el reino de los cielos (Mc 10,14). Por tanto, como no podía cristianamente negarme a tan piadosos deseos, comenzando por la profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, les enseñaba el Símbolo de los apóstoles y las oraciones del Padrenuestro y el Avemaría. Advertí en ellos gran disposición, de tal manera que, si hubiera quien los instruyese en la doctrina cristiana, sin duda llegarían a ser unos excelentes cristianos.

    Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: «¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!»

   ¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando de lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al arbitrio de Dios, diciendo de corazón: «Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? (Hch 9,10; 22,10) Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta la India.»

San Francisco Javier (1506-1552),  jesuita, misionero
Cartas 4 y 5 a San Ignacio de Loyola (trad. cfr breviaro 03/12)
©Evangelizo.org 2001-2013

martes, 24 de septiembre de 2013

¿Quién mejor que la Virgen María ha practicado la Palabra de Dios?

¡Amor y paz!

Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy, más que constituir un desprecio hacia su Madre, se convierten en un descubrir la grandeza de María ante Dios, especialmente por su amor fiel.

¿Y quién mejor para destacar la gran valía de nuestra Madre del cielo que otra gran mujer? Santa Teresa del Niño Jesús, estando muy cercana su muerte, se encargará de ello.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 8,19-21.
Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte".Pero él les respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".
Comentario

    ¡Cuánto me hubiera gustado ser sacerdote para predicar sobre la Santísima Virgen! Un solo sermón me habría bastado para decir todo lo que pienso al respecto. 

   Ante todo, hubiera hecho ver qué poco se conoce su vida. No habría que decir de ella cosas inverosímiles o que no sabemos; por ejemplo que de muy pequeñita, a los tres años, la Santísima Virgen fue al templo para ofrecerse a Dios con ardientes sentimientos de amor, totalmente extraordinarios, cuando tal vez fue allá sencillamente por obedecer a sus padres... Para que un sermón sobre la Virgen me guste y me aproveche, tiene que hacerme ver su vida real, no su vida supuesta; y estoy segura de que su vida real fue extremadamente sencilla. Nos la presentan inaccesible, habría que presentarla imitable, hacer resaltar sus virtudes, decir que ella vivía de fe igual que nosotros, probarlo por el Evangelio, donde leemos. «No comprendieron lo que quería decir». Y esta otra frase, no menos misteriosa: «Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño». Esta admiración supone una cierta extrañeza, ¿no te parece, Madrecita? 

  Sabemos muy bien que la Santísima Virgen es la Reina del cielo y de la tierra, pero es más madre que reina; y no se debe decir que a causa de sus prerrogativas eclipsa la gloria de todos los santos como el sol al amanecer hace que desaparezcan las estrellas. ¡Dios mío, qué cosa más extraña! ¡Una madre que hace desaparecer la gloria de sus hijos...! Yo pienso todo lo contrario, yo creo que ella aumentará con mucho el esplendor de los elegidos. Está bien hablar de sus privilegios, pero no hay que quedarse ahí... ¡Y quién sabe si en ese caso algún alma no llegará incluso a sentir cierto distanciamiento de una criatura tan superior y a decir: «Si eso es así, mejor irse a brillar como se pueda en un rincón».

     Lo que la Santísima Virgen tiene sobre nosotros es que ella no podía pecar y que estaba exenta del pecado original. Pero por otra parte, tuvo menos suerte que nosotros, porque ella no tuvo una Santísima Virgen a quien amar, y eso es una dulzura más para nosotros y una dulzura menos para ella. 

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia. Últimas Conversaciones, 21•08•1897
©Evangelizo.org 2001-2013

lunes, 23 de septiembre de 2013

Jesús quiere que seamos luz que ilumine a los demás

¡Amor y paz!

Debido a que celebramos la fiesta de San Mateo apóstol y evangelista, el sábado pasado no leímos la parábola de la semilla, la Palabra de Dios, que debería dar el ciento por uno de fruto si la escuchamos "con un corazón noble y generoso" y la guardamos.  

Las breves enseñanzas de hoy son continuación de aquélla. Jesús quiere que seamos luz que ilumine a los demás: un candil no se enciende para esconderlo. No tiene que quedar oculto lo que la Palabra nos ha dicho: debe hacerse público. Si actuamos así, será verdad lo de que "al que tiene, se le dará", porque la Palabra multiplica sus frutos en nosotros. Y al revés, al que no le haga caso, "se le quitará hasta lo que cree tener" y quedará estéril.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XXV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 8,16-18.
No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado. Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener".
Comentario

Uno de los frutos mejores de la Palabra de Dios que escuchamos -por ejemplo en nuestra Eucaristía- es que se convierta en luz dentro de nosotros y también en luz hacia fuera.

Para eso la escuchamos: para que, evangelizados nosotros mismos, evangelicemos a los demás, o sea, anunciemos la Buena Noticia de la verdad y del amor de Dios. Lo que recibimos es para edificación de los demás, no para guardárnoslo. Como la semilla no está pensada para que se quede enterrada, sino para que germine y dé fruto.

Tenemos una cierta tendencia a privatizar la fe, mientras que Jesús nos invita a dar testimonio ante los demás. ¡Qué efecto evangelizador tiene el que un político, o un deportista, o un artista conocido no tengan ningún reparo en confesar su fe cristiana o su adhesión a los valores más profundos!

¿Iluminamos a los que viven con nosotros? ¿les hacemos más fácil el camino? No hace falta escribir libros o emprender obras muy solemnes. ¡Cuánta luz difunde a su alrededor aquella madre sacrificada, aquel amigo que sabe animar y también decir una palabra orientadora, aquella muchacha que está cuidando de su padre enfermo, aquel anciano que muestra paciencia y ayuda con su interés y sus consejos a los más jóvenes, aquel voluntario que sacrifica sus vacaciones para ayudar a los más pobres! No encienden una hoguera espectacular. Pero sí un candil, que sirve de luz piloto y hace la vida más soportable a los demás.

El día de nuestro Bautismo -y lo repetimos en la Vigilia Pascual cada año se encendió para cada uno de nosotros una vela, tomando la luz del Cirio pascual símbolo de Cristo. Es un gesto que nos recuerda nuestro compromiso, como bautizados, de dar testimonio de esa luz ante las personas que viven con nosotros.

El Vaticano II llamó a la Iglesia Lumen Gentium, luz de las naciones. Lo deberíamos ser en realidad, comunicando la luz y la alegría y la fuerza que recibimos de Dios, de modo que no queden ocultas por nuestra pereza o nuestro miedo. Jesús, que se llamó a sí mismo Luz del mundo, también nos dijo a sus seguidores: vosotros sois la luz del mundo. Somos Iglesia misionera, que multiplica los dones recibidos comunicándolos a cuantos más mejor.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 92-96

domingo, 22 de septiembre de 2013

“El que se porta honradamente en lo poco...”

¡Amor y paz!

Muchos al leer el evangelio de hoy quedarán desconcertados tratando de interpretar el sentido de la felicitación que recibe el administrador injusto por la astucia con que había procedido, al conceder rebajas a sus acreedores, renunciando a su propia comisión. Pareciera que Jesús hace suya esta alabanza, pues lo pone como ejemplo para los hijos de la luz.

¿Qué diremos nosotros? ¿Es que puede presentarse como modelo a un sinvergüenza? ¿Jesús se pone de parte del injusto? Si queremos comprender la enseñanza del Señor, es necesario aclarar el sentido de la misma: el amo no aprueba la gestión de su administrador, al que despide precisamente por fraude, sino que alaba su previsión del futuro, queriendo ganarse amigos para los tiempos malos que se le avecinan. Por tanto el administrador infiel es alabado por astuto, no por injusto, es así que los hijos de la luz deben imitar la agudeza, astucia y previsión que en sus negocios ponen los hijos de este mundo: no es la falta de honradez y la corrupción lo que se pone de modelo, sino la sagacidad (C. E. de Liturgia. Perú).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este XXV Domingo del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 16,1-13.
Decía también a los discípulos: "Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.  Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'. El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'. Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'. 'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'. Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'. Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz. Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al dinero". 
Comentario

Cuando Juan recibió su sueldo, en dinero efectivo, como siempre lo hacía el primer día de cada mes, contó cuidadosamente los billetes, uno a uno, agudizando sus ojos y untando el dedo con saliva para despegar con fuerza los billetes. Se sorprendió al percatarse que le habían dado 50.000 pesos más de lo que correspondía. Miró al contador de reojo para asegurarse que no lo había notado, rápidamente firmó el recibo, se guardó el dinero dentro del bolsillo y salió del sitio con la mayor rapidez y discreción posibles, aguantándose, con esfuerzo, las ganas de saltar de la dicha. Todo quedó así. 

El primer día del mes siguiente hizo la fila y extendió la mano para recibir el pago. La rutina se repitió y al contar los billetes, notó que faltaban 50.000 pesos. Alzó la cabeza y clavó su mirada en el cajero, y muy serio le dijo: –Señor, disculpe, pero faltan 50.000 pesos. El cajero respondió: – ¿Recuerda que el mes pasado le dimos 50.000 pesos más y usted no dijo nada? –Sí, claro –contestó Juan con seguridad–, es que uno perdona un error, pero dos ya son demasiados.

Esta escena, poco común, me vino a la memoria al leer el texto evangélico que hoy nos ofrece la liturgia: “Y es que cuando se trata de sus propios negocios, los que pertenecen al mundo son más listos que los que pertenecen a la luz”. Esta es la conclusión a la que llega el Señor después de haber contado la historia del mayordomo que estaba malgastando los bienes de su señor. Y más adelante dirá: “El que se porta honradamente en lo poco, también se porta honradamente en lo mucho; y el que no tiene honradez en lo poco, tampoco la tiene en lo mucho”. La honradez es una virtud que apreciamos mucho en los demás, pero no siempre sabemos poner en práctica en nuestras propias vidas. Nos damos perfectamente cuenta cuando los demás no se portan como deberían, pero no somos capaces de reconocer nuestras propias inconsistencias. Ya decía el Señor, que tenemos una capacidad infinita de reconocer la pelusa que tiene nuestro vecino en su ojo, pero no somos capaces de ver la viga que tenemos en el nuestro (Cfr. Mateo 7, 3-5 y Lucas 6, 41-42). Así somos, aunque nos cueste reconocerlo.

Pero allí no queda la cosa. Lo que el Señor quería enseñarnos con esta historia, era que tenemos que utilizar adecuadamente los bienes de este mundo, para alcanzar una vida plena: “De manera que, si con las riquezas de este mundo pecador ustedes no se portan honradamente, ¿quién les confiará las verdaderas riquezas? Y si no se portan honradamente con lo ajeno, ¿quién les dará lo que les pertenece?” En este sentido, no debemos olvidar que los bienes de este mundo son solamente un medio para alcanzar la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, de la que habla san Ignacio en una de las meditaciones más conocidas de los Ejercicios Espirituales (Cfr. EE 139).

“Ningún sirviente puede servir a dos amos; porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas”, dirá el Señor más adelante. Valdría la pena que nos preguntáramos si tenemos nuestro corazón dividido entre el servicio de Dios y el servicio que prestamos a los bienes. Si nos servimos de las riquezas para ir construyendo esa vida verdadera a la que Dios nos llama, o si somos como el hombre de la historia, que calla o reclama, de acuerdo a lo que más le conviene...

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 21 de septiembre de 2013

Jesús le dijo ayer a Mateo lo que le dice hoy a usted: ‘Sígueme’

¡Amor y paz!

Los invito, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado en que la Iglesia celebra la fiesta de San Mateo, apóstol y evangelista.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 9,9-13.
Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?". Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". 
Comentario

El encuentro de Jesús con Mateo, el publicano, fue piedra de escándalo para los escribas y fariseos que andaban ya espiando los pasos de Jesús para indisponerle con el pueblo. El territorio de Cafarnaúm era paso obligado para los traficantes de Mesopotamia y de las ricas regiones de Tiro y Sidón con Palestina y con Egipto. Por esa razón eran varios los pequeños publicanos o recaudadores de impuestos y contribuciones que tenían arrendada a los grandes recaudadores del Imperio la exacción de tributos en determinados puestos de la región. Estos publicanos o alcabaleros tenían entre sí cierta organización. San Lucas nos habla de Zaqueo, jefe de publicanos (19, 2). 

Como pasa en todas partes, eran mal vistos del pueblo; pero de modo especial de los puritanos escribas y fariseos, porque consideraban humillante para el pueblo de Israel pagar tributos al Imperio romano y también porque los publicanos se veían obligados a tratar con paganos y gente extraña a Israel, incurriendo con ello en impureza legal. De ahí que era corriente juntar en expresión estereotipada a publicanos con meretrices, pecadores y gentiles (Mt. 18, 17; 21, 31-2; Lc. 18, 10; Mc. 2, 15, etc.).

 Dado este descrédito popular, los evangelistas Marcos y Lucas, al narrar el llamamiento de Jesús a Mateo, le dan su segundo nombre de Leví al publicano, sin identificarle expresamente con Mateo, con cuyo nombre figurará siempre en la lista de los doce apóstoles (Mt. 10, 3; Mc. 3, 18; Lc. 6, 15). Sólo el humilde San Mateo, para resaltar más la bondad y misericordia de Jesús, se identifica a sí mismo con Leví y se da el nombre de Mateo el publicano.

 Jesús rompe con aquellos prejuicios farisaicos y al pasar junto al puesto de recaudación de Leví-Mateo le invita a seguirle. Mateo, que sin duda había visto y oído predicar en varias ocasiones a Jesús, se decide a abandonar su puesto y a seguirle definitivamente, y gozoso, como hará en otra ocasión Zaqueo, le invita, junto con varios compañeros de recaudación, a comer a su casa. Desde entonces la casa de Mateo será la escogida por Jesús para descansar en Cafarnaúm de sus excursiones apostólicas en Galilea.

 Pocos meses después, de entre sus varios discípulos Jesús escoge los doce apóstoles, a quienes dedica sus mejores cuidados en prepararlos para encomendarles su Iglesia y la conversión del mundo. San Mateo, uno de los doce, permanecerá siempre al lado de Jesús durante los dos años aproximadamente que le restan de ministerio.

 Después de la resurrección y ascensión de Jesús, San Mateo permanece algún tiempo con los otros apóstoles en Palestina. Bajo la dirección de Pedro, Mateo con los demás apóstoles catequiza a los nuevos cristianos que por centenares y millares, recordando los milagros y las enseñanzas de Jesús, se presentan a pedir el bautismo y recibir orientación de nueva vida. Se agrupan entre sí formando el primer núcleo de la Iglesia alrededor de los apóstoles.

 La fortaleza y decisión de éstos después de la venida del Espíritu Santo se comunica a los nuevos discípulos, que si un día, bajo la influencia de los pontífices y de los fariseos, habían abandonado al Divino Maestro, ahora se le adhieren fielmente desafiando las iras de quienes le habían dado muerte, los cuales van quedando aislados y sin el apoyo del pueblo.

 La predicación de los apóstoles toma forma de catequesis como explicación de la doctrina y de los hechos de Jesucristo y el relato de su muerte y resurrección. No pocos son los que ponen por escrito aquella predicación (cf. Lc. 1, 1-2). Entre ellos San Mateo, testigo inmediato del ministerio de Jesucristo. Acostumbrado a redactar esquemáticamente los datos de su antigua aduana, expone en estilo breve los hechos que él mismo había presenciado y con mayor detenimiento recoge las parábolas y discursos del Señor, especialmente los de Galilea. Su libro es el primer evangelio, escrito en hebreo, o mejor dicho en arameo, la lengua popular que usó Jesucristo, traducido muy pronto al griego y probablemente ampliado, que es el que hoy poseemos, reconocido por la Iglesia como inspirado por el Espíritu Santo.

 Este evangelio, como los de San Marcos y San Lucas, con mayor o menor dependencia entre sí, contiene en realidad el resumen de la catequesis primitiva de San Pedro y demás apóstoles en Palestina. Su valor histórico y apologético es indestructible y definitivo.

 Las circunstancias en que San Mateo escribió su libro y el destino inmediato que le dio dejaron impresas en él algunas características que le distinguen de los demás evangelios. Mateo escribe en Palestina para los primeros cristianos convertidos del judaísmo, en contacto inmediato con los demás judíos que alimentaban su espíritu con la lectura de los libros de la antigua ley, con su historia y sus profecías, y tenían puesta su esperanza en el Mesías prometido a Abraham, a Moisés, a David, renovada la promesa a través de los siglos.

 Mas desde años atrás, los dirigentes del pueblo de Israel, saduceos, pontífices, fariseos, humillados por haber perdido la independencia de Israel y verse subyugados por el Imperio romano, olvidándose de la misión espiritual del futuro Mesías, se fingen un Mesías temporal, poderosísimo, que les libere del yugo romano y que establezca en Jerusalén el imperio universal dirigido por los israelitas: una nueva era perpetua de prosperidad y de riqueza y bienandanza terrenal. Sin excluir al Dios verdadero, que será reconocido y adorado por todas las naciones; pero será el Dios de Israel para honra y gloria de los israelitas.

 En estas circunstancias expone San Mateo la predicación de Jesús en Galilea y explica por qué rehuye proclamarse públicamente el Mesías enviado por Dios, y cómo a través de su predicación, de sus parábolas, va cambiando paulatinamente el falso concepto popular del Mesías, sustituyéndole por el verdadero, que aún conservaban personas escogidas, como Zacarías e Isabel, el anciano Simeón, Ana la profetisa y otras varias.

 Después de la ascensión de Jesús quedaba aún flotando en el ambiente palestinense la pregunta: ¿pero, al fin, era Jesús el verdadero Mesías prometido?

 Además de la dificultad de comprender la misión espiritual del Mesías, bastardeada por los escribas y fariseos, se les hacía también difícil juntar en una sola persona los rasgos que en diversas ocasiones y épocas atribuían los profetas al que había de ser enviado por el Señor. Unas veces se anunciaba que había de ser el mismo Dios creador y protector de Israel quien había de realizar la obra que otras veces se atribuye al prometido hijo de David. Por otra parte, Isaías lo presenta como redentor que con su pasión y muerte satisface por los pecados de la humanidad y establece un nuevo reino de Dios que rebasa las fronteras de Israel. Jesús en su predicación da por supuesto que en Él se realizan estas profecías y unas veces alude a un aspecto y otras a otro. En el último período de su ministerio ya habla abiertamente a los apóstoles y sólo a ellos de su pasión y muerte, añadiendo siempre que al tercer día había de resucitar. Los apóstoles, a pesar de su buena voluntad, quedan como desconcertados. Tienen fe en Jesús, confirmada con multitud de milagros y con la bondad y santidad del Maestro. Cuando les pregunta si también ellos quieren abandonarle, como los de Cafarnaúm, San Pedro rápidamente responde: "¿Y a quién iremos?: Tú tienes palabras de vida eterna". Sólo cuando captan la doctrina de la Encarnación del Hijo de Dios se hacen con la llave de estos misterios y aciertan a coordinar en la persona de Jesús los diversos aspectos de las profecías.

 Todo ello explica por qué San Mateo, a diferencia de los otros evangelistas, escribiendo en Palestina para los israelitas cristianos, pone especial empeño en hacer resaltar el carácter mesiánico de Jesús, anotando en multitud de pasajes de su vida, desde la genealogía y nacimiento virginal hasta su pasión y muerte, los lugares de los profetas en que ya lo anunciaban. Jesús es el verdadero Mesías prometido a los patriarcas y profetas. Los judíos no tienen ya por qué esperar otro Mesías salvador.

 Ante la ausencia de datos históricos en que pudiéramos basar la semblanza del apóstol y evangelista Mateo, parece que debiéramos recurrir a su libro para captar los rasgos de su personalidad: mas ni él ni los otros evangelistas hablan nunca de sí mismos ni transparentan sus sentimientos. Si alguna vez hacen una levísima alusión a su persona lo hacen de modo velado y anónimo. Su única preocupación, consiste en transmitirnos fielmente los hechos y la doctrina de Jesús. Esta "divina impasibilidad" nos impide hacer de San Mateo un análisis psicológico basado en su libro. Mas, si no sobre su persona, sí podemos entrever en qué aspecto de la predicación de Jesús se fijó San Mateo con preferencia a los otros evangelistas. El de San Mateo es el evangelio del reino de Dios, el evangelio de la Iglesia, que Jesucristo fundaba. En multitud de parábolas que recoge de labios de Jesús manifiesta las diversas facetas de este reino. No menos de cincuenta veces menciona el reino de Dios o reino de los cielos, expresión más acomodada al uso de los judíos.

 Este reino de Dios se inicia ya en este mundo; lo inaugura Jesús al infundir a sus discípulos un nuevo espíritu. Es el nuevo pueblo con nuevo espíritu que sustituye al pueblo de Israel. Es la buena nueva, el evangelio del reino, que será anunciado a todas las naciones, invitándolas a entrar en él. Israel como pueblo escogido ha terminado su misión. Los israelitas, antes que nadie, son invitados individualmente a formar parte del nuevo reino, que será universal.

 A este nuevo reino de Dios, de que hablan también los otros evangelistas, sólo San Mateo le da el nombre de Iglesia, constituida como cuerpo social, con sus autoridades (Mt. 18, 17), fundada sobre la roca que es Pedro, contra la cual nada podrán los poderes del infierno (Mt. 16, 18).

 Esta doctrina de Jesús recogida por San Mateo será explanada por San Pablo en sus epístolas. Pero no ha sido San Pablo el que inventó la eclesiología, como pretenden los protestantes liberales. Por San Mateo nos consta que fue Jesucristo quien fundó la Iglesia y enseñó explícitamente cuáles eran sus elementos constitutivos esenciales. En los Hechos de los Apóstoles nos describe San Lucas la puesta en marcha y primer desarrollo de este nuevo pueblo de Dios que es la Iglesia.

 De la vida apostólica de San Mateo tenemos muy pocos datos ciertos. De entre la variedad de tradiciones y leyendas, la Iglesia escoge en el breviario las que cuentan con mayor apoyo tradicional, preferidas también por los Bolandistas.

 Después de unos años de apostolado y catequesis en Palestina, San Mateo se trasladó a Etiopía de Egipto, donde confirmaba su predicación con multitud de milagros, entre los cuales sobresalió la resurrección de una hija de Egipo, rey de Etiopía. Movido el rey y su familia por este portento, abrazaron la religión cristiana, que se extendió rápidamente por todo el reino.

 Después de la muerte del rey, su sucesor Hirtaco pretendió casarse con Epigenia, hija de su predecesor en el reino. Mas, habiendo ésta consagrado a Dios su virginidad por consejo de San Mateo, airado Hirtaco al no conseguir que el apóstol la persuadiera a acceder a sus deseos, ordenó dar muerte a San Mateo mientras celebraba el santo sacrificio, uniendo así el apóstol el sacrificio de su vida al de Cristo crucificado.

 Las reliquias del santo apóstol fueron trasladadas a Salerno, donde se veneran con gran devoción.

Francisco Barbado Viejo, O. P.