¡Amor y paz!
La segunda parte de la instrucción a los discípulos
antes de comenzar la enseñanza a las multitudes tiene que ver con un asunto muy
debatido: la plata, el dinero, que tiene en cada uno de nuestros países un
nombre popular típico...
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este lunes de la 29ª- semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San
Lucas 12,13-21.
En aquel tiempo: Uno de la multitud le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?". Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas". Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'. Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'. Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".
Comentario
El dinero siempre es fuente de conflictos,
agresiones y opresión. Uno quita a otro sus derechos por apoderarse de un
capital. Los empleados públicos se corrompen dando y recibiendo sobornos. Los
candidatos a altos cargos del estado reciben dineros de dudosa procedencia.
Fondos destinados a obras sociales van siendo «serruchados» a su paso por las
diversas dependencias burocráticas de la administración del Estado y llegan a
su destino muy disminuidos, incluso a veces no legan.
En toda campaña electoral se aparecen dineros que
vienen de nadie sabe dónde... Malversación de fondos, tráfico de influencias,
especulación financiera, fuga de capitales, quiebras empresariales ficticias...
De este modo la sociedad se convierte en un mercado
donde se negocia con la honestidad, la justicia y el derecho. La ambición, al
acaparamiento y el enriquecimiento se tornan entonces, en la medida de toda
acción interhumana dando al traste con los grandes valores que deben sostener
la sociedad.
En medio de este imperio del dinero, Jesús clama
por una comunidad fraterna donde se respete el derecho y la dignidad de las
personas. Para llegar allá, es necesario cambiar nuestra actitud ante el
dinero. Es necesario dejarlo de considerar el bien supremo, el mayor valor. Es
necesario no creer que su poder es omnipotente y superior a la acción de Dios.
En pocas palabras, Jesús nos pide que pongamos a Dios y su reinado como supremo
valor de nuestra vida, y que le quitemos ese lugar al dinero. De esto depende
la salvación, pues, ¿qué saca el ser humano con atesorar bienes y capitales si
a cambio lo único que obtiene es explotación, marginación y la destrucción de
la naturaleza?
La comparación que Jesús propone para comprender la
ficción que en nuestras mentes crea la riqueza, nos debe ayudar a comprender
que el mayor bien humano es la vida en sí misma. Y que ésta no se alcanza
acumulando cosas, sino ganando espacios donde ella florezca en todo su
esplendor: una sociedad justa, un ser humano nuevo, una naturaleza respetada y
protegida.
Servicio Bíblico
Latinoamericano