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¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este martes en que
celebramos la fiesta de Santo Tomás, Apóstol.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: SAN
TOMÁS, APÓSTOL
Lectio:
Martes, 3 Julio, 2018
Juan 20,24-29 - Tempo Ordinario
1) ORACIÓN INICIAL
Padre de bondad, que por
la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la luz; concédenos vivir fuera
de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de la verdad.
Por nuestro Señor.
2) LECTURA
Del Evangelio según san
Juan 20,24-29
Tomás, uno de los Doce,
llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos
le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus
manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no
meto mi mano en su costado, no creeré.» Ocho días después, estaban otra vez sus
discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las
puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.» Luego dice a Tomás: «Acerca
aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas
incrédulo sino creyente.» Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» Dícele
Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han
creído.»
3) REFLEXIÓN
• Hoy, en la fiesta de
Santo Tomás, el evangelio nos presenta el encuentro de Jesús resucitado con el
apóstol Tomás, que quería ver para poder creer. Por esto muchos lo llaman
Tomás, el incrédulo. En realidad, el mensaje de este evangelio es bien
diferente. Es mucho más profundo y actual.
• Juan 20,24-25: La duda
de Tomás. Tomás, uno de los doce, no estaba presente cuando Jesús aparece a los
discípulos la semana anterior. Tomás no cree en el testimonio de los demás que
decían: “Hemos visto al Señor”. Pone condiciones: "«Si no veo en sus manos
la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto
mi mano en su costado, no creeré.”. Tomás es exigente. Quiere ver para creer.
No quiere un milagro para poder creer. ¡No! Quiere ver las señales en las
manos, en los pies y en el costado. No cree en un Jesús glorioso, desligado del
Jesús humano que sufre en la cruz. Cuando Juan escribe, al final del siglo
primero, había personas que no aceptaban la venida del Hijo de Dios en la carne
(2 Jn 7; 1Jn 4,2-3). Eran los gnósticos que despreciaban la materia y el
cuerpo. Y para criticar a los gnósticos, el evangelio de Juan habla de la
preocupación de Tomás que quiere “ver para creer”. La duda de Tomás deja
transparentar también lo difícil que era creer en la resurrección.
• Juan 20,26-27: No seas
incrédulo, sino creyente. El texto dice “seis días después”. Esto significa que
Tomás fue capaz de sostener su opinión durante una entera semana, contra el
testimonio de los otros apóstoles. ¡Vaya tozudez! ¡Gracias a Dios, para
nosotros! Y así, seis días después, durante la reunión de la comunidad, ellos
tuvieron de nuevo una profunda experiencia de la presencia de Jesús resucitado
en medio de ellos. Las puertas cerradas no pudieron impedir que El estuviera en
medio de los que creían en El. Hoy pasa lo mismo. Cuando estamos reunidos,
aunque tengamos las puertas cerradas, Jesús está en medio de nosotros. Y hasta
hoy, la primera palabra de Jesús, es y será siempre: “¡La Paz esté con
vosotros!" Lo que llama la atención es la bondad de Jesús. No critica, ni
juzga la incredulidad de Tomás, sino que acepta el reto y dice: “Tomás, ¡ven,
pon tu dedo en mis heridas!". Jesús confirma la convicción de Tomás y de
las comunidades, a saber: el resucitado glorioso es ¡el crucificado torturado!
El Jesús que está en la comunidad, no es un Jesús glorioso que no tiene nada en
común con nuestra vida de gente normal. Es el mismo Jesús que vivió en esta
tierra y que tiene en el cuerpo las señales de su pasión. Las señales de su
pasión están hoy en el sufrimiento de la gente, en el hambre, en las señales de
tortura, de injusticia. Y en las personas que reaccionan, que luchan por la
vida y no se dejan abatir, Jesús resucita y se hace presente en medio de
nosotros. Y ¡Tomás cree en este Cristo, y nosotros también!
• Juan 20,28-29: Felices
los que no vieron y creyeron. Con él decimos: "¡Señor mío y Dios
mío!" Esta entrega de Tomás es la actitud ideal de la fe. Y Jesús completa
con el mensaje final: "Has creído porque has visto. ¡Dichosos los que no
han visto y han creído ¡" Con esta frase, Jesús declara felices todos los
que estamos en esta condición: sin haber visto, creemos que el Jesús que está
en medio de nosotros, es el mismo Jesús que ¡murió crucificado!
El envío: "¡Como el
Padre me ha enviado, yo también os envío!" De este Jesús, crucificado y
resucitado, recibimos la misión, la misma que él recibió de su Padre (Jn
20,21). Aquí, en la segunda aparición, Jesús repite: "La paz sea con
vosotros.” Esta repetición acentúa la importancia de la Paz. Construir la paz
forma parte de la misión. Paz, significa mucho más que la ausencia de guerra.
Significa construir una convivencia humana armoniosa, en la que las personas
puedan ser ellas mismas, teniendo todas lo necesario para vivir, conviviendo
felices y en paz. Fue ésta la misión de Jesús, y es también nuestra misión.
Jesús sufrió y dijo:”Recibid al Espíritu Santo” (Jn 20,22). Solamente con la
ayuda del Espíritu de Jesús, seremos capaces de realizar la misión que Él nos
dio. Enseguida Jesús comunicó el poder de perdonar los pecados: "A quienes
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos.» El punto central de la misión de paz está en la
reconciliación, en el intento de superar las barreras que nos separan. Este
poder de reconciliar y de perdonar es dado a la comunidad (Jn 20,23; Mt 18,18).
En el evangelio de Mateo es dado también a Pedro (Mt 16,19). Aquí se percibe
que una comunidad sin perdón ni reconciliación no es una comunidad cristiana.
Dicho con una palabra, nuestra misión es crear comunidad a ejemplo de la
comunidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
4) PARA LA REFLEXIÓN
PERSONAL
• En la sociedad de hoy,
las divergencias y tensiones de raza, clase, religión, género y cultura son
enormes y crecen cada día. ¿Cómo realizar hoy la misión de reconciliación?
• En tu familia y en tu
comunidad, ¿hay algún grano de mostaza que apunta hacia una sociedad
reconciliadora?
5) ORACIÓN FINAL
¡Alabad al Señor, todas
las naciones,
ensalzadlo, pueblos todos!
Pues sólido es su amor hacia nosotros,
la lealtad del Señor dura para siempre. (Sal 117)
ensalzadlo, pueblos todos!
Pues sólido es su amor hacia nosotros,
la lealtad del Señor dura para siempre. (Sal 117)
Orden de los Carmelitas