¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, a la
manera de la lectio divina, hoy jueves de la XI Semana del Tiempo
Ordinario, cuando en Colombia celebramos la fiesta de Jesucristo Sumo y
Eterno Sacerdote. En los demás países esta celebración fue el 4 de junio pasado,
jueves después de Pentecostés.
Dios nos bendice...
Pistas para lectio divina
Lucas
22, 14-20: Jesús:
Sacerdote de la Nueva Alianza. “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre”
Al
celebrar hoy la fiesta de Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, la liturgia nos
remite de nuevo al tema eucarístico. Tenemos hoy una escena de importancia
capital dentro del relato de la Pasión y de la totalidad del Evangelio de
Lucas: la institución de la Eucaristía (22,14-20). De aquí se derivan luces
para la comprensión de este misterio de Jesús y su repercusión para nosotros,
más específicamente para el tema del “sacerdocio”.
Ya
habíamos visto el domingo pasado cómo la mesa es el escenario más frecuente y
más importante de la enseñanza de Jesús; aquí está también la genialidad del
relato de la última cena en Lucas: el alimento y la enseñanza se funden, el pan
y el vino adquieren una realidad y un nuevo significado a partir de las
palabras de Jesús.
En
el momento en el que la crisis de la pasión de Jesús está a punto de explotar
sobre la comunidad de los discípulos, Jesús ofrece una nutrición poderosa y
capaz de infundirle vigor.
Jesús
y sus discípulos están en la mesa. La celebración de la Pascua comienza: “Cuando
llegó la hora” (22,14). Dejando para más adelante los anuncios de
traición y de negación por parte de sus discípulos, el evangelista Lucas
concentra toda su atención en las palabras que Jesús pronuncia durante el
banquete pascual.
Distingamos
en el relato dos partes:
(1)
Lucas 22,15-18: que reflexiona decididamente sobre el ritual de la Pascua y es
la predicción final, profética, que Jesús hace de su propia muerte y resurrección.
(2)
Lucas 22,19-20: que le da al pan y al vino una nueva interpretación basada en
el significado de la muerte de Jesús y le ordena a la comunidad que repitan esa
cena en memoria de Jesús.
1.
El camino pascual completo: la conexión entre el tierra y el cielo, el presente
y el futuro en el sacerdocio de Jesús
Las
primeras palabras de Jesús focalizan todo en la “hora” esperada (22,14) a lo
largo de la subida a Jerusalén (9,51; 13,33), el Maestro es conciente de lo que
le espera: “Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de
sufrir” (22,14). Con el término “sufrir” alude no sólo al momento
definitivo de la muerte sino a la pasión entera con todos sus detalles: todos y
cada uno de los momentos del camino de la pasión tienen una fuerza redentora.
Sobre
esta pasión –sometimiento ante los poderes del mundo y ante la inevitable
muerte- Jesús predice ahora su victoria final. Este es el mensaje de las
palabras siguientes sobre la comida (el cordero condimentado con hierbas
aromáticas) y la bebida (el cáliz de vino): “…no la comeré más hasta que
halle su cumplimiento en el Reino de Dios” (22,16); “…no beberé
del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios” (22,18).
En
el trasfondo de estas palabras está la convicción de que la Pascua mira tanto
hacia el pasado –como acción de gracias- como hacia el futuro –como esperanza
de la liberación definitiva-. El pueblo de Israel ya entendía así su
celebración pascual, liberación de la esclavitud teniendo en vista la
adquisición de la tierra prometida, mediante un camino de esfuerzo en las
arenas purificadoras del desierto y en la búsqueda de un sentido de finalidad
común. Por eso la Pascua no era un gesto nostálgico del pasado sino un punto de
referencia para el futuro.
Los
dos aspectos están presentes en la Pasión de Jesús, comprendida como un “éxodo”
(ver el relato de la Transfiguración, 9,31). Cuando Jesús dice “no la
comeré más…” o “no lo beberé”, deja entender que su
muerte privará a todos aquellos que comparten la mesa de su “comer juntos”.
Pero gracias a la fidelidad de Dios, esta amistad dispensadora de vida será
retomada. Las esperanzas de Jesús con relación al éxodo se realizarán
completamente, por eso el “no más” de la muerte es temperado por el “hasta que”
de la esperanza: “Hasta que llegue el Reino de Dios” (22,18).
2.
La institución de la Eucaristía: el sacerdocio de la Nueva Alianza
En
el contexto de la misma cena pascual, de repente el interés se centra en el
momento solemne en que Jesús realiza el gesto eucarístico. Jesús les revela
ahora a los discípulos el significado interior de su muerte.
La
primera acción se realiza sobre el pan (con gestos rituales, Jesús toma un pan,
da gracias, lo parte y se lo da a los discípulos), a lo cual le agrega una
palabra explicativa del gesto: “Este es mi cuerpo que es entregado por
vosotros” (22,19ab). El mismo
Jesús, que con numerosos actos de misericordia había nutrido la gente a lo
largo de todo el Evangelio y que había distribuido pan y pescado a la multitud
hambrienta (las palabras de 22,19 nos remiten al episodio de 9,16), ahora
vuelve a dar alimento. Aquí cabe destacar que:
(1)
El alimento es el mismo Jesús: no un Jesús abstracto sino un Jesús que se “da”
a sí mismo por sus discípulos.
(2)
La frase “por vosotros” (que no está ni en Mateo ni en Marcos)
hacen explícito el significado de la fracción y la distribución del pan: la
muerte de Jesús no es únicamente el resultado de una violencia absurda sino una
muerte padecida por el bien de los otros. “Por vosotros”: Jesús
muere por los que ama, por sus discípulos, así se intensifica el vínculo
personal del discipulado.
La
segunda acción se realiza sobre el cáliz de vino, que también es distribuido a
los apóstoles; éste es presentado como: “Esta es la copa de la Nueva Alianza
en mi sangre, que es derramada por vosotros” (22,19). Se subraya por
segunda vez que la muerte de Jesús es por el bien de aquellos que Él ama.
Pero
todavía hay más. “Derramar la sangre” no es solamente una imagen del hecho de
la muerte de Jesús, sino también lo que ésta realiza: una “Nueva Alianza”. La imagen es bíblica:
(1)
En Éxodo 24, la Alianza entre Yahveh y el pueblo se realiza mediante un ritual
de sangre. Moisés coloca primero la sangre sobre el altar (simbolizando la vida
de Dios) y luego hace una aspersión de ésta sobre la comunidad (simbolizando el
destino de Israel) diciendo: “Esta es la sangre de la Alianza que Yahvé
ha hecho con vosotros” (24,8).
(2)
La referencia a una “Nueva Alianza” proviene del profeta Jeremías
(31,31-34). Este sustancioso pasaje tiene fuertes resonancias en la descripción
de la misión de Jesús hecha por Lucas. El mensaje de conversión y de perdón de
Jesús encarna la renovación predicha por Jeremías. Su muerte por el pueblo es
un signo indeleble de la Alianza de Dios con Israel e introduce el período
final y definitivo de la historia de la salvación.
(3)
Pero, como lo ha mostrado Lucas desde el comienzo de su obra, la Alianza de
Dios con Abraham es el fundamento de la esperanza de Israel. Jesús cumple la
promesa de los orígenes de la historia de la salvación. Así lo proclama el
“Benedictus”: “Recordando su santa Alianza y el juramento que juró a
Abraham nuestro padre…” (Lucas 1,72-75; ver también la predicación del
kerigma cristiano por parte de Pedro en Hechos 3,25-26).
3.
El sacerdocio eterno de Jesús en la comunidad y por mano de los apóstoles
Entre
el gesto sobre el pan y el de la copa, Jesús dice: “Haced esto en
recuerdo mío” (22,19c).
El
reflector finalmente se apunta sobre los discípulos. Ellos tienen la delicada función de hacer la
conexión entre la persona de Jesús (su ministerio entero, consumado en la
muerte) y todas las comunidades que irán siendo llamadas por Jesús a lo largo
del tiempo pascual, el tiempo de la misión de la Iglesia.
El
“Recordar” no era un simple quitarle el polvo a alguna escena del
pasado sino un “hacer presente” la presencia viva de Jesús con
todo lo que Él es e implica. Por lo tanto, en el tiempo de la Iglesia la
reflexión activa sobre las palabras y las acciones de Jesús es sostenida por la
presencia misma del Señor Resucitado –siempre presente en medio de la comunidad
por el poder del Espíritu Santo-, pero también gracias al ministerio de los
apóstoles quienes cumplen el mandato de “Haced esto en recuerdo mío”.
Se
recuerda “esto” (la Eucaristía), lo cual no se reduce a las
acciones litúrgicas. El acto central de la misión de Jesús, acto que revela el
significado de todas sus enseñanzas y acciones con el pueblo, la comunidad las
debe realizar “en recuerdo mío”.
Así la pasión de Jesús se convierte en modelo de vida de la comunidad
misma, éste es paradigma de todo discipulado auténtico.
El
sacerdocio de Jesús continúa presente en medio de la Iglesia: el don de su vida
por sus discípulos continúa vivo en aquellos que junto con Él son llamados a
hacer lo mismo. Esto se realiza en la liturgia, en una vida de dedicación
completa al servicio de los demás y, sobre todo, en la configuración de la
propia personal con Jesús Eucaristía. Como dice san Juan Eudes:
“El
Corazón de Jesús no es solamente el Templo, sino el altar del divino amor.
Él
es el soberano sacerdote que se ofrece continuamente con amor infinito.
Ofrezcámonos
con Él, que Él nos consuma enteramente
en
el fuego de amor de su corazón”.
Cultivemos
la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1.
¿Por qué en Jesús se inaugura un sacerdocio nuevo? ¿Qué lo caracteriza? ¿Qué
elementos sacerdotales encontramos en el relato leído hoy?
2.
El Sacerdocio ministerial en la Iglesia es expresión del único sacerdocio de
Jesús, ¿Cómo ejerce un sacerdote hoy su ministerio “en la persona de Jesús”?
¿En qué se le reconoce? ¿Qué se espera de Él?
3.
¿Qué he aprendido hoy del relato de la Institución de la Eucaristía? ¿Cómo un
discípulo de Jesús se hace “recuerdo” suyo?
Oración
para los Sacerdotes, con la mirada puesta en Aquél de quien proviene nuestro
sacerdocio:
“Te
adoro, oh Jesús, como Sumo Sacerdote. De continuo estás ejerciendo ese
ministerio, así en el cielo como en la tierra, sacrificándote a ti mismo por la
gloria de tu Padre y por amor nuestro. Bendito seas mil veces por el honor
infinito que das a tu Padre y por el extremado amor que nos testimonias en este
divino sacrificio. No te contentas con sacrificarte tantas veces por nosotros:
quieres, además, asociarnos a esta obra egregia al hacernos a todos partícipes
de tu cualidad de Sumo Sacerdote y al confiarnos el poder de sacrificarte
contigo y con tus santos sacerdotes a la gloria del Padre y por nuestra
salvación. Úneme, pues, a ti, pues te agrada que yo te ofrezca ahora contigo
este santo sacrificio. Haz que lo ofrezca también con tus disposiciones santas
y divinas”
(San Juan Eudes)
Autor:
Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente:
Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM