¡Amor y paz!
El Evangelio según San
Marcos nos relata hoy el episodio en que Jesús es tentado por Satanás en el
desierto. Sin embargo, este evangelista no nos describe un número preciso de
tentaciones y de victorias del Señor, porque entiende que es el comienzo de una
lucha que narrará a lo largo de todo su Evangelio. En efecto, la expulsión de los demonios, tan
frecuente en su relato, no es otra cosa que la constante demostración de que
Jesús es, frente a Satanás, "el más fuerte" (3. 27).
La Cuaresma que iniciamos
es la gran invitación a dejarnos conducir al desierto, seducidos por Dios, para
que nos pueda hablar amorosamente. Caminamos hacia la Pascua, para renovar
nuestra fe, para renovarnos a nosotros mismos y llevar nueva vida allí donde
cada uno actúa y vive. "Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de
Dios" nos urge Jesús en el Evangelio. Debemos saber aprovechar este tiempo
favorable y dar frutos de conversión. "Convertíos y creed", nos
reclama la predicación de Jesús. (Joan Enric Vives).
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 1er Domingo de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San
Marcos 1,12-15.
En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían. Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".
Comentario
San Ignacio de Loyola
describió la experiencia más profunda de Dios que tuvo en su vida con estas
palabras:
Una vez iba por su devoción a una iglesia, que estaba poco más de una milla de Manresa, que creo yo que se llama san Pablo, y el camino va junto al río; y yendo así en sus devociones, se sentó un poco con la cara hacia el río, el cual iba hondo. Y estando allí sentado se le empezaron abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas. Y no se puede declarar los particulares que entendió entonces, aunque fueron muchos, sino que recibió una grande claridad en el entendimiento; de manera que en todo el discurso de su vida, hasta pasados sesenta y dos años, reuniendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas ha sabido, aunque las junte todas en una, no le parece haber alcanzado tanto, como de aquella vez sola (Autobiografía 30).
El antiguo soldado
desgarrado y vano, que había buscado en los honores del mundo el sentido de su
vida, y que poco a poco había ido rompiendo con los moldes de una cultura que
determinaba su destino, se encontró en la soledad de su camino, con una
experiencia de Dios imposible de abarcar. Junto al río Cardoner que iba hondo,
este incurable caminante se sentó un poco con la cara hacia el río. No es que
haya visto nada especial, ni que se le haya aparecido la Virgen, como a algunos
arrieros de nuestras tierras, sino que todas las cosas le parecieron nuevas. Ni
siquiera él mismo es capaz de entrar en detalles, pero ciertamente este momento
cambió radicalmente su rumbo. Al final de sus días, después de sesenta y dos
años, podía asegurar que aún juntando todas las experiencias e iluminaciones de
su vida, nunca había recibido tanto como aquella sola vez.
Todos nosotros, en algún
momento de nuestra vida, después de haber buscado en vano por rincones y
recodos el sentido de nuestras existencias, nos hemos sentado un poco con la
cara vuelta hacia el río de la historia. Hemos dejado de buscar nuestro propio
camino, para dejar que aquel que es el Camino, nos buscara. Hemos dejado de
preguntar por nuestras inquietudes, para dejar que aquel que es la Verdad, nos
inquietara con sus preguntas. Hemos dejado de vivir para nosotros mismos, para
dejar que aquel que es la Vida, comenzara a comunicarnos una vida abundante que
teníamos que regalar a los demás.
Esto es, precisamente, lo
que vivió Jesús cuando se fue al desierto; detuvo un momento su camino y se
dejó tocar por las preguntas que le lanzaba Dios a través de la vida de su
pueblo. Fue en este contexto de silencio y soledad, donde fue descubriendo lo
que su Padre le pedía. Fue allí donde sintió las pruebas y las tentaciones de
volverse atrás. Fue allí donde encontró las fuerzas para salir a predicar por
toda Galilea: “Ha llegado el tiempo, y el reino de Dios está cerca. Vuélvanse a
Dios y acepten con fe sus buenas noticias”. ¿Estás dispuesto o dispuesta a
sentarte un poco junto al camino de tu vida para dejar que las preguntas de
Dios te asalten y te exijan respuestas? ¿De verdad quieres entrar un momento en
la soledad y el desierto para encontrarte con Dios y con tus propias
fragilidades? Eso es la Cuaresma.
Hermann
Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote
jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia
Universidad Javeriana – Bogotá.