¡Amor
y paz!
Hoy, en la lectura evangélica, de los
discursos de despedida en su última cena, Jesús nos dice que pidamos seguros de
que vamos a recibir. Que pidamos al Padre en su nombre, es decir, por mediación
suya. Recordemos que el Señor ha dicho
que es el Camino, la Verdad y la Vida y que nadie va al Padre sino por Él (Jn 14:6).
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la VI
Semana de Pascua.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Juan 16,23b-28.
Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta. Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre. Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre".
Comentario
Al
final de nuestras plegarias decimos: «Por Nuestro Señor Jesucristo, Tu Hijo» y
no «Por el Espíritu Santo». Esta práctica de la Iglesia universal tiene su
explicación. Se debe al misterio según el cual el hombre Jesucristo es el
mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2,5) sacerdote eterno según el orden
de Melquisedec, él que con su propia sangre ha entrado en el Santuario, no en
aquel que es imagen del verdadero, sino en el cielo donde está sentado a la
derecha del Dios e intercede por nosotros (Heb 6,20; 9,24).
El
apóstol dice, refiriéndose al sacerdocio de Cristo: «Así pues, ofrezcamos a
Dios sin cesar por medio de él un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de
los labios que bendicen su nombre» (Heb 13,15). Por él ofrecemos el sacrificio
de alabanza y de oración, porque gracias a su muerte fuimos reconciliados
cuando aún éramos enemigos (Rm 5,10). Ha querido ofrecerse como víctima por
nosotros. Por esto, desde entonces, nuestra ofrenda puede ser agradable a Dios.
Por esto, San Pedro nos advierte con las siguientes palabras: «También
vosotros, como piedras vivas, vais construyendo un templo espiritual, dedicado
a un sacerdocio santo, para ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios
espirituales agradables a Dios» (1P 2,5). Por esto decimos a Dios Padre: «Por
Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Señor.»
San Fulgencio de Ruspe (467-532) obispo
Carta 14, 36
Carta 14, 36
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