¡Amor
y paz!
En
el evangelio, la revelación de Jesús llega a mayor profundidad en la fiesta de
la Dedicación del Templo. No sólo es la puerta y el pastor, no sólo está
mostrando ser el enviado de Dios por las obras que hace. Su relación con el
Padre, con Dios, es de una misteriosa identificación: «yo y el Padre somos
uno». Jesús va manifestando progresivamente el misterio de su propia persona:
el “yo soy”.
En esta fecha en que celebramos el Día Internacional del Trabajo, renovemos nuestra oración y nuestro compromiso en favor de los trabajadores, a fin de que sus derechos sean respetados y su dignidad, reconocida.
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este Martes
de la IV Semana de Pascua.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Juan 10,22-30.
Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: "¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente". Jesús les respondió: "Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa".
Comentario
Lo
que pasa es que algunos de los oyentes no quieren creer en Jesús. Y precisamente
es la fe en Él lo que decide si uno va a tener o no la vida eterna. Los verbos
se suceden: escuchar, conocer, creer, seguir. Si alguien se pierde, será porque
él quiere. Porque Jesús, que se vuelve a presentar como el Buen Pastor, sí que
conoce a sus ovejas, y las defiende, y da la vida por ellas, y no quiere que
ninguna se pierda (basta recordar la escena de su detención en el huerto de los
olivos: «si me buscáis a mí, dejad a estos que se vayan»). Y les dará la vida
eterna. La que él mismo recibe del Padre.
El
pasaje del evangelio nos invita a renovar también nosotros nuestra fe y nuestro
seguimiento de Jesús. ¿Podemos decir que le escuchamos, que le conocemos, que
le seguimos? ¿Que somos buenas ovejas de su rebaño? Tendríamos que hacer
nuestra la actitud que expresó tan hermosamente Pedro: «Señor, ¿a quién iremos?
tú tienes palabras de vida eterna».
En la
Eucaristía escuchamos siempre su voz. Hacemos caso de su Palabra. Nos
alimentamos con su Cuerpo y Sangre. En verdad, éste es un momento privilegiado
en que Cristo es Pastor y nosotros comunidad suya. Eso debería prolongarse a lo
largo de la jornada: siguiendo sus pasos, viviendo en unión con él, imitando su
estilo de vida.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997.Págs. 86-88
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997.Págs. 86-88