¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este Domingo en que celebramos la solemnidad de nuestro
Señor Jesucristo, Rey del Universo.
Dios nos bendice…
Evangelio según San
Juan 18,33b-37.
Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
Comentario
Hace varios años en un pueblo de la Guajira, zona
apartada y semidesértica del norte colombiano, un compañero jesuita en
formación vivió una situación que todavía me causa escalofrío cuando la
recuerdo. Resulta que había varios jesuitas trabajando en la región y en una
Semana Santa fuimos a colaborar en varios caseríos y pueblos de una de las
parroquias que estaban a cargo de los jesuitas. Cada uno de los estudiantes de
filosofía fuimos enviados a sitios distintos. Todos encontramos comunidades más
o menos acogedoras y dispuestas a celebrar los días santos con más o menos
entusiasmo. Sin embargo, en uno de los pueblos, la apatía se sentía en el
ambiente y era fácil predecir que no habría mucha asistencia a las
celebraciones, sobre todo porque no iban a contar con sacerdotes sino con
seminaristas inexpertos que venían del interior del país.
En medio de este contexto, mi compañero se pasó los
primeros días motivando a la población para la participación en las fiestas de
la Semana Mayor. Aparentemente iría poca gente, pero él estaba seguro que
algunos asistirían. Lo cierto fue que el Viernes santo, a las diez de la
mañana, cuando se supone que comenzaba el Via Crucis, no llegó
nadie. El día anterior había encargados para cada una de las catorce estaciones
y los niños habían prometido que asistirían. Diez y media, y no llegaba nadie.
Ni siquiera el sacristán apareció por ninguna parte... Ya desesperado, mi
compañero decidió salir él solo, cargando con la cruz que habían preparado para
que fuera llevada por grupos de una estación a otra. A las once y media de la
mañana, cuando ya estaba saliendo con el alba puesta y la cruz a cuestas, llegó
el sacristán completamente borracho, dispuesto a acompañar al padrecito en la
procesión por todo el pueblo. En medio de un silencio canicular, como el sol
que caía sobre las calles polvorientas de este pueblo perdido de nuestra
geografía, mi compañero fue recorriendo todas y cada una de las estaciones delVia
Crucis, escoltado por un borracho que apenas se sostenía en su vaivén
embriagado...
Cuenta mi compañero que cuando pasaba por el frente
de las tiendas o de las casas de familia donde estaban los pobladores esperando
que fuera la hora del almuerzo, todos se quedaban mirándolo completamente
absortos por el espectáculo tan ridículo que estaban presenciando. Creo que si García
Márquez se hubiera enterado de esta historia, hubiera escrito una novela más de
su colección de realismo mágico que no es superado sino por la realidad
cotidiana de estos queridos pueblos de nuestra querida Colombia.
Imagino a Jesús, fatigado y demacrado, después de
una noche de torturas e interrogatorios, delante del Gobernador romano en todo
su esplendor, discutiendo si él era el Rey de los judíos y si venía en nombre
propio o en nombre de Dios a decir la verdad. Jesús tiene que dejarle claro a Pilato:
“– Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que
pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de
aquí”. Jesús sabe que es rey, pero su reinado consiste en decir la verdad: “Y
todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan”. Al celebrar esta Solemnidad
de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, nos comprometemos con la verdad
que él representa, aunque hagamos el ridículo, como mi compañero en aquel
pueblo perdido de la Guajira colombiana.
Hermann
Rodríguez Osorio, S.J.
Decano académico de la
Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá