¡Amor y paz!
Durante la Cuaresma, y en particular los viernes, nuestros ojos se dirigen a la Cruz de Cristo. Nuestro camino de Pascua supone también aceptar la cruz de Cristo. Convencidos de que, como Dios escribe recto con líneas torcidas, también nuestro dolor o nuestra renuncia, como los de Cristo, conducen a la vida.
En el Evangelio de hoy, los viñadores representan al pueblo judío que rechazó al Mesías. El "hijo del dueño de casa" es Jesucristo; los "criados" son los profetas y los apóstoles. Esta parábola nos enseña también a nosotros que el privilegio del don de Dios no se entrega sin grandísima responsabilidad.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 2ª semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 21,33-43.45-46.
Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: 'Respetarán a mi hijo'. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?". Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo". Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos". Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.
Comentario
Dios puso en medio de la historia un pueblo, un pueblo del que espera frutos. La parábola, bastante alegorizada, nos pone frente al Pueblo de Israel -con mucha frecuencia simbolizado en una viña- que no dio frutos para Dios y rechazó a los enviados de Dios, los profetas; hasta al mismo Enviado por excelencia, el Hijo fue rechazado y los oyentes se dan cuenta, están ante la última oportunidad de aceptarlo o matarlo “fuera de la viña”. Los lectores sabemos que los “sumos sacerdotes y los fariseos” no aprovecharon esta oportunidad. Por eso nos indica que se le dará ese Pueblo (la vid) a otro, que es la Iglesia, que dé frutos de “derecho y justicia” para Dios.
Pero eso no es garantía de que la Iglesia dé los frutos. Siempre es posible repetir la historia. Por eso se nos llama a construir una nueva historia, más humana, más fraterna, más evangélica. Los frutos nos dirán qué Evangelio hemos sembrado, si un Evangelio deformado por nuestro pecado, nuestras ideologías, nuestra mediocridad y nuestros temores, o el Evangelio del Reino de la vida, del amor, “el derecho y la justicia”.
Convocados a la Nueva Evangelización, estamos llamados a mirar nuestra historia, a mirar los frutos, y mirar nuestro pecado... Desde el llamado de Dios que nos entrega la viña y la urgencia de la historia, alegrémonos por el desafío al que se nos invita y "con un oído en el Evangelio y otro en el Pueblo" (E. Angelelli) lancémonos a la historia para regalarle los frutos del Reino de Dios; lancémonos a la vida generosa en el servicio hasta el extremo del amor; lancémonos a buscar los frutos de la Vida, y dárselos a Dios en los hermanos.
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