¡Amor y paz!
Las religiones tienen tres aspectos fundamentales e
interdepedientes: creencias, celebraciones y comportamientos. Si se actúa con
coherencia, se debe celebrar lo que se cree y vivir de conformidad con los que
se celebra y cree. Sin embargo, algunos desvinculan esos aspectos y creen, pero
no celebran, o celebran pero no creen o creen y celebran, pero no viven de
acuerdo con esto.
De todo esto resulta una suerte de hipocresía que
el Señor critica en el Evangelio que se nos propone hoy, precisamente cuando
celebramos el Miércoles de Ceniza.
Si queremos ser coherentes, comencemos con NO ponernos
la ceniza, si suponemos que:
C
La ceniza es
cosa de superstición, de suerte. Si no nos la ponemos creemos que alguna cosa mala nos sucederá.
C
La ceniza no
solo sirve para alejar el mal, sino también para atraer el bien. Es una especie
de amuleto de la buena suerte.
C
De la cruz de
ceniza hay que presumir como se presume de un vestido o de un reloj. Por eso busca
la iglesia donde se la hagan más bonita.
C
Va “por si las
moscas”, pues no sabe lo que es y a veces ni tiene fe. ´Si no me hace bien,
tampoco me hace mal’.
En
cambio, SÍ pueden hacerse
imponer la ceniza, si saben que:
ü
Es
símbolo de conversión. Que no se trata de un simple acto externo, sino de un
signo del cambio radical de tu vida, que los lleve a valorar su propia dignidad
y a relacionarse mejor con Dios y con sus hermanos.
ü
La ceniza
es símbolo de nuestra fragilidad y limitación humanas. Ser conscientes de que
un día moriremos, implica querer aprovechar nuestra vida para llevar a cabo el
plan de Dios y comprometernos para construir un mundo más humano, más justo y
cristiano.
ü
La
recepción de la ceniza es un acto personal y voluntario. Esto significa el
movimiento personal de la conversión que se realiza bajo la gracia y la
misericordia de Dios.
ü
La
imposición de la ceniza es también un acto eclesial. Se recibe junto con otros
miembros de la Iglesia, que, al iniciar el tiempo de Cuaresma, se preparan para
celebrar la pasión, muerte y Resurrección de Cristo.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Comentario
Mateo sigue desarrollando el tema de la
justicia del discípulo superior a la justicia de los escribas y fariseos (cfr.
5,20). Después de haber criticado la justicia de los escribas, el evangelista
critica ahora la justicia de los fariseos.
Para comprender el
pensamiento de Mateo es indispensable una advertencia previa: ¿Quién es el
fariseo?. La palabra significa "separado". Fariseo es el que se
separa del mundo y de sus sugestiones, del pueblo, que a menudo es su víctima,
y se distingue por su rígida adhesión a la tradiciones de los padres, por la
atenta observancia de la ley y por su celo.
Simplificando, pero
también descendiendo en profundidad, podemos reducir a tres las tendencias del
fariseísmo descritas por el evangelio. La tendencia al formalismo, o sea, una
observancia escrupulosa de las prácticas cultuales y legalistas, con riesgo de
perder de vista lo central de la ley, que es la caridad. La tendencia a
concebir la salvación como mérito, como conquista, en lugar de hacerlo como
gracia y como don gratuito de Dios. La tendencia a concebir a Dios como un
señor que busca una gloria para sí y no como un padre que encuentra su
satisfacción en la salvación y la liberación del hombre.
Mateo enumera las tres
prácticas clásicas de los fariseos: la limosna, la oración y el ayuno. Jesús no
las rechaza, pero desea que se practiquen con un espíritu diverso. Precisamente
este espíritu es lo que distingue al discípulo del fariseo.
¿Cuáles son sus
características más salientes?.
CULTO/CARIDAD: Ante todo, resulta ya significativo que aparezcan
agrupadas las tres prácticas juntas. El culto debe prolongarse en la caridad, y
la penitencia ha de consistir en privarse de algo en beneficio de los otros. En
segundo lugar, se recuerda reiteradamente la necesidad de la recta intención.
Hay que buscar la recompensa de Dios, no la de los hombres; hay que obrar en
secreto, y no representar un espectáculo. Pero ¿no es también ya una sutil
búsqueda de sí mismo pretender la recompensa de Dios? Mateo está convencido de
que, si buscar la aprobación de los hombres es alienante e impide la verdad y
la auténtica justicia, en cambio buscar la aprobación de Dios libera y favorece
el verdadero amor y la justicia. Cuando se obra por Dios no hay peligro -cosa
que sí ocurre cuando se obra por los hombres- de caer en la demagogia, en la
adulación y en el compromiso interesado. En presencia de Dios no queda lugar
para oportunismos.
OBRAS/JUSTIFICACION: Además Mateo pone en guardia contra el
peligro de que las buenas obras se conviertan en una riqueza de espíritu. La
justicia cristiana exige que las buenas obras no se realicen como si se tratara
de un negocio. No hay que capitalizar y llevar su contabilidad. La verdadera
justicia requiere que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda; Jesús,
en definitiva, no rechaza la limosna, el ayuno ni la oración, sino que desea
que se haga todo ello con espíritu de gratuidad.
Finalmente, la vida
cristiana -incluso en sus aspectos más heroicos- se ha de vivir con
simplicidad. El testimonio no hay que confundirlo con la teatralidad. Los
discípulos presentan la cara limpia, alegre y normal. Incluso porque el
desprendimiento que exige el seguimiento no es una carga, sino una alegría; no
una pérdida, sino el céntuplo.
BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982, pág. 68
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982, pág. 68