lunes, 27 de septiembre de 2010

La medida del éxito del cristiano no es el poder: es el servicio

¡Amor y paz!

Concluye hoy el relato lucano del ministerio de Jesús en Galilea y comienza mañana el viaje a Jerusalén. Entre tanto, los discípulos aún no maduran, todavía no comprenden el sentido del mensaje cristiano. Siguen preocupados por las cosas mundanas acerca de quién es el más grande y hasta sienten celos porque algunos ‘se atrevan’ a expulsar demonios, como lo hacen ellos.

Cuando hoy se pregunta cómo le va a alguien en la vida, se dice: “A ese le va bien: tiene mucho poder y dinero”. Eso a los ojos del mundo, porque a los ojos de Dios la medida del éxito es el servicio, no el poder; el parámetro es el amor, no el dinero.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,46-50.

Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: "El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande". Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros". Pero Jesús le dijo: "No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes".

Comentario

Los discípulos mientras permanecieron con el Maestro nunca abandonaron sus pretensiones de poder. Constantemente se enfrascaron en discusiones acerca de quién debería ocupar el primer lugar, quién ocuparía un trono junto al rey o quién sería el más importante en el futuro.

Jesús, con su sin igual sencillez y pedagogía, les va mostrando que por ese camino únicamente llegarán al lugar que ocupan los poderosos. Lugares que son sumamente criticados, pero extremadamente apetecidos. Por eso, Jesús desenmascara las intenciones de sus seguidores y los pone a pensar en una nueva lógica, donde lo valioso no es el prestigio, sino la sencillez y la verdad.

El llamado de Jesús pone de manifiesto que las aspiraciones de un discípulo no deben imitar las aspiraciones de los discípulos de los fariseos. Éstos sólo buscaban el reconocimiento y la popularidad manipulando a la gente para ganar posición social. El discípulo de Jesús no se debe montar en ese tren, sino que, siguiendo el ejemplo del niño servidor, se pondrá en el último lugar para servir y animar a los hermanos. Sólo la actitud de servicio le dará una nueva dimensión al ser humano.

De igual modo, los discípulos creían poseer la autoridad de Jesús en exclusiva, pero Jesús los contradice. Siempre que se luche contra el mal, se haga el bien y se siga los caminos de Jesús, cualquier persona tiene el poder y la autoridad que Dios le otorga a todos los seres humanos de buena voluntad. El don de Dios no es para privilegiados, sino que está disponible para la humanidad en la medida que sea bien empleado.

Hoy, necesitamos crear una catequesis que realmente cultive el conocimiento de Jesús y la práctica de sus actitudes. Pues lo que Jesús quería era crear un grupo de personas que atendiendo al llamado de Dios propiciaran nuevas alternativas de vida.

Servicio Bíblico Latinoamericano

www.mercaba.org