¡Amor y
paz!
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este 4o domingo de Pascua,
Ciclo C, Día del Buen Pastor, Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones
Sacerdotales y Día de la Madre.
Oremos
por las madres, los sacerdotes y consagrados, los seminaristas, novicios y
aspirantes y porque el Señor Buen Pastor, inspire nuevas y santas vocaciones.
Dios nos
bendice...
Lectio
Domingo, 12 May ,
2019
Juan 10,27-30
1. LECTIO
a) Oración inicial:
Ven, Espíritu Santo, a
nuestros corazones y enciende en ellos el fuego de tu amor, danos la gracia de
leer y reflexionar esta página del Evangelio para hacerlo memoria activa,
amante y operante en nuestra vida. Deseamos acercarnos al misterio de la persona
de Jesús contenido en esta imagen del pastor. Por esto te pedimos,
humildemente, que abras los ojos de nuestra mente y de nuestro corazón, para
que podamos conocer la fuerza de su resurrección. Ilumina, ¡oh Espíritu de
luz!, nuestra mente para que podamos comprender las palabras de Jesús, Buen
Pastor; inflama nuestro corazón para que nos demos cuenta que no están lejos de
nosotros, sino que son la clave de nuestra experiencia actual. Ven, ¡oh
Espíritu Santo!, porque sin ti el Evangelio aparece como letra muerta; contigo
el Evangelio es Espíritu de vida. Danos, Padre, el Santo Espíritu; te lo
pedimos junto con María, la madre de Jesús y madre nuestra, y con Elías,
tu profeta, en el nombre de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. ¡Amén!
b)
Lectura del texto:
27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y
ellas mi siguen. 28 Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y
nadie las arrebatará de mi mano. 29 El Padre, que
me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la
mano del Padre. 30 Yo y el Padre somos uno.»
c)
Momento de silencio orante:
El silencio conserva
el fuego de la palabra que ha entrado en nosotros con la escucha de la
Palabra. Ayuda a conservar el fuego interior de Dios. Permanece algunos
momentos en el silencio de la escucha para poder participar del poder creador y
recreador de la Palabra divina.
2. MEDITATIO
a)
Una clave de lectura:
El pasaje de la
liturgia de este domingo está sacado del capítulo 10 de Juan, un discurso de
Jesús durante la fiesta judía de la dedicación del Templo de Jerusalén que
acaecía a finales de diciembre (durante la cual se conmemoraba la
reconsagración del Templo violado por los sirios-helenistas por obra de Judas
Macabeo en el 164 a.C). Las palabras de Jesús sobre la relación entre el Pastor
(Cristo) y las ovejas (la Iglesia) pertenecen a un verdadero y propio debate
entre Jesús y los judíos. Estos hacen a Jesús una pregunta clara y piden una
respuesta también clara y pública: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente»
(10,24). Juan presenta, otras veces, a los judíos que pretenden arrancar a
Jesús una afirmación clara sobre su identidad (2,18; 5,16; 8,25). Una petición
de este tipo, los Sinópticos la presentan durante el proceso ante el Sanedrín
(Mt 26,63; Mc 14,61; Lc 22,67). La respuesta de Jesús se presenta en dos
momentos (vv. 25-31 e 32-39). Consideramos brevemente el contexto donde se
inserta la primera, que es la de nuestro texto litúrgico. Los judíos no
comprendieron la parábola del buen pastor (Jn 10, 1-21) y piden ahora a Jesús
una declaración más clara de su identidad. El motivo de su incredulidad no es
por sí mismo un motivo de búsqueda, sino que en su cerrazón mental rechazan
pertenecer a sus ovejas. Puede ser iluminadora una expresión análoga de Jesús
en Mc 4,11: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los
que están fuera todo se les presenta en parábolas». Las palabras de Jesús
solamente son luz para el que vive dentro de la comunidad, para aquél que
decide quedarse fuera solamente es un enigma que desconcierta. A la
incredulidad de los judíos, Jesús contrapone el comportamiento de aquellos que
le pertenecen y que el Padre les ha dado; también su relación con ellos.
El lenguaje de Jesús
no es para nosotros de evidencia inmediata; más aún, compara a los creyentes
con un rebaño, y nos deja perplejos. Somos, en gran mayoría, extraños a la vida
agrícola y pastoril, y no es fácil comprender lo que significa el rebaño para
un pueblo de pastores. Los oyentes, a los que Jesús dirige su palabra, era un
pueblo de pastores. Es evidente que la parábola es entendida desde el punto de
vista de un hombre que comparte casi todo con su rebaño. Él lo conoce: ve cada
una de sus cualidades y de sus defectos; también las ovejas conocen a su guía:
responden a su voz y a sus indicaciones.
i) Las ovejas de Jesús escuchan su voz: no se trata
sólo de una escucha externa (3,5; 5,37) sino de una escucha atenta (5,28;
10,3), hasta la escucha obediente (10,16.27; 18,37; 5,25). En el discurso del
buen pastor esta escucha expresa la confianza y la unión de las ovejas al
pastor (10,4). El adjetivo «mías» no indica solamente la simple posesión de las
ovejas, sino que pone en evidencia que las ovejas le pertenecen, y le
pertenecen en cuanto que Él es el propietario (10,12).
ii) He aquí, pues, que se establece una relación
íntima entre Jesús y las ovejas:«y yo las conozco» no se trata de un
conocimiento intelectual; en el sentido bíblico “conocer a alguien” significa,
sobre todo, tener una relación personal con él, vivir en cierto sentido en
comunión con él. Un conocimiento que no excluye los trazos humanos de la
simpatía, amor, comunión de naturaleza.
iii) En virtud de este conocimiento de amor, el
Pastor invita a los suyos a seguirlo. La escucha de la palabra comporta un
discernimiento, para que entre todas las voces posibles, elijan la que
corresponde a una persona concreta (Jesús). Como consecuencia de este
discernimiento, la respuesta se hace activa, personal y se convierte en
obediencia. Esta proviene de la escucha. Por lo tanto, entre la escucha y la
secuela del Pastor está conocer a Jesús.
El conocimiento de
Jesús hacia sus ovejas abre un itinerario que conduce al amor: «Yo les doy la
vida eterna». Para el evangelista la vida es el don de la comunión con Dios.
Mientras en los sinópticos la ‘vida’ o ‘vida eterna’ está unida al futuro; en
el evangelio de Juan está unida a una posesión actual. Éste aspecto se repite
con frecuencia en la narración de Juan: « El que cree en el Hijo tiene vida
eterna» (3,36); «En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree
en el que me ha enviado, tiene vida eterna» (5,24; 6,47).
La relación de amor de
Jesús se concretiza por la experiencia de protección que el hombre experimenta:
se dice que las ovejas « no perecerán jamás». Quizás una alusión a la
perdición eterna. Y se añade que «nadie las arrebatará». Tal expresión sugiere
el papel de la mano de Dios y de Cristo que impiden a los corazones de las
personas ser arrebatadas por otras fuerzas negativas. En la Biblia, la mano, en
algunos contextos, es una metáfora que indica la fuerza de Dios que protege (Dt
33,3; Sal 31,6). Por otra parte, el verbo «arrebatar» (harpázō) sugiere la idea que la comunidad de discípulos no
estará exenta de los ataques del mal y de las tentaciones. Pero la expresión
«nadie las arrebatará» indica la presencia de Cristo que asegura a la comunidad
la certeza de una estabilidad granítica que le permite superar toda tentación
de miedo.
b)
Algunas preguntas:
para ayudarnos en la
meditación y en la oración.
i) La primera actitud que la palabra de Jesús ha
puesto en evidencia es que el hombre debe “escuchar”. Este verbo en el lenguaje
bíblico está lleno de resonancias: implica la adhesión alegre al contenido de
lo que se escucha, la obediencia a la persona que habla, la elección de vida de
Aquél que se dirige a nosotros. ¿Eres un hombre inmerso en la escucha de Dios?
¿Hay espacios en tu vida diaria que dedicas, de modo particular, a la escucha
de la Palabra de Dios?
ii) El diálogo o comunicación íntima entre Cristo y
tú se define en el evangelio de la liturgia de hoy con un gran verbo bíblico,
«conocer». Éste implica a todo el ser del hombre: la mente, el corazón, la
voluntad. Tu conocimiento de Cristo ¿se limita a un conocimiento
teórico-abstracto o te dejas transformar y guiar por su voz en el camino de tu
vida?
iii) El hombre que ha escuchado y conocido a Dios
«sigue» a Cristo come único guía de su vida. Tu seguimiento diario ¿es
continuo? ¿Aún cuando en el horizonte aparece la pesadilla de otras voces e
ideologías que tratan de separarte de la comunión con Dios?
iv) En la meditación del evangelio de hoy aparecen
otros dos verbos: nosotros no «pereceremos» y nadie nos podrá «arrebatar» de la
presencia de Cristo que protege nuestra vida. Es esto lo que fundamenta y
motiva nuestra seguridad cotidiana. Tal idea se expresa de modo luminoso en
Pablo: «Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los
principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la
profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro » (Rom 8,38-39). Cuando entre los
creyentes y la persona de Jesús se establece una relación hecha de llamada y de
escucha, entonces se procede en la vida con seguridad de llegar a la madurez
espiritual y al éxito. El verdadero fundamento de esta seguridad está en
descubrir cada día la identidad divina de este pastor que es la seguridad de
nuestra vida. ¿Experimentas esta seguridad cuando te sientes amenazado por el
mal?
v) Las palabras de Jesús «Yo les doy vida eterna»
te aseguran que la meta de tu camino, como creyente, no es oscura ni incierta.
Para ti, ¿la vida eterna hace referencia a la cantidad de años que puedes vivir
o, por el contrario, es un reclamo a la comunión de vida con el mismo Dios? ¿Es
motivo de alegría para ti experimentar la compañía de Dios en tu vida?
3. ORATIO
a) Salmo 100, 2; 3; 5
¡Aclama al Señor,
tierra entera,
servid al Señor con
alegría,
llegaos a Él con
júbilo!
Sabed que el Señor es
Dios,
Él nos ha hecho y
suyos somos,
su pueblo y el rebaño
de sus pastos.
Pues bueno es el Señor
y eterno su amor,
su lealtad perdura de
edad en edad.
b)
Oración final:
Te pedimos, Señor, que
te manifiestes a cada uno como Buen Pastor que en la fuerza de la Pascua
restableces, animas en los tuyos, con la delicadeza de tu presencia, con la
fuerza de tu Espíritu. Te rogamos que abras nuestros ojos, para que podamos
conocer cómo nos guías y sostienes nuestras voluntad de seguirte adonde quiera
que nos conduzcas. Concédenos la gracia de no ser arrebatados de tus manos de
Buen Pastor y de nos estar a merced del mal que nos amenaza y de las divisiones
que anidan en el interior de nuestro corazón. Tú, ¡oh Cristo!, eres el Pastor,
nuestro guía, nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano. ¡Amén!
4. CONTEMPLATIO
Contempla la Palabra
del Buen Pastor en tu vida. Las etapas precedentes de la lectio divina,
importantes en sí mismas, cobran funcionalidad, si están orientadas a la vida.
El camino de la “lectio” no se puede decir que está acabado, si no llega a
hacer de la Palabra una escuela de vida para ti. Tal meta se alcanza cuando
experimentas en ti los frutos del Espíritu. Estos son: la paz interior que
florece en la alegría y en el gusto por la Palabra; la capacidad para discernir
entre lo que es esencial y obra de Dios y lo que es fútil y obra del mal; la
valentía de la elección y de la acción concreta son una consecuencia de la
página bíblica que has leído y meditado.
Orden de los Carmelitas