martes, 31 de mayo de 2016

“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes en que celebramos la Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Lucas 1,39-56
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá." María dijo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. “María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa. 
Comentario 

1. Feliz la que ha creído

1.1 En este día de la visita de Nuestra Señora a su prima Isabel, escuchemos hoy con particular amor una meditación que nos ofrece el Papa Juan Pablo II en su Encíclica “Redemptoris Mater”, en los números 12 y 19, aunque la numeración aquí propuesta es nuestra.

1.2 Poco después de la narración de la anunciación, el evangelista Lucas nos guía tras los pasos de la Virgen de Nazaret hacia “una ciudad de Judá” (Lc 1, 39). Según los estudiosos esta ciudad debería ser la actual Ain-Karim, situada entre las montañas, no distante de Jerusalén. María llegó allí “con prontitud” para visitar a Isabel su pariente. El motivo de la visita se halla también en el hecho de que, durante la anunciación, Gabriel había nombrado de modo significativo a Isabel, que en edad avanzada había concebido de su marido Zacarías un hijo, por el poder de Dios: “Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible a Dios” (Lc 1, 36-37). El mensajero divino se había referido a cuanto había acontecido en Isabel, para responder a la pregunta de María: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” (Lc 1, 34). Esto sucederá precisamente por el “poder del Altísimo”, como y más aún que en el caso de Isabel.

1.3 Así pues María, movida por la caridad, se dirige a la casa de su pariente. Cuando entra, Isabel, al responder a su saludo y sintiendo saltar de gozo al niño en su seno, “llena de Espíritu Santo”, a su vez saluda a María en alta voz: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno” (cf. Lc 1, 40-42). Esta exclamación o aclamación de Isabel entraría posteriormente en el Ave María, como una continuación del saludo del ángel, convirtiéndose así en una de las plegarias más frecuentes de la Iglesia. Pero más significativas son todavía las palabras de Isabel en la pregunta que sigue: “¿de donde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lc 1, 43). Isabel da testimonio de María: reconoce y proclama que ante ella está la Madre del Señor, la Madre del Mesías. De este testimonio participa también el hijo que Isabel lleva en su seno: “saltó de gozo el niño en su seno” (Lc 1, 44). El niño es el futuro Juan el Bautista, que en el Jordán señalará en Jesús al Mesías.

1.4 En el saludo de Isabel cada palabra está llena de sentido y, sin embargo, parece ser de importancia fundamental lo que dice al final: “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc 1, 45). Estas palabras se pueden poner junto al apelativo “llena de gracia” del saludo del ángel. En ambos textos se revela un contenido mariológico esencial, o sea, la verdad sobre María, que ha llegado a estar realmente presente en el misterio de Cristo precisamente porque “ha creído”. La plenitud de gracia, anunciada por el ángel, significa el don de Dios mismo; la fe de María, proclamada por Isabel en la visitación, indica como la Virgen de Nazaret ha respondido a este don.

2. Venciendo la desobediencia de Adán

2.1 ¡Sí, verdaderamente “feliz la que ha creído”! Estas palabras, pronunciadas por Isabel después de la anunciación, [luego] a los pies de la Cruz, parecen resonar con una elocuencia suprema y se hace penetrante la fuerza contenida en ellas. Desde la Cruz, es decir, desde el interior mismo del misterio de la redención, se extiende el radio de acción y se dilata la perspectiva de aquella bendición de fe. Se remonta “hasta el comienzo” y, como participación en el sacrificio de Cristo, nuevo Adán, en cierto sentido, se convierte en el contrapeso de la desobediencia y de la incredulidad contenidas en el pecado de los primeros padres. Así enseñan los Padres de la Iglesia y, de modo especial, San Ireneo, citado por la Constitución Lumen gentium: “El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe”.

2.2 A la luz de esta comparación con Eva los Padres -como recuerda todavía el Concilio- llaman a María “Madre de los vivientes” y afirman a menudo: “la muerte vino por Eva, por María la vida”.

2.3 Con razón, pues, en la expresión “feliz la que ha creído” podemos encontrar como una clave que nos abre a la realidad íntima de María, a la que el ángel ha saludado como “llena de gracia”. Si como a llena de gracia” ha estado presente eternamente en el misterio de Cristo, por la fe se convertía en partícipe en toda la extensión de su itinerario terreno: “avanzó en la peregrinación de la fe” y al mismo tiempo, de modo discreto pero directo y eficaz, hacía presente a los hombres el misterio de Cristo. Y sigue haciéndolo todavía. Y por el misterio de Cristo está presente entre los hombres. Así, mediante el misterio del Hijo, se aclara también el misterio de la Madre.

http://fraynelson.com/homilias.html. 

lunes, 30 de mayo de 2016

Autoridades que no obedecen a Dios y no buscan el bien de la gente


¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 9ª. semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Marcos 12,1-12
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos: "Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado; a éste lo insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos los apalearon o los mataron. Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían. Pero los labradores se dijeron: "Éste es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia." Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Que hará el dueño de la viña? Acabará con los ladrones y arrendará la viña a otros. ¿No habéis leído aquel texto: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? “Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon. 
Comentario


Sin embargo, estos líderes tiene miedo del pueblo al que dicen representar. El pueblo ve en Jesús un profeta y estos protectores del pueblo quieren quitar a Jesús de en medio. Pero tienen miedo de sus protegidos y les angustia pensar que se vuelvan contra ellos los mismo que guían. ¿De dónde esta contradicción?

Es un caso en que podemos aprender lo que significa una falsa autoridad. No obedecen a Dios y no buscan el bien de la gente. Obedecen a sus intereses y quieren cuidar su fama, su honra y sus privilegios. Por eso les estorba Jesús y por eso harán todo para eliminar a Jesús.

Y lo lograrán: quitarán a Jesús de la tierra, con lo cual lo habrán liberado del poder inicuo que ellos mismos detentan. La muerte de Jesús será el triunfo más grande de su astucia y el fracaso más grande de su locura. Puesto en el umbral de la muerte, este Cristo estará también puesto en las manos del Dios Fuerte. Y resucitado de entre los muertos ni la muerte ni los siervos de la muerte tendrán ya poder sobre él.

http://fraynelson.com/homilias.html 

domingo, 29 de mayo de 2016

"Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida"

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este domingo en que celebramos la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Lucas 9, 11b-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: "Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado. “Él les contestó: "Dadles vosotros de comer. “Ellos replicaron: "No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío. “Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: "Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta. “Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Comentario

1. La Iglesia Vive de la Eucaristía

1.1 El Jueves Santo del año 2003 el Papa nos regaló un precioso texto sobre la Eucaristía, como alimento del Pueblo de Dios. De los números 5 a 16 entresacamos algunas preciosas meditaciones de Juan Pablo II. La numeración aquí dada es nuestra.

1.2 Si con el don del Espíritu Santo en Pentecostés la Iglesia nace y se encamina por las vías del mundo, un momento decisivo de su formación es ciertamente la institución de la Eucaristía en el Cenáculo. Su fundamento y su hontanar es todo el Triduo Pascual, pero éste está como incluido, anticipado, y "concentrado" para siempre en el don eucarístico. En este don, Jesucristo entregaba a la Iglesia la actualización perenne del misterio pascual. Con él instituyó una misteriosa "contemporaneidad" entre aquel Triduo y el transcurrir de todos los siglos.

1.3 La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él se alimenta y por Él es iluminada. La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, "misterio de luz". Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: "Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron" (Lc 24, 31).

1.4 La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia. Así se explica la esmerada atención que ha prestado siempre al Misterio eucarístico, una atención que se manifiesta autorizadamente en la acción de los Concilios y de los Sumos Pontífices. ¿Cómo no admirar la exposición doctrinal de los Decretos sobre la Santísima Eucaristía y sobre el Sacrosanto Sacrificio de la Misa promulgados por el Concilio de Trento? Aquellas páginas han guiado en los siglos sucesivos tanto la teología como la catequesis, y aún hoy son punto de referencia dogmática para la continua renovación y crecimiento del Pueblo de Dios en la fe y en el amor a la Eucaristía.

2. Misterio de la Fe

2.1 La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. Ésta no queda relegada al pasado, pues "todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos...".

2.2 Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y "se realiza la obra de nuestra redención". Este sacrificio es tan decisivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado el medio para participar de él, como si hubiéramos estado presentes. Así, todo fiel puede tomar parte en él, obteniendo frutos inagotablemente. Ésta es la fe de la que han vivido a lo largo de los siglos las generaciones cristianas. Ésta es la fe que el Magisterio de la Iglesia ha reiterado continuamente con gozosa gratitud por tan inestimable don. Deseo, una vez más, llamar la atención sobre esta verdad, poniéndome con vosotros, mis queridos hermanos y hermanas, en adoración delante de este Misterio: Misterio grande, Misterio de misericordia. ¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega "hasta el extremo" (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida.

2.3 La eficacia salvífica del sacrificio se realiza plenamente cuando se comulga recibiendo el cuerpo y la sangre del Señor. De por sí, el sacrificio eucarístico se orienta a la íntima unión de nosotros, los fieles, con Cristo mediante la comunión: le recibimos a Él mismo, que se ha ofrecido por nosotros; su cuerpo, que Él ha entregado por nosotros en la Cruz; su sangre, "derramada por muchos para perdón de los pecados" (Mt 26, 28). Recordemos sus palabras: "Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí" (Jn 6, 57). Jesús mismo nos asegura que esta unión, que Él pone en relación con la vida trinitaria, se realiza efectivamente. La Eucaristía es verdadero banquete, en el cual Cristo se ofrece como alimento. Cuando Jesús anuncia por primera vez esta comida, los oyentes se quedan asombrados y confusos, obligando al Maestro a recalcar la verdad objetiva de sus palabras: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6, 53). No se trata de un alimento metafórico: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (Jn 6, 55).

http://fraynelson.com/homilias.html. 

sábado, 28 de mayo de 2016

Cuando un profeta nos saca de nuestra comodidad nos dedicamos a desprestigiarlo

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 8ª, semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Marcos 11,27-33. 
Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?". Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?". Ellos se hacían este razonamiento: "Si contestamos: 'Del cielo', él nos dirá: '¿Por qué no creyeron en él?'. ¿Diremos entonces: "De los hombres'?". Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: "No sabemos". Y él les respondió: "Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas". 

Comentario

a) La escena de hoy es continuación de la de ayer: ante el gesto profético de Jesús expulsando a los mercaderes y cambistas del Templo, las autoridades, alborotadas por un gesto tan provocativo, envían una delegación a pedirle cuentas de con qué autoridad lo ha hecho.

Jesús no les contesta, sino que a su vez les propone una pregunta. Cuando él ve que no hay fe, o que hay doblez en la pregunta, considera inútil dar argumentos. A veces se calla dignamente, como ante Caifás, Pilatos o Herodes. A veces contesta con un argumento ad hominem o planteando a su vez preguntas, como en el caso de la moneda del César. Jesús también sabe ser astuto y poner trampas a sus interlocutores, desenmascarando sus intenciones capciosas.

La pregunta de los jefes no era sincera. Sólo el Mesías, o quien viene con autoridad de Dios, podía tomar una actitud así, acompañada como está, además, de signos milagrosos que no pueden ser sino mesiánicos. Pero eso no lo admiten. Es inútil razonar con estas personas. Jesús no les va a dar el gusto de afirmar una cosa que no van a aceptar y que les daría motivos de acelerar su decisión de eliminarlo. Desde ahora se van a precipitar las cosas, con fuertes controversias que desembocarán en el proceso y la ejecución de Jesús.

b) Ante los gestos proféticos que también ahora se dan en el mundo y en la Iglesia, deberíamos afinar un poco más nuestra reacción.

Hay que saber discernir personal y comunitariamente, bajo la guía de los responsables de la comunidad, si los movimientos o las voces nuevas vienen o no del Espíritu. Pero no deberían ser los intereses personales o el orgullo o la pereza ante los cambios lo que motive nuestra decisión. Los jefes que interpelan a Jesús, llenos de autoridad ellos, llenos de sabiduría, rechazan ya de entrada toda explicación que les vaya a dar: ¿quién es éste para poner en tela de juicio nuestra manera de organizar las cosas del Templo? Cuando no nos interesa un mensaje, intentamos desautorizar al mensajero.

Cuando un profeta nos interpela en una dirección que sacude nuestros hábitos mentales o nuestra comodidad o nuestros intereses, en lugar de preguntarnos si vendrá de Dios, nos dedicamos rápidamente a desprestigiar al profeta, para no tener que hacerle caso. A los judíos les pasó con el Bautista y luego con Jesús. A nosotros nos pasa siempre que en nuestro camino vemos u oímos voces proféticas que ponen en evidencia nuestra pereza y nuestros fallos, o nos estimulan hacia caminos más exigentes. Lo hacemos con mayor disimulo que los jefes de Jerusalén. Pero lo hacemos. Ignoramos al profeta. No nos damos por enterados de lo que Dios nos estaba queriendo decir. Luego no nos quejemos de la obstinación de los judíos.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 235-238
 

viernes, 27 de mayo de 2016

Si no perdonan, tampoco el Padre que está en el cielo los perdonará a ustedes

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el cometario, en este viernes de la 8ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Marcos 11,11-26.
Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo; y después de observarlo todo, como ya era tarde, salió con los Doce hacia Betania. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; porque no era la época de los higos. Dirigiéndose a la higuera, le dijo: "Que nadie más coma de tus frutos". Y sus discípulos lo oyeron. Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, y prohibió que transportaran cargas por el Templo. Y les enseñaba: "¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones". Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza. Al caer la tarde, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera se había secado de raíz. Pedro, acordándose, dijo a Jesús: "Maestro, la higuera que has maldecido se ha secado". Jesús le respondió: "Tengan fe en Dios. Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: 'Retírate de ahí y arrójate al mar', sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas". Pero si no perdonan, tampoco el Padre que está en el cielo los perdonará a ustedes.  
Comentario

a) Jesús ya llega a Jerusalén. Saltándonos la escena de la entrada solemne -que leemos el Domingo de Ramos- escuchamos hoy la acción simbólica en torno a la higuera estéril y la otra acción, no menos simbólica y valiente, de Jesús arrojando a los mercaderes del Templo.

La higuera no tenía frutos. No era tiempo de higos o ya se le habían gastado. Jesús, con todo, se queja de esa esterilidad. Su lamento nos recuerda el poema de la viña estéril de Isaías 5: «Una viña tenía mi amigo... esperó que diese uvas, pero dio agraces». Jesús pronuncia unas palabras duras contra la higuera: «nunca jamás coma nadie de ti». En efecto, al día siguiente, la higuera se había secado. Si Jesús hizo este gesto es porque apuntaba a otra clase de esterilidad: es el pueblo de Israel, sobre todo sus dirigentes, el árbol que no da los frutos que Dios pedía. Israel ha fracasado. Israel es la higuera seca.

En medio del episodio de la higuera, entre su inicio y su conclusión al día siguiente, Marcos coloca la escena del Templo y el gesto violento de Jesús. También aquí no había motivo evidente para la ira de Jesús: los mercaderes que vendían animales para el sacrificio o cambiaban monedas, estaban en el atrio, contaban con todos los permisos de los responsables y no parecían estorbar el culto.

Lo que hace Jesús es, de nuevo, un gesto simbólico, tal vez no tanto contra los mercaderes, sino contra los responsables del Templo: lo que denuncia es la hipocresía del culto, hecho de cosas exteriores pero sin obras coherentes en la vida. Ya los profetas, como Jeremías, habían atacado la excesiva confianza que tenían los judíos en el Templo y en la realización -eso sí, meticulosa- de sus ritos. El culto tiene que ir acompañado de la fidelidad a la Alianza.

También quiere subrayar Jesús que el culto del Templo debería ser más universal, sin poner trabas a los extranjeros. Los mercaderes hacían que los que venían de fuera tuvieran que cambiar la moneda pagana -considerada impura- por la judía, para poderla ofrecer en el Templo. No sería extraño que en este comercio hubiera además abusos y trampas, aprovechándose de los forasteros. Jesús quiere que el Templo sea «casa de oración para todos los pueblos», lugar de oración auténtica. y no una «cueva de bandidos» y de ajetreo de cosas y comercio.

b) Hoy va de quejas por parte de Jesús. Y lo peor es que también podría estar defraudado de nosotros, por nuestra esterilidad o por el clima de nuestras celebraciones litúrgicas.

¿Se podría decir de nosotros, de cada uno y de la comunidad, que somos una higuera estéril'? Valdría la pena que hiciéramos un alto en nuestro camino y nos dejáramos interpelar por Cristo. Porque seria triste defraudar a Dios, no dando frutos o dándolos de escasa calidad. El aviso lo irá repitiendo Jesús en días sucesivos, por ejemplo con la parábola de los viñadores que no hacen producir el campo arrendado. No podemos contentarnos con pensar que los que se sientan en el banquillo de los acusados son los israelitas. Somos también nosotros, en la medida en que no demos los frutos que Dios esperaba.

Nuestro examen tendría que dirigirse también a nuestra manera de realizar el culto.

¿Mereceríamos nosotros un gesto profético parecido de Jesús, purificando nuestras iglesias de toda apariencia de mercantilismo o de acepción de personas? El quería que el Templo fuera «casa de oración para todos» y que no se contaminara con intereses y negocios, ni supusiera una barrera para otras culturas o nacionalidades.

El evangelio de hoy termina, no sólo invitando a la oración llena de fe, sino también a la caridad fraterna, sobre todo el perdón de las ofensas: «Cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas». Es lo que cada día decimos en el Padrenuestro: una de las peticiones más comprometedoras que nos enseñara Jesús.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 230-234
 

jueves, 26 de mayo de 2016

“Ánimo, levántate, que te llama”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 8ª semana del Tiempo Ordinario. Hoy celebra la Iglesia también la fiesta de San Felipe Neri, a quien el Movimiento Fratres debe mucho su inspiración y guía. Que él interceda por nosotros.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Marcos 10, 46-52
Al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Jesús se detuvo y dijo: “Llamadlo”. Llamaron al ciego, diciéndole: “Ánimo, levántate, que te llama”. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Anda, tu fe te ha curado”. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Comentario

a) Jesús cura al ciego Bartimeo. Es un relato muy sencillo, pero lleno de detalles, y un símbolo claro de la ceguera humana espiritual, que también puede ser curada. Esta vez Marcos dice el nombre del ciego: se ve que tenía testimonios de primera mano, o que el buen hombre, que «recobró la vista y le seguía por el camino», se convirtió luego tal vez en un discípulo conocido.

La gente primero reacciona perdiendo la paciencia con el pobre que grita. Jesús sí le atiende y manda que se lo traigan. El ciego, soltando el manto, de un salto se acerca a Jesús, que después de un breve diálogo en que constata su fe, le devuelve la vista.

b) La ceguera de este hombre es en el evangelio de Marcos el símbolo de otra ceguera espiritual e intelectual más grave. Sobre todo porque sitúa el episodio en medio de escenas en que aparece subrayada la incredulidad de los judíos y la torpeza de entendederas de los apóstoles.

Como cuando vamos al oculista a hacernos un chequeo de nuestra vista, hoy podemos reflexionar sobre cómo va nuestra vista espiritual. ¿No se podría decir de nosotros que estamos ciegos, porque no acabamos de ver lo que Dios quiere que veamos, o que nos conformamos con caminar por la vida entre penumbras, cuando tenemos cerca al médico, Jesús, la Luz del mundo? Hagamos nuestra la oración de Bartimeo: «Maestro, que pueda ver». Soltemos el manto y demos un salto hacia él: será buen símbolo de la ruptura con el pasado y de la acogida de la luz nueva que es él.

También podemos dejarnos interpelar por la escena del evangelio en el sentido de cómo tratamos a los ciegos que están a la vera del camino, buscando, gritando su deseo de ver. Jóvenes y mayores, muchas personas que no ven, que no encuentran sentido a la vida, pueden dirigirse a nosotros, los cristianos, por si les podemos dar una respuesta a sus preguntas. ¿Perdemos la paciencia como los discípulos, porque siempre resulta incómodo el que pide o formula preguntas? ¿O nos acercamos al ciego y le conducimos a Jesús, diciéndole amablemente: «ánimo, levántate, que te llama»?

Cristo es la Luz del mundo. Pero también nos encargó a nosotros que seamos luz y que la lámpara está para alumbrar a otros, para que no tropiecen y vean el camino. ¿A cuántos hemos ayudado a ver, a cuántos hemos podido decir en nuestra vida: «ánimo, levántate, que te llama»?

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 226-230

miércoles, 25 de mayo de 2016

Sólo es libre quien sirve a Dios y a los hermanos, como Cristo, por amor

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 8ª semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Marcos 10,32-45.
Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: “Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos: ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará". Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir". Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria". Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?". "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados". Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
Comentario

Camino de Jerusalén, ya cerca de la ciudad. Jesús «va delante»: firme, consciente de su destino. Anuncia por tercera vez la pasión. Tres veces quiere decir insistentemente. Los evangelistas presentan tan explícitas las predicciones, para resaltar que Jesús sabía adónde iba, y lo hacía con generosa libertad.

Como en las anteriores, también en esta última predicción podemos distinguir tres pasos: el anuncio, la incomprensión, el adoctrinamiento (cf. el comentario a Mc 8,27-38).

Anuncio. Es va casi un esquema o programa de los hechos. Subraya las humillaciones. El evangelista escribe para una Iglesia perseguida, que vive en clima de humillación social su propia "pasión".

Incomprensión. Dos de los más destacados en el grupo apostólico manifiestan claramente su ambición de gloria y privilegio. En contraste con la humillación del Hijo del hombre, la iniciativa de los dos hermanos resulta disonante, casi ridícula. Jesús «interpreta» y supera su deseo: tendrán ciertamente aquello que han pedido (la más íntima asociación de destino con el Maestro); pero a un nivel superior (el martirio), no como lo esperaban (la gloria en este mundo)...

Adoctrinamiento. Dirigido a todos los discípulos. Es decir, a todos los cristianos. Sobre todo a los que tendrán alguna especial responsabilidad en la Iglesia. No imitar a los gobernantes del paganismo, que gobiernan esclavizando. Fácil tentación de los dirigentes (cf. 1 Pe 5,2-3). Imitar, en cambio, al Hijo del hombre, el Rey universal y glorioso según Daniel (c. 7) que se ha hecho el servidor, no sólo de Yahvé (perspectiva de los "cánticos" en el Déutero-Isaías), sino también de los hombres (Flp 2,7-8).

Novedad cristiana de la autoridad-servicio. Servicio que se ha realizado en el acto supremo de dar la vida. Servicio-amor (= Jn 15,13). Único lugar del evangelio en que encontramos la palabra «rescate» (lytron), en el sentido teológico de redención. La gente sencilla de aquel tiempo relacionaría la palabra con la liberación de los esclavos o prisioneros de guerra. Los acostumbrados a leer la Biblia pensarían en la liberación de Israel al salir de Egipto. La noción cristiana de "rescate" o redención se amplía, identificándose con la liberación total -de todo pecado esclavitud y servilismo- a partir de la profunda interioridad personal de cada existencia humana. Sólo es libre quien sirve a Dios y a los hermanos, como Cristo, por amor.

I. GOMA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 896 s.

martes, 24 de mayo de 2016

Jesús anuncia recompensa a sus seguidores

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 8ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Marcos 10,28-31. 
Pedro le dijo a Jesús: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".  

Comentario

Dios no quiere que sus seguidores tengan puesto su corazón en la riqueza. Por eso Jesús invita al rico a dejar todos los bienes antes de entrar en la comunidad. ¿Cómo procurarse entonces dentro de ésta la subsistencia material si en ella no hay ricos y los que forman parte de ella lo han dejado todo para seguir a Jesús? 

En el evangelio de ayer Jesús respondía a esta pregunta diciendo que esto que parece “imposible humanamente hablando, no lo es para Dios, porque todo es posible para Dios”. Convencidos de esto o tal vez esperando una vida mejor, Pedro y sus compañeros lo habían dejado todo para seguir a Jesús. 

Ante esta situación Jesús responde con una promesa: “No hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y la buena noticia que no reciba en este tiempo cien veces más -casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones- y en la edad futura vida eterna”. Jesús les anuncia que esa generosidad y desprendimiento real de los bienes materiales y de la familia de sangre tendrá una recompensa aquí en la tierra y que además sus seguidores heredarán también la vida definitiva.

Los miembros de la comunidad cristiana o seguidores de Jesús, recibirán en la tierra mucho más de lo que dejaron: un nuevo hogar y una nueva familia entre cuyos miembros no habrá desigualdad ni dominio. Jesús omite de la lista la mención del padre de familia, símbolo de la autoridad, pues la comunidad será una comunidad de iguales. Esta sobreabundancia a la que solamente se llega por medio del compartir lo que se tiene y lo que se es no librará al discípulo de las persecuciones, de la hostilidad por parte de la sociedad, que no acepta este nuevo modo de ser y de vivir en el que el valor supremo no es el dinero sino el amor solidario; los seguidores de Jesús, además, heredarán la vida definitiva. ¿Nos creemos esto? Sabremos que lo vivimos en la medida en que nos desprendamos de nuestros bienes para seguir a Jesús en la comunidad practicando el amor solidario, que impide que mientras uno tienen de todo, otros carezcan de lo necesario.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
 

lunes, 23 de mayo de 2016

“Vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 8a. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Marcos 10,17-27. 
Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible". 
Comentario

a) Jesús se encuentra con un joven que quiere «heredar la vida eterna» y entabla con él un diálogo lleno de buena intención y de psicología.

El joven parece sincero. ¿Tal vez un poco demasiado seguro de su bondad: «todo eso lo he cumplido desde pequeño»? Jesús le mira con afecto, con esa mirada que tanto impresionó a sus discípulos: la mirada de afecto al joven de hoy o la de ira a los que no querían ayudar al enfermo en sábado, o la de perdón a Pedro después de su negación.

Al joven le propone algo muy radical: «una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme». El joven se retira pesaroso. No se atreve a dar el paso.
Jesús saca la lección: los ricos, los que están demasiado apegados a sus bienes, no pueden acoger el Reino: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja...».

b) Es una escena simpática: un joven inquieto que busca caminos y quiere dar un sentido más pleno a su vida.

Pero el diálogo, que prometía mucho, acaba en un fracaso. Tampoco Jesús consigue todo lo que quiere en su predicación, porque respeta con delicadeza la libertad de las personas. Algunos le siguen a la primera, dejándolo todo. como los apóstoles. Otros se echan atrás. Jesús se debió quedar triste. Había puesto su cariño en aquel joven. Más tarde mirará con tristeza a la higuera estéril, que es Israel. Y a los que han convertido el Templo en cueva de ladrones. El joven se convirtió en símbolo del pueblo elegido de Dios que, llegado el momento, no quiso aceptar el mensaje del Mesías. No tuvo fácil su misión Jesús de Nazaret. Aunque tal vez así nos anima más a nosotros si tampoco tenemos resultados muy halagüeños en nuestra misión educativa o familiar o eclesial.

Es que Jesús no pide «cosas», sino que pide la entrega absoluta. No se trata de «tener» o no tener, sino de «ser» y «seguir» vitalmente: «que cargue con su cruz cada día y me siga», «el que quiera guardar su vida, la perderá». A todos nos cuesta renunciar a lo que estamos apegados: las riquezas o las ideas o la familia o los proyectos o la mentalidad.

Cuando estamos llenos de cosas, menos agilidad para avanzar por el camino. El atleta que quiera correr con una maleta a cuestas conseguirá pocas medallas. Es el ejemplo que nos dio el mismo Jesús: «el cual, siendo de condición divina, se despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo, y se humilló hasta la muerte y muerte de cruz» (Fil 2,6-7).  Era rico y se hizo pobre por nosotros.

Los que han abrazado la vida religiosa han decidido imitar a Jesús más de cerca: han vendido todo y le han seguido. Si han querido hacer los votos de pobreza, celibato y obediencia, ha sido para poder caminar más ágilmente por el camino de las bienaventuranzas, para poder amar más, para estar disponibles para los demás, para ser libres interiormente, como Jesús. Todo ello, fiados no en sus fuerzas, sino en las de Dios: «es imposible para los hombres, no para Dios».

Todo cristiano puede seguir el camino de las bienaventuranzas. No se trata de que el discípulo de Jesús no pueda tener nada propio, sino de que no se apegue a lo que posee.

Que no intente servir a dos señores. Que lo relativice todo, para conseguir el tesoro y los valores que valen la pena, los que ofrece Cristo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 212-216
 

domingo, 22 de mayo de 2016

Bendita sea la santísima e indivisible Trinidad, ahora y por siempre

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo en que celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad.

Dios nos bendice,...

Evangelio según San Juan 16,12-15. 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."
Comentario


1.1 El 9 de febrero del año 2000 el papa Juan Pablo II nos regaló una reflexión preciosa sobre la presencia del misterio trinitario en la historia. Ofrecemos un aparte de su enseñanza, aunque la numeración aquí presentada es nuestra.

1.2 trataremos de ilustrar esta presencia de Dios en la historia, a la luz de la revelación trinitaria, que, aunque se realizó plenamente en el Nuevo Testamento, ya se halla anticipada y bosquejada en el Antiguo. Así pues, comenzaremos con el Padre, cuyas características ya se pueden entrever en la acción de Dios que interviene en la historia como padre tierno y solícito con respecto a los justos que acuden a él. Él es "padre de los huérfanos y defensor de las viudas" (Sal 68, 6); también es padre en relación con el pueblo rebelde y pecador.

1.3 Dos páginas proféticas de extraordinaria belleza e intensidad presentan un delicado soliloquio de Dios con respecto a sus "hijos descarriados" (Dt 32, 5). Dios manifiesta en él su presencia constante y amorosa en el entramado de la historia humana. En Jeremías el Señor exclama: "Yo soy para Israel un padre (...) ¿No es mi hijo predilecto, mi niño mimado? Pues cuantas veces trato de amenazarlo, me acuerdo de él; por eso se conmueven mis entrañas por él, y siento por él una profunda ternura" (Jr 31, 9. 20). La otra estupenda confesión de Dios se halla en Oseas: "Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. (...) Yo le enseñé a caminar, tomándolo por los brazos, pero no reconoció mis desvelos por curarlo. Los atraía con vínculos de bondad, con lazos de amor, y era para ellos como quien alza a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer. (...) Mi corazón está en mí trastornado, y se han conmovido mis entrañas" (Os 11, 1. 3-4. 8).

2. Junto a nosotros

2.1 Continúa enseñándonos el papa Juan Pablo II.

2.2 De los anteriores pasajes de la Biblia debemos sacar como conclusión que Dios Padre de ninguna manera es indiferente frente a nuestras vicisitudes. Más aún, llega incluso a enviar a su Hijo unigénito, precisamente en el centro de la historia, como lo atestigua el mismo Cristo en el diálogo nocturno con Nicodemo: "Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él" (Jn 3, 16-17). El Hijo se inserta dentro del tiempo y del espacio como el centro vivo y vivificante que da sentido definitivo al flujo de la historia, salvándola de la dispersión y de la banalidad. Especialmente hacia la cruz de Cristo, fuente de salvación y de vida eterna, converge toda la humanidad con sus alegrías y sus lágrimas, con su atormentada historia de bien y mal: "Cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32). Con una frase lapidaria la carta a los Hebreos proclamará la presencia perenne de Cristo en la historia: "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8).

2.3 Para descubrir debajo del flujo de los acontecimientos esta presencia secreta y eficaz, para intuir el reino de Dios, que ya se encuentra entre nosotros (cf. Lc 17, 21), es necesario ir más allá de la superficie de las fechas y los eventos históricos. Aquí entra en acción el Espíritu Santo. Aunque el Antiguo Testamento no presenta aún una revelación explícita de su persona, se le pueden "atribuir" ciertas iniciativas salvíficas. Es él quien mueve a los jueces de Israel (cf. Jc 3, 10), a David (cf. 1 S 16, 13), al rey Mesías (cf. Is 11, 1-2; 42, 1), pero sobre todo es él quien se derrama sobre los profetas, los cuales tienen la misión de revelar la gloria divina velada en la historia, el designio del Señor encerrado en nuestras vicisitudes. El profeta Isaías presenta una página de gran eficacia, que recogerá Cristo en su discurso programático en la sinagoga de Nazaret: "El Espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, pues Yahveh me ha ungido, me ha enviado a predicar la buena nueva a los pobres, a sanar los corazones quebrantados, a anunciar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad, y a promulgar el año de gracia de Yahveh" (Is 61, 1-2; cf. Lc 4, 18-19).

2.4 El Espíritu de Dios no sólo revela el sentido de la historia, sino que también da fuerza para colaborar en el proyecto divino que se realiza en ella. A la luz del Padre, del Hijo y del Espíritu, la historia deja de ser una sucesión de acontecimientos que se disuelven en el abismo de la muerte; se transforma en un terreno fecundado por la semilla de la eternidad, un camino que lleva a la meta sublime en la que "Dios será todo en todos" (1 Co 15, 28). El jubileo, que evoca "el año de gracia" anunciado por Isaías e inaugurado por Cristo, quiere ser la epifanía de esta semilla y de esta gloria, para que todos esperen, sostenidos por la presencia y la ayuda de Dios, en un mundo nuevo, más auténticamente cristiano y humano.

2.5 Así pues, cada uno de nosotros, al balbucear algo del misterio de la Trinidad operante en nuestra historia, debe hacer suyo el asombro adorante de san Gregorio Nacianceno, teólogo y poeta, cuando canta: "Gloria a Dios Padre y al Hijo, rey del universo. Gloria al Espíritu, digno de alabanza y todo santo. La Trinidad es un solo Dios, que creó y llenó todas las cosas..., vivificándolo todo con su Espíritu, para que cada criatura rinda homenaje a su Creador, causa única del vivir y del durar. La criatura racional, más que cualquier otra, lo debe celebrar siempre como gran Rey y Padre bueno" (Poemas dogmáticos, XXI, Hymnus alias: PG 37, 510-511).

http://fraynelson.com/homilias.html.