¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y
meditar el Evangelio, en este Domingo 24o del Tiempo Ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: 24º Domingo del tiempo ordinario (C)
Lectio
Domingo, 15
Septiembre , 2019
Las
parábolas de las cosas perdidas
Reencontrar
a Dios en la vida
Lucas
15,1-32
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu
Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual
Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la
Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios
en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que
parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida
y resurrección.
Crea en nosotros el
silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que
sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los
discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y
testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de
fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María,
que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura
a)
Clave de lectura:
El evangelio de hoy
nos presenta tres parábolas para ayudarnos a profundizar en nosotros la imagen
de Dios. La imagen que una persona tiene de Dios influye mucho en su modo de
pensar y de obrar. Por ejemplo, la imagen de Dios, juez severo, da miedo y vuelve
a la persona muy sumisa y pasiva o rebelde y revolucionaria. La imagen
patriarcal de Dios, o sea, Dios patrón, amo , fue y todavía es usada para
legitimar las relaciones de poder y dominio, tanto en la sociedad como en la
Iglesia, en la familia como en la comunidad. En tiempos de Jesús, la idea que
la gente tenía de Dios era la de uno muy distante, severo, juez que amenazaba
con el castigo. Jesús revela una nueva imagen de Dios: Dios Padre, lleno de
ternura con todos y con cada uno en particular. Y esto es lo que las tres
parábolas de este domingo nos quieren comunicar.
A lo largo de la
lectura, trata de fijarte en cada detalle, más bien, deja que las parábolas
entren en ti y te provoquen. Intenta descubrir lo que tienen de común y trata
de confrontarlas con la idea de Dios que tú tienes. Sólo después, intenta
analizar los detalles de cada parábola: conducta, gestos, palabras, lugar,
ambiente, etc.
b)
Una división del texto para ayudar en la lectura
Lucas 15,1-3: La clave
que abre el significado de las tres parábolas
Lucas 15,4-7: En la 1ª
parábola, tú estás invitado a buscar la oveja perdida
Lucas 15,8-10: En la
2ª parábola, la mujer intenta encontrar la moneda perdida
Lucas 15,11-32: En la
3ª parábola, el padre trata de encontrar a su hijo perdido
Lucas 15,11-13: La
decisión del hijo menor
Lucas 15,14-19: La
frustración del hijo menor y el deseo de volver a la casa del Padre
Lucas 15,20-24: La
alegría del Padre al encontrar al hijo menor
Lucas 15, 25-28b: La
reacción del hijo mayor
Lucas 15, 28a-30: La
conducta del Padre con el hijo mayor y la respuesta del hijo
Lucas 15, 31-32: La
respuesta final del Padre
c)
Texto:
1 Todos los publicanos y los pecadores se
acercaban a él para oírle.2 Los fariseos y los escribas
murmuraban, diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos.» 3 Entonces les dijo esta parábola:
La oveja perdida
4 «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si
pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va a buscar
la que se perdió, hasta que la encuentra? 5 Cuando la
encuentra, se la pone muy contento sobre los hombros 6y, llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: `Alegraos
conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.' 7Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad
de conversión.
La dracma perdida
8 «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde
una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que
la encuentra? 9 Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y
vecinas y les dice: `Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había
perdido.' 10 Pues os digo que, del mismo modo, hay alegría
entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»
El hijo perdido y el
hijo fiel: El hijo pródigo
11 Dijo: «Un hombre tenía dos hijos.12 El menor de ellos dijo al padre: `Padre, dame la parte de la
hacienda que me corresponde.' Y él les repartió la hacienda.13 Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un
país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
14 «Cuando se lo había gastado todo, sobrevino un
hambre extrema en aquel país y comenzó a pasar necesidad. 15 Entonces fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país,
que le envió a sus fincas a apacentar puercos. 16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los
puercos, pues nadie le daba nada. 17 Y entrando en
sí mismo, dijo: `¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia,
mientras que yo aquí me muero de hambre! 18 Me
levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante
ti. 19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame
como a uno de tus jornaleros.' 20 Y,
levantándose, partió hacia su padre.
«Estando él todavía
lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó
efusivamente. 21 El hijo le dijo: `Padre, pequé contra el cielo y
ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.' 22 Pero el padre dijo a sus siervos: `Daos prisa; traed el mejor
vestido y vestidle, ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los
pies. 23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y
celebremos una fiesta, 24 porque este
hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido
hallado.' Y comenzaron la fiesta.
25 «Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver,
cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; 26 y, llamando a uno de los criados, le preguntó qué era
aquello. 27 Él le dijo: `Ha vuelto tu hermano y tu padre ha
matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.' 28 Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba. 29 Pero él replicó a su padre: `Hace tantos años que te sirvo, y
jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para
tener una fiesta con mis amigos; 30 y ¡ahora que ha
venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado
para él el novillo cebado!'
31 «Pero él le dijo: `Hijo, tú siempre estás
conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32 pero convenía
celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha
vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado.'»
3. Un momento de
silencio orante
para que la Palabra de
Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la
meditación y en la oración.
a) ¿Cuál es el punto
de las tres parábolas que más te ha gustado o que ha llamado más tu atención?
b) ¿Cuál es el punto
central de la parábola de la oveja perdida?
c) ¿Cuál es el punto
central de parábola de la moneda perdida?
d) ¿Cuál es la
conducta del hijo menor y cuál es la idea que se forma del padre?
e) ¿Cuál es la
conducta del hijo mayor y cuál es la idea que se forma del padre?
f) ¿Cuál es la
conducta del padre con cada uno de los hijos?
g) ¿Con cuál de los
dos hijos me identifico: con el mayor o con el menor? ¿Por qué?
h) ¿Qué tienen en
común estas tres parábolas?
i) ¿Refleja nuestra
comunidad algo de la ternura de Dios Padre?
5. Para aquéllos que
quisiesen profundizar aun más en el tema
a)
Contexto de entonces y de ahora:
El capítulo 15 del
evangelio de Lucas ocupa un puesto central en el largo camino de Jesús hacia
Jerusalén. Este camino comienza en Lucas 19,20. El capítulo 15 es como la cima
de la colina desde la cual se contempla el camino recorrido y desde donde es posible
observar lo que falta de camino. Es el capítulo de la ternura y de la
misericordia acogedora de Dios, temas que se encuentran en el centro de las
preocupaciones de Lucas. Las comunidades deben ser una revelación del rostro de
este Dios para la humanidad.
Se trata de tres
parábolas. Las parábolas de Jesús tienen un objetivo bien preciso. Por medio de
estas breves historias sacadas de la vida real intentan conducir a quien las
escucha a reflexionar sobre la propia vida y a descubrir en ella un determinado
aspecto de la presencia de Dios. En las parábolas las historias de vida son de
dos tipos. Algunas historias no son normales y no suelen suceder en la vida de
cada día. Por ejemplo, el comportamiento de bondad del Padre con el hijo menor
no es normal. En general, los padres tienen conductas más severas con los hijos
que obran como el hijo menor de la parábola. Las otras historias son normales y
suelen suceder en la vida cotidiana, como por ejemplo, la conducta de la mujer
que barre la casa para buscar la moneda perdida. Como veremos, se trata de
diversos modos de obligar a las personas a reflexionar sobre la vida y sobre la
presencia de Dios en la vida.
b)
Comentario del texto:
Lucas 15,1-2: La
clave que abre el sentido de las tres parábolas
Las tres parábolas del
capítulo 15 están precedidas de esta información inicial: “Todos los publicanos
y pecadores se acercaron para escuchar a Jesús. Pero los fariseos y escribas
murmuraban: “¡Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos!” (Lc 15,1).
Por un lado están los pecadores y publicanos, por el otro fariseos y escribas,
y en medio de los dos grupos Jesús. Era lo que estaba sucediendo también en los
años 80, cuando Lucas escribe su evangelio. Los paganos se acercaban a las
comunidades cristianas, queriendo entrar y participar. Muchos hermanos judíos
murmuraban diciendo que acoger a un pagano era contra las enseñanzas de Jesús.
Las tres parábolas les ayudaban a discernir. En las tres se advierte la misma
preocupación: mostrar lo que se debe hacer para encontrar lo que se ha perdido:
la oveja descarriada (Lc 15,4-7), la moneda perdida (Lc
15,8-10), los dos hijos perdidos (Lc 15,11-32).
Lucas 15,3-7: En
la 1ª parábola, la invitación que se te hace es para encontrar la oveja perdida
Jesús se dirige a los
que lo escuchan: “Si uno de vosotros tiene cien ovejas…” Él
dice “uno de vosotros” . Lo cual significa que tú/vosotros sois
interpelados. ¡Tú, él, todos nosotros somos interpelados! Estamos invitados a
confrontarnos con la extraña y poco probable historia de la parábola. Jesús
pregunta: “¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las
noventa y nueve en el desierto y va tras aquella perdida, hasta que la
encuentra?” Y tú, ¿qué responde a la pregunta de Jesús? Viendo como viene
formulada la pregunta, se entiende que Jesús piensa que la respuesta debe ser
positiva. ¿Pero será así? ¿Será positiva? ¿Tú correrías el riesgo de perder
noventa y nueve ovejas por encontrar a la que se ha perdido? En mi corazón oigo
otra respuesta: “Lo siento mucho, pero yo no puedo hacer esto. ¡Sería una
locura abandonar las noventa y nueve ovejas en el desierto por encontrar la
oveja perdida! Pero el amor de Dios supera las normas de comportamiento
normales. Sólo Dios puede realizar una semejante locura, tan extraña, tan
lejana de lo que normalmente hacen los seres humanos. El contraste de esta
parábola es la crítica de los escribas y fariseos contra Jesús (Lc15,2). Ellos
se consideraban perfectos y despreciaban a los otros, acusándoles de pecadores.
Jesús dice: “Pero yo os digo: habrá más fiesta en el cielo por un pecador que
se arrepiente, que por los noventa y nueve justos que no tienen necesidad de
conversión”. Y en otra ocasión dice: “¡Los pecadores y las prostitutas os
precederán en el reino de los cielos!” (Mt 21,31) Según Jesús, Dios está más
satisfecho con la conversión de un publicano o de un pecador, que con noventa y
nueve fariseos y escribas justos . Está más satisfecho con la conversión de un
ateo que jamás va a la iglesia, que con noventa y nueve católicos que se dicen
practicantes y fieles y desprecian a ateos y prostitutas. ¡Es desconcertante
esta imagen diversa de Dios que Jesús comunica a los doctores, a los fariseos y
a todos nosotros!
Lucas 15,8-10: En
la 2ª parábola, la mujer intenta encontrar la moneda perdida
Esta parábola es
diversa. La breve historia de la moneda perdida alude al comportamiento normal
de la mujeres pobres, que no tienen mucho dinero. La mujer de la parábola
apenas tiene diez monedas de plata. En aquel tiempo un dracma valía un día de
trabajo. Para las mujeres que son pobres diez dracmas es mucho dinero. Por
esto, cuando pierden una de estas monedas, tratan de encontrarla y barren toda
la casa hasta que la encuentran. Y cuando la encuentran, la alegría es inmensa.
La mujer de la parábola va a hablar con las vecinas: “¡He encontrado la moneda
que había perdido!”. Las personas pobres que escuchan la historia, dirán: “¡Muy
bien. Así hacemos en casa! ¡Cuando encontramos la moneda perdida la alegría es
enorme!” Pues bien, por grande que sea la alegría y muy comprensible de las
mujeres pobres, cuando encuentran la moneda perdida, Dios se alegra todavía más
por un pecador que se convierte!
Lucas
15,11-32: En la 3ª parábola, el padre trata de encontrarse de nuevo con
los dos hijos perdidos
Esta parábola es muy
conocida y en ella encontramos cosas que por lo regular suceden en la vida y
otras que no suceden. El título tradicional es “El Hijo Pródigo”. En realidad,
la historia de la parábola no habla sólo del hijo menor, sino más bien describe
la conducta de los dos hijos, acentuando el esfuerzo del padre por reencontrar
a los dos hijos. La localización de esta parábola en el capítulo central del
evangelio de Lucas indica su importancia para la interpretación de todo el
mensaje contenido en el Evangelio de Lucas.
Lucas
15,11-13: La decisión del hijo menor
Un hombre tenía dos
hijos. El menor pide la parte de la herencia que le toca. El padre divide todo
entre ellos. Tanto el mayor como el menor reciben su parte. Recibir la herencia
no es un mérito. Es un don gratuito. La herencia de los dones de Dios está distribuida
entre todos los seres humanos, tanto judíos como paganos, ya sean cristianos o
no cristianos. Todos tienen algo de la herencia del Padre. Pero no todos la
cuidan de la misma forma. Así, el hijo menor se va lejos, y disipa su heredad
con una vida disoluta, olvidando al Padre. Todavía no se habla del hijo mayor
que recibió también su parte de la herencia. Más adelante sabremos que él
continúa en casa, llevando la vida de siempre, trabajando en el campo. En
tiempos de Lucas, el mayor representaría la comunidad venida del judaísmo; el
menor la comunidad venida del paganismo. Y hoy , ¿quién es el mayor y quién es
el menor? ¿Acaso los dos existen en cada uno de nosotros?
Lucas
15,14-19: La frustración del hijo más joven y el deseo de volver a la casa
del Padre
La necesidad de tener
que comer hace perder al hijo menor su libertad y se vuelve esclavo para
ocuparse de cerdos. Recibe un trato peor que el dado a los puercos. Esta era la
condición de millones de esclavos en el imperio romano en los tiempos de Lucas.
Esta situación hace que el hijo más joven empiece a acordarse de la casa del
Padre: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen pan en abundancia y yo
aquí me muero de hambre!” Examina su propia vida y decide volver a casa.
Prepara hasta las palabras que dirá a su Padre: “Me levantaré e iré a mi padre
y le diré: Padre he pecado contra el cielo y contra ti: no soy digno de ser
llamado tu hijo. Trátame como uno de tus criados!”. El empleado sigue las
órdenes, cumple la ley de la servidumbre. El hijo menor quiere cumplir la ley,
como querían los fariseos y los escribas en tiempos de Jesús (Lc 15,1). Era lo
que los misioneros de los fariseos imponían a los paganos que se convertían al
Dios de Abrahán (Mt 23,15). En tiempos de Lucas, los cristianos venidos del
judaísmo querían que los cristianos convertidos del paganismo, se sometieran
también ellos al yugo de la ley (Act 15,1ss).
Lucas
15,20-24: La alegría del Padre al encontrarse de nuevo con el hijo menor
La parábola dice que
el hijo menor todavía estaba lejos de la casa, pero el Padre lo vio, corrió al
encuentro y lo cubrió de besos. Jesús nos da la impresión de que el Padre
esperaba todo el tiempo en la ventana, mirando en lontananza, para ver asomar
al hijo por el camino. Según nuestro modo de sentir y de pensar, la alegría del
Padre nos parece un poco exagerada. Él no deja al hijo pronunciar las palabras
que éste había preparado. ¡No escucha! El Padre no quiere que su hijo sea su
esclavo. Quiere que sea su hijo. Y esta es la gran Noticia que Jesús nos trae.
¡Túnica nueva, sandalias nuevas, anillo al dedo, cordero, fiesta! En esta
inmensa alegría del encuentro, Jesús deja también entrever la gran tristeza del
Padre por la pérdida del hijo. Dios estaba muy triste y de esto se da cuenta
ahora la gente, viendo la enorme alegría del Padre que se encuentra de nuevo
con el hijo. Es una alegría compartida con todos en la fiesta que ordena
preparar.
Lucas 15,
25-28b: La reacción del hijo mayor
El hijo mayor vuelve
del trabajo y ve que hay fiesta en casa. No entra. Quiere saber qué sucede
Cuando se ha puesto al corriente del motivo de la fiesta, siente mucha rabia
dentro de sí y no quiere entrar. Encerrado en sí mismo piensa tener su derecho.
No le gusta la fiesta y no entiende la alegría del Padre. Señal de que no tenía
mucha intimidad con el Padre, aun viviendo en la misma casa. Y si hubiese
tenido tal intimidad, hubiera notado la inmensa tristeza del Padre por la
pérdida del hijo menor y hubiera entendido su alegría por el regreso. Quien se
preocupa mucho de observar la ley de Dios, corre el riesgo de olvidar a Dios
mismo. El hijo menor, que ha estado viviendo lejos de la casa, parece conocer
al Padre mejor que el mayor, que vive en su misma casa. Y así el más joven
tiene el valor de volver a la casa del Padre, mientras el mayor no quiere
entrar en la casa del Padre. Este no quiere ser hermano, no se da cuenta que el
Padre, sin él, perderá la alegría, porque también él, el mayor, es hijo como el
menor.
Lucas 15. 28ª-30: La
conducta del Padre con el hijo mayor y la respuesta del hijo
El Padre sale de la
casa y ruega al hijo mayor que entre. Pero éste contesta: “Hace tantos años que
te sirvo, y jamás he dejado de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado
un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. Y ahora que este tu hijo, que ha
despilfarrado todas su haberes con prostitutas regresa, para él has matado el
novillo cebado.” El hijo mayor se gloría de la observancia cumplida: Jamás he
dejado de cumplir una orden tuya. Aunque quiere a su hermano como tal, no lo
llama hermano, sino “ este hijo tuyo”, como si no fuese su hermano. Y es él, el
mayor, quien habla de prostitutas. Es su malicia la que interpreta así la vida
de su joven hermano. ¡Cuántas veces el hermano mayor interpreta mal la vida del
hermano menor! ¡Cuántas veces nosotros los católicos interpretamos mal la vida
de los otros! El comportamiento del Padre es distinto. Él sale de casa para los
dos hijos. Acoge al hijo joven, pero no quiere perder al mayor. Los dos forman
parte de la familia. ¡El uno no puede excluir al otro!
Lucas
15,31-32: La respuesta final del Padre
Así como el Padre no
presta atención a los argumentos del hijo menor, tampoco tiene en cuenta los
argumentos del mayor y le dice: “¡Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo que
es mío es tuyo; pero era necesario hacer fiesta y alegrarse, porque este tu hermano
estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado!” ¿Era
consciente el mayor de estar siempre con el Padre y de encontrar en esta
presencia la causa de su alegría? La expresión del Padre: “¡Todo lo mío es
tuyo!” incluye también al hijo menor que ha vuelto. El mayor no tiene derecho a
hacer distinciones. Si él quiere ser hijo del Padre, deberá aceptarlo como es,
y no como le gustaría que el Padre fuese. Esto nos toca a nosotros. Pues todos
somos hermanos mayores.
c)
Ampliando informaciones:
Las dos economías: la
Casa del Padre, la Casa del Patrón
Esta parábola es
conocida como la parábola de “El hijo pródigo”, y esto deja insinuar el lado
económico. En definitiva, pródigo significa aquel que gasta , a mano
abierta, aunque esto es un detalle secundario en la parábola. En verdad, el
punto central del texto se encuentra en la elección que el seguidor de Jesús
debe hacer cada día: elección entre la Casa del Padre o el sistema de compartir
y la casa del patrón o el sistema de acumulación.
La parábola comienza
con un joven que pide al padre la parte de la herencia, porque se quiere ir de
la casa (Lc 15,12). Salir de la casa del Padre exige que la persona tenga una
única cosa que el mundo acepta de buen grado: dinero. Sin dinero, el joven no
conseguirá a enfrentarse con el mundo. Pero el joven no tenía la madurez
suficiente para administrar el dinero con una vida desenfrenada (Lc 15,13).
Para colmo de males, después de acabársele el dinero que tenía, pasa por
dificultades económicas, que en la Biblia vienen siempre definidas con la
palabra “hambre”. En el mundo bíblico existe la carestía, sólo si la estructura
económica entra en colapso. Así pues, el joven empieza a encontrarse en la
necesidad (Lc 15,14).
Enfrentarse a las
dificultades engendra madurez. El joven se da cuenta de que necesita dinero
todavía para sobrevivir en este mundo. Y así, por la primera vez en su vida, va
en busca de un trabajo (Lc 15,15). Entra por tanto en la Casa del Patrón, que
lo manda a ocuparse de los cerdos. Pero el hambre es mucha, el salario no es
suficiente y él intenta saciar el hambre comiendo de lo que se le ha dado a los
puercos (Lc 15,16). Mientras tanto, en la casa del patrón las cosas no son tan
fáciles: la comida de los puercos es para los puercos. El jornalero debe comer
del salario que gana sirviendo. Tanto como el hambre del jornalero, es la
preocupación del patrón por engordar a los cerdos. El joven descubre que en la
casa del patrón se le niega la comida, no se comparte en la casa del patrón, ni
siquiera la comida de los cerdos.¡Cada uno para sí!
A partir de la
experiencia vivida en la casa del patrón, el joven comienza a comparar la
situación actual con la situación que se vive en la casa de su padre. En
la Casa del Padre los jornaleros no tienen hambre, porque el pan se
comparte con todos los jornaleros. En la casa del Padre ninguno se queda sin
comer, mucho menos los jornaleros. El joven decide entonces volver a la casa
del Padre. Ahora, ya tiene la suficiente madurez para reconocer que no puede
ser considerado como hijo y pide al padre un trabajo. En la casa del padre los
trabajadores no tienen hambre, porque se comparte el pan.
Algunos creen que el
hijo vuelve porque tiene hambre. Su regreso sería un oportunismo. No se trata
de esto, sino más bien de una elección por un determinado modelo de casa. En la
casa del patrón, nada se comparte, ni siquiera las algarrobas de los cerdos. En
la casa del Padre, ninguno tiene hambre, porque la misión de la Casa del Padre
es la de “saciar de bienes a los hambrientos” (Lc 1,53). El compartir es lo que
impide que haya hambre en la casa del Padre. Pero el joven descubre esto,
porque en la casa del patrón tiene hambre. Comparando los dos modelos de casa
el joven hace su elección: prefiere ser un empleado en la casa de su padre,
lugar del compartir, lugar en el que nadie tiene hambre, donde todos se sacian.
Así regresa a casa del padre pidiendo un trabajo (Lc 15,17-20).
Colocando esta
reflexión en el corazón de su Evangelio, Lucas está dando un aviso a las
comunidades cristianas que se están organizando en el sistema económico del
imperio romano, Este sistema está simbolizado en la parábola por la casa
del patrón, donde los cerdos reciben más atención que los trabajadores, o sea,
lo invertido más que el trabajo. En la Casa del Padre, o sea, en la casa de los
cristianos, no puede dominar este sistema. Los cristianos deben centralizar su
vida en el compartir los bienes. Compartir los bienes quiere decir romper con
el sistema imperial de la dominación. Quiere decir romper con la casa del
patrón. En el libro de las Actas vemos que una de las características de la
comunidad cristiana estaba en el compartir los bienes (Act 2,44-45; 4,32-37).
Lucas quiere
recordarnos que la señal mayor del Reino es la mesa común en la Casa del Padre,
quiere decir, compartir todo en la mesa común de la comunidad. Ninguno puede
ser excluido de esta mesa. Todos estamos llamados a compartir. Como recordamos
continuamente en nuestras celebraciones: no hay ninguno tan pobre que no pueda
compartir algo. Y no hay uno tan rico que no tenga nada que recibir. La mesa
común se construye con el compartir de todos. Y así la fiesta en la Casa del
Padre será eterna.
Las tres parábolas
tienen algo en común: la alegría y la fiesta. Quien experimenta la entrada
gratuita y sorprendente del amor de Dios en la propia vida se alegra y quiere
comunicar esta alegría a todos. La obra de salvación de Dios es fuente de
alegría y gozo: “¡Alegraos conmigo!” (Lc 15,6-9) Y precisamente de esta
experiencia de la gratuidad de Dios nace el estar alegres y festejar. (Lc
15,32). Al final de la parábola, el Padre pide que haya alegría y fiesta. La
alegría parecía que disminuyese por el hermano mayor que no quiere entrar.
Piensa en una alegría sólo con sus amigos y no con todos los demás, de la misma
familia humana. Representa a aquellos que se consideran justos y no tienen
necesidad de conversión.
6. Oración de un
Salmo
Salmo
63(62): Tu amor vale más que la vida
Dios, tú mi Dios, yo
te busco,
mi ser tiene sed de
ti,
por ti languidece mi
cuerpo,
como erial agotado,
sin agua.
Así como te veía en el
santuario,
contemplando tu fuerza
y tu gloria,
-pues tu amor es mejor
que la vida,
por eso mis labios te
alaban-,
así quiero bendecirte
en mi vida,
levantar mis manos en
tu nombre;
me saciaré como de
grasa y médula,
mis labios te alabarán
jubilosos.
Si acostado me vienes
a la mente,
quedo en vela
meditando en ti,
porque tú me sirves de
auxilio
y exulto a la sombra
de tus alas;
mi ser se aprieta
contra ti,
tu diestra me
sostiene.
Mas los que tratan de
acabar conmigo,
¡caigan en las
honduras de la tierra!
¡Sean pasados a filo
de espada,
sirvan de presa a los
chacales!
Pero el rey en Dios se
alegrará,
el que jura por él se
felicitará,
cuando cierren la boca
a los mentirosos.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos
gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que
tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo
que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos
no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los
siglos. Amén.
Orden de los
Carmelitas