miércoles, 5 de agosto de 2009

JESÚS ACOGE A LOS EXCLUIDOS DE LA SOCIEDAD

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y luego a meditar la Palabra de Dios que la Iglesia nos propone para hoy miércoles 18º. del tiempo ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 15,21-28.

Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio". Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos". Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel". Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórreme!". Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros". Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!". Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!". Y en ese momento su hija quedó curada.

REFLEXIÓN

Para comprender mejor este texto del Evangelio hay que ubicarlo en el contexto histórico en el que vivió Jesús, marcado por el machismo, el racismo y el odio a lo extranjero. La misma comunidad cristiana no fue ajena a actitudes que obstaculizaban la universalidad de la salvación.

La mujer pagana, excluida por los judíos, debe gritar insistentemente para que los discípulos de Jesús intercedan por ella. Y con su actitud inicial, Jesús les hace caer en la cuenta de la magnitud de la exclusión, pero finalmente actúa misericordioso en favor de quien ha demostrado una gran fe.

Jesús se salta todas las barreras de la cultura, de la ley y la tradición, y demuestra que su solidaridad y compasión están por encima de cualquier frontera. Cuando Jesús dialoga con mujeres y reconoce su dignidad: la samaritana (Jn 4, 7-30) o la pecadora (Jn 8,3-11), o cuando cura a un leproso, tenido por impuro y aislado en la sociedad de su tiempo (Mc 1, 40-45), o se sienta a la mesa con publicanos y pecadores (Mc 2,15-17), rompe con la mentalidad vigente y establece el verdadero valor de las personas como hijos de Dios y merecedores del Reino.

Tal vez este episodio nos haga reconocer que nosotros somos unos privilegiados y que a veces olvidamos la humildad que debemos expresar ante Dios y ante nuestros semejantes y la coherencia que debemos demostrar entre nuestra fe y nuestra vida. Es posible que “miremos por encima del hombro” a quienes no creen como nosotros, ni oran como nosotros ni pertenecen a nuestro círculo social, y no advirtamos que los “excluidos” también tienen derecho a la salvación universal que ofrece Jesús.

A pesar de dos mil años de cristianismo, la exclusión y la marginación de ciertas categorías de personas continúan hoy en la sociedad. Por ejemplo, los enfermos de sida, los desplazados, los homosexuales, los pordioseros, los pecadores, etc. ¿Cuáles son hoy, en tu país, las categorías de personas excluidas y marginadas? ¿Cuál es tu actitud ante ellas?