¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este lunes 2 del tiempo ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Heb 5,1-10):
Todo sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está
puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y
sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y
extraviados, porque también él está sujeto a debilidad. A causa de ella, tiene
que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie
puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de
Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote,
sino que la recibió de aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado
hoy»; o, como dice en otro pasaje: «Tú eres sacerdote para siempre según el
rito de Melquisedec».
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó
oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por
su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y,
llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en
autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote según el rito de
Melquisedec.
Salmo responsorial: 109
R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y
haré de tus enemigos estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus
enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo
mismo te engendré, desde el seno, antes de la aurora».
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según el
rito de Melquisedec».
Versículo antes del Evangelio (Heb 4,12):
Aleluya. La palabra de Dios es viva y eficaz y descubre los pensamientos e intenciones del corazón. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 2,18-22):
Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban
ayunando, vienen y le dicen a Jesús: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan
y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?». Jesús les
dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con
ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que
les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día.
»Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro
modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón
peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino
reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos:
sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos».
Comentario
Hoy comprobamos cómo los judíos, además del ayuno
prescrito para el Día de la Expiación (cf. Lev 16,29-34) observaban muchos
otros ayunos, tanto públicos como privados. Eran expresión de duelo, de
penitencia, de purificación, de preparación para una fiesta o una misión, de
petición de gracia a Dios, etc. Los judíos piadosos apreciaban el ayuno como un
acto propio de la virtud de la religión y muy grato a Dios: el que ayuna se
dirige a Dios en actitud de humildad, le pide perdón privándose de aquellas cosas
que, satisfaciéndole, le hubieran apartado de Él.
Que Jesús no inculque esta práctica a sus discípulos y a los que le escuchan,
sorprende a los discípulos de Juan y a los fariseos. Piensan que es una omisión
importante en sus enseñanzas. Y Jesús les da una razón fundamental: «¿Pueden
acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?» (Mc
2,19). El esposo, según la expresión de los profetas de Israel, indica al mismo
Dios, y es manifestación del amor divino hacia los hombres (Israel es la
esposa, no siempre fiel, objeto del amor fiel del esposo, Yahvé). Es decir,
Jesús se equipara a Yahvé. Está aquí declarando su divinidad: llama a sus
discípulos «los amigos del esposo», los que están con Él, y así no necesitan
ayunar porque no están separados de Él.
La Iglesia ha permanecido fiel a esta enseñanza que, viniendo de los profetas e
incluso siendo una práctica natural y espontánea en muchas religiones,
Jesucristo la confirma y le da un sentido nuevo: ayuna en el desierto como
preparación a su vida pública, nos dice que la oración se fortalece con el
ayuno, etc.
Entre los que escuchaban al Señor, la mayoría serían pobres y sabrían de
remiendos en vestidos; habría vendimiadores que sabrían lo que ocurre cuando el
vino nuevo se echa en odres viejos. Les recuerda Jesús que han de recibir su
mensaje con espíritu nuevo, que rompa el conformismo y la rutina de las almas
avejentadas, que lo que Él propone no es una interpretación más de la Ley, sino
una vida nueva.
Rev. D. Joaquim VILLANUEVA i Poll (Barcelona, España)
Evangeli.net