¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, a través del
método de la lectio divina, en este viernes de la segunda
semana de Pascua.
Dios
nos bendice...
LECTIO
Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 5,34-42
En aquellos días, 34 un
fariseo llamado Gamaliel, doctor de la Ley y respetado por todo el pueblo, se
levantó en el Sanedrín, mandó que sacaran fuera a los acusados unos
momentos 35 y dijo:
— Israelitas, pensad
bien lo que vais a hacer con estos hombres. 36 Porque hace
algún tiempo apareció un tal Teudas con la pretensión de ser alguien
importante, y le siguieron unos cuatrocientos hombres, pero fue ejecutado y
todos lo que lo seguían se dispersaron. 37 Después de
éste, surgió Judas el Galileo en los días del empadronamiento, y arrastró
detrás de sí al pueblo, pero también él pereció y todos sus secuaces se
dispersaron. 38 En este caso mi consejo es que no os
preocupéis de estos hombres y los dejéis en paz, porque, si su empresa y su
obra son humanas, se desvanecerán, 39 pero si proceden de
Dios no podréis destruirlas. No corráis el riesgo de luchar contra Dios.
40 Hicieron llamar a
los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los
soltaron. 41 Ellos salieron de la presencia del Sanedrín
gozosos de haber merecido tal ultraje por causa de aquel nombre.
Lucas presenta siempre a los fariseos bajo una luz favorable. De Gamaliel dice que es fariseo, es decir, uno de los que, además de llevar una vida observante, creen en la resurrección. La intervención del doctor de la Ley se muestra prudente y resulta decisiva. A partir de dos ejemplos de rebeliones, citados asimismo por el historiador Flavio Josefo, que acabaron al poco de empezar, enuncia un principio de no intervención, en nombre de la constante intervención de Dios en favor de su pueblo. No se puede ir contra el obrar divino mediante una intervención humana.
Los apóstoles quedan en
libertad después de -como Jesús- haber sido azotados. Es digna de señalar la
alegría que sienten por haber merecido ese ultraje por amor al Nombre. Aparece
aquí un eco de la realización de la bienaventuranza de los perseguidos: «Bienaventurados
seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y
proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hijo del hombre» (Lc
6,22). Pero hemos de señalar también que aquí se habla del Nombre en absoluto
para indicar a Jesús. En el judaísmo se empleaba la expresión «el Nombre» para
decir «Dios». Los Hechos de los Apóstoles llevan a cabo está atrevidísima
sustitución para expresar que Dios obra en Jesús, que Dios se identifica con
él.
Más aún: el hecho de que
los apóstoles enseñen en el templo significa que, a pesar de las
incomprensiones y los abusos de poder de las autoridades, la Iglesia de
Jerusalén se consideraba aún en el ámbito del judaísmo. Ahora diríamos: era aún
una «corriente», una «secta» del judaísmo. Éste, en aquel período, se mostraba,
teniendo en cuenta todos los elementos, más bien tolerante. Hasta que llegó el
ciclón Esteban, que obligó a dar un decisivo y doloroso giro, aunque vital.
Evangelio: Juan 6,1-15
Algún tiempo después,
Jesús pasó al otro lado del lago de Tiberíades. 2 Lo seguía mucha gente, porque
veían los signos que hacía con los enfermos. 3 Jesús subió a un monte y se sentó
allí con sus discípulos. 4 Estaba próxima la fiesta judía de la pascua. 5 Al
ver aquella muchedumbre, Jesús dijo a Felipe:
- ¿Dónde podríamos comprar pan para dar de comer
a todos éstos?
6 Dijo esto para ver su
reacción, pues él ya sabía lo que iba a hacer. 7 Felipe le contestó:
- Con doscientos denarios no compraríamos
bastante para que a cada uno de ellos le alcanzase un poco.
8 Entonces
intervino otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, diciendo:
9 - Aquí hay
un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es esto para
tanta gente?
'° Jesús mandó que se
sentaran todos, pues había mucha hierba en aquel lugar. Eran unos cinco mil
hombres. 11 Luego tomó los panes y, después de haber dado gracias a Dios, los
distribuyó entre todos. Hizo lo mismo con los peces y les dio todo lo que
quisieron. 12 Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos:
- Recoged lo que ha sobrado, para que no se
pierda nada. 13 Lo hicieron así, y con lo que sobró de los cinco
panes llenaron doce cestos.
14 Cuando la gente vio
aquel signo, exclamó:
- Este hombre tiene que ser el profeta que debía
venir al mundo.
15 Jesús se dio
cuenta de que pretendían proclamarlo rey. Entonces se retiró de nuevo al monte
él solo.
El milagro de la multiplicación de los panes introduce, de manera simbólica, en el magno «discurso del pan de vida» y está situado en el centro de la actividad pública de Jesús. Se trata de un signo querido por el Maestro para revelarse a sí mismo. Sin embargo, Juan presenta el signo como el nuevo milagro del maná (cf. Ex 16), hecho por Jesús, nuevo Moisés, en un nuevo Éxodo, y como símbolo de la eucaristía, cuya institución durante la última cena, a diferencia de los sinópticos, no cuenta el cuarto evangelio.
El fragmento manifiesta un
significado cristológico y sacramental preciso. Este sentido no es tanto saciar
elhambre de la muchedumbre, como revelar la gloria de Dios en Jesús, Palabra
hecha carne. El texto está dividido de este modo: a) introducción histórica
(vv. 1-4); b) diálogo entre Jesús y los discípulos (vv 5-10); c) descripción
del signo-milagro (vv. 11-13); d) incomprensión de la muchedumbre y soledad de
Jesús, que se retira a rezar en el monte (vv. 14s).
Para Juan, Jesús es aquel
en quien se cumple el pasado y se realizan todas las esperanzas de Israel. En
efecto, el pan que el Maestro va a dar al pueblo perfecciona -superándola- la
pascua judía y pone el gran milagro bajo el signo del banquete eucarístico
cristiano. Jesús habla, en primer lugar, a la gente que le sigue de la nueva
alianza con Dios y de la vida eterna (a la que está destinada la humanidad).
A continuación, toma la iniciativa y llama la
atención del apóstol Felipe sobre la dificultad del momento. La solución humana
no basta para saciar las necesidades del hombre (v. 7). Es Jesús quien va a
satisfacer en plenitud todas las necesidades. El alimento se multiplica en sus
manos. Todos quedan alimentados hasta tal punto que, por indicación de Jesús,
se recoge lo que ha sobrado en doce cestos «para que no se pierda nada»
(vv. 12s). Con el signo del pan, Jesús se presenta como el Mesías
esperado que sacia el hambre de su pueblo sin bajar a compromisos con el
proyecto que el Padre ha trazado.
MEDITATIO
La intervención de
Gamaliel resulta al final favorable a los apóstoles. Su principio de no
intervención -si la novedad no es de Dios, no durará; y si es de Dios, es
inútil oponerse a ella- se cita con frecuencia como ejemplo de consejo sabio y
prudente. Aunque no siempre está dictado por la sabiduría, porque puede meterse
por medio la pereza, cierto deseo de vivir tranquilo, de dejar correr las cosas
-incluso se podría incurrir en fatalismo-, sin embargo, cuando está dictado por
un espíritu de fe en el Dios que obra en la historia, es, a buen seguro, un
hecho positivo.
Es preciso poner en
circulación, al menos en circunstancias parecidas, el criterio sugerido por
Gamaliel, especialmente en Occidente, donde todo parece depender de nosotros y
donde, hasta en las cosas de Dios, es el principio de la eficiencia el que
dicta la ley. Es necesario adquirir de nuevo el sentido de Dios, que obra de
continuo, que puede obrar, que está presente tanto en los fenómenos grandes
como en los pequeños. Es necesario que seamos más humildes frente a los
problemas de la salvación. En ellos el protagonista es Dios; nosotros somos
sólo pobres y pequeños colaboradores. Lo que se nos pide es que no «arruinemos»
los planes de Dios, que discernamos más bien, con humildad, su acción, para
secundarla, no para ponernos por encima de ella.
ORATIO
¡Qué presuntuoso y ciego
soy, Señor, con mis programas, mis planes, mis organigramas, mis proyectos, mis
proyecciones, mi organización! Me ocurre a menudo, Señor, que intento
administrar tu «empresa» de salvación como si me perteneciera y debiera obtener
de ella la mayor utilidad posible. Cautivado del todo por mi afán de
eficiencia, me olvido de preguntarme sobre lo que estás haciendo, me olvido de
preguntar lo que estás llevando a cabo.
Y así, sin darme cuenta,
quisiera que tú entraras en mis planes. Y, así, tus sorpresas -¡que son
muchas!- me inquietan y me turban. Concédeme el espíritu de sabiduría y de
discernimiento para que sea capaz de encontrar el justo camino entre lo que
debo dejarte hacer a tiy lo que a mí me corresponde. Concédeme hoy, sobre todo,
la humildad necesaria para aceptar lo que tú quieres y para
secundar de corazón tus planes, misteriosos con frecuencia,
pero siempre infalibles.
CONTEMPLATIO
Os suplico que os
establezcáis totalmente en Dios para todos vuestros asuntos, sin fiaros de
vuestro poder o saber, ni tampoco de la opinión humana. Con esta condición, os
considero armados contra todas las grandes adversidades espirituales y
corporales que os puedan sobrevenir.
En efecto, Dios sostiene y
fortifica a los humildes, especialmente a aquellos que, en las cosas pequeñas y
bajas, han visto sus debilidades como en un claro espejo y se han vencido.
Cuando esos hombres se sienten presa de tribulaciones superiores a todas las
que han conocido, nada puede derrumbarlos, porque tienen la seguridad, en
virtud de la grandeza de su confianza en Dios, de que nada puede acontecerles
sin su permiso y sin su consentimiento (Francisco Javier).
ACTIO
Repite con frecuencia y
vive hoy la Palabra: «Espera en el Señor y sé fuerte» (Sal
26,14a).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Una lectura espiritual no
significa sólo leer sobre personas o cosas espirituales. Es también leer
espiritualmente, es decir, de manera espiritual, a saber: leer con el deseo de
que Dios venga más cerca de nosotros.
La mayoría de nosotros lee
para adquirir conocimiento o para satisfacer su propia curiosidad. El fin de la
lectura espiritual, sin embargo, no es apoderarse del conocimiento o de la
información, sino dejar que el Espíritu de Dios señoree sobre todos nosotros.
Por muy extraño que pueda parecer, la lectura espiritual significa dejar
que Dios nos lea. Podemos leer con curiosidad la historia de Jesús y
preguntarnos: «¿Ha sucedido de verdad? ¿Quién ha compuesto esta historia y cómo
lo ha hecho?». Pero también podemos leer la misma historia con atención
espiritual y preguntarnos: «¿De qué modo me habla Dios aquí y me invita a un
amor más generoso?». Podemos leer las noticias de cada día simplemente para
tener algo de qué hablar en nuestro trabajo. Pero también podemos leerlas para
hacernos más conscientes de la realidad del mundo, que tiene necesidad de las
palabras y de la acción salvífica de Dios. El problema no es tanto lo que
leamos, sino cómo leamos. La lectura espiritual es una lectura que se hace
prestando una atención interior al movimiento del Espíritu de Dios en nuestra
vida exterior e interior. Esta atención permitirá que Dios nos lea y nos
explique lo que verdaderamente estamos haciendo (H. J. M. Nouwen, Vivere
nello Spirito, Brescia 19984, 64s).
http://www.mercaba.org/LECTIO/PAS/semana2_viernes.htm