¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de
Dios, en este 2º Domingo de Cuaresma, ciclo A.
Dios nos bendice...
1ª Lectura (Gén 12,1-4a):
En aquellos días, el Señor dijo a Abrán: «Sal de
tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti
un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre
se bendecirán todas las familias del mundo». Abrán marchó, como le había dicho
el Señor.
Salmo responsorial: 32
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre
nosotros, como lo esperamos de ti.
La palabra del Señor es sincera, y todas sus
acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena
la tierra.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su
misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de
hambre.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
2ª Lectura (2Tim 1,8b-10):
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio,
según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por
nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su
gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al
aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la
vida inmortal, por medio del Evangelio.
Versículo antes del Evangelio (Cf. Mt 17,5):
En la nube resplandeciente se oyó la voz del
Padre: «Éste es mi Hijo el amado; oídle».
Libro de Génesis 12,1-4a.
El Señor dijo a Abrám: "Deja tu
tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás
una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán
todos los pueblos de la tierra".
Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando
salió de Jarán, Abrám tenía setenta y cinco años.
Salmo 33(32),4-5.18-19.20.22.
Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.
Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.
Segunda Carta de San Pablo a Timoteo
1,8b-10.
Querido hijo:
Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio,
animado con la fortaleza de Dios.
El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por
su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo
Jesús, desde toda la eternidad,
y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo.
Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la
Buena Noticia,
Libro de Génesis 12,1-4a.
El Señor dijo a Abrám: "Deja tu
tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás
una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se
bendecirán todos los pueblos de la tierra".
Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando
salió de Jarán, Abrám tenía setenta y cinco años.
Salmo 33(32),4-5.18-19.20.22.
Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.
Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.
Segunda Carta de San Pablo a Timoteo
1,8b-10.
Querido hijo:
Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio,
animado con la fortaleza de Dios.
El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por
su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo
Jesús, desde toda la eternidad,
y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo.
Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la
Buena Noticia,
Libro de Génesis 12,1-4a.
El Señor dijo a Abrám: "Deja tu
tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás
una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se
bendecirán todos los pueblos de la tierra".
Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando
salió de Jarán, Abrám tenía setenta y cinco años.
Salmo 33(32),4-5.18-19.20.22.
Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.
Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.
Segunda Carta de San Pablo a Timoteo
1,8b-10.
Querido hijo:
Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio,
animado con la fortaleza de Dios.
El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por
su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo
Jesús, desde toda la eternidad,
y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo.
Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la
Buena Noticia,
Libro de Génesis 12,1-4a.
El Señor dijo a Abrám: "Deja tu
tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás
una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se
bendecirán todos los pueblos de la tierra".
Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando
salió de Jarán, Abrám tenía setenta y cinco años.
Salmo 33(32),4-5.18-19.20.22.
Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.
Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.
Segunda Carta de San Pablo a Timoteo
1,8b-10.
Querido hijo:
Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio,
animado con la fortaleza de Dios.
El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por
su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo
Jesús, desde toda la eternidad,
y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo.
Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la
Buena Noticia,
Evangelio según San Mateo 17,1-9.
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano
Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y
sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré
aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se
oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en
quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan
miedo".
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta
visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".
Comentario
¡Contempla el rostro del Amor celeste!
Dios, Creador del universo, modeló al hombre a su imagen y semejanza.
Él es figura de todas las criaturas, superiores e inferiores. Dios amó de tal
amor al hombre, que le reservó el lugar del que había sido expulsado el ángel
caído. Le atribuyó toda la gloria, todo el honor que ese ángel había perdido,
al mismo tiempo que su salvación. He aquí lo que te muestra el rostro que tu
contemplas…esta figura simboliza el Amor del Padre celeste. Ella es el amor: en
el seno de la energía de la divinidad perenne, en el misterio de sus dones,
ella es la maravilla de una insigne belleza. Si ella tiene la apariencia
humana, es porque el Hijo de Dios se hizo carne para arrancar al hombre de la
perdición, gracia al servicio del amor. He aquí por qué ese rostro es de tal
belleza y claridad: es el rostro de la eterna belleza, del eterno amor. Te
sería más fácil contemplar al sol que contemplar ese rostro. La profusión de
amor irradia, luz de una luminosidad sublime y fulgurante. Va más allá de
nuestros sentidos, de una manera inconcebible para todos los actos de la
comprensión humana, que habitualmente aseguran el conocimiento al alma.
Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179)
abadesa benedictina y doctora de la Iglesia
El Libro de las Obras Divinas (Le Livre des
Œuvres divines, in “Hildegarde de Bingen, Prophète et docteur pour le troisième
millénaire”, Béatitudes, 2012), trad.sc©evangelizo.org