¡Amor y paz!
Al mundo vinimos para
hacer el bien. No solamente para no hacer mal. Jesús nos dio ejemplo de ello,
según lo destaca el apóstol Pedro: Jesús “pasó por el mundo haciendo el bien”
(Hch 10, 38). O San Pablo, quien recomendó: “No te dejes vencer por el mal, vence el mal a fuerza de bien” (Rm
12, 21).
Pues en el Evangelio de
hoy surge una nueva tensión en torno a esto, toda vez que para el Señor todos los
días están hechos para hacer el bien, incluyendo los sábados. Esta vez el
debate con los fariseos no es por las
espigas que comían en el campo, sino por una curación hecha en la sinagoga
precisamente en sábado.
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XXIII Semana del Tiempo
Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 6,6-11.
Otro sábado, entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo. Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: "Levántate y quédate de pie delante de todos". Él se levantó y permaneció de pie. Luego les dijo: "Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada. Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.
Comentario
Es evidente que Jesús no
desautoriza aquella institución tan válida del sábado, el día dedicado al culto
de Dios, a la alegría, al descanso laboral, a la oración, a la vida de familia,
al agradecimiento por la obra de la creación. Más aún, parece como si él ese
día acumulara sus gestos curativos y salvadores.
Lo que critica es una
comprensión raquítica, más preocupada por cumplir unas normas, muchas veces
inventadas por las varias escuelas, que por el espíritu de fe que debe
impregnar la vivencia de este día. No se podrá trabajar en sábado, y por tanto
no habrá que hacer curas médicas a no ser que sean necesarias. Pero extender el
brazo y decir una palabra de curación ¿es trabajar? El recoger unas espigas y
comer sus granos al pasear por el campo, ¿es un trabajo equiparable a la siega?
Las escuelas de los
fariseos habían llegado a interpretar el sábado convirtiéndolo en día de
preocupación casuística en vez de en día de libertad. Jesús enseña actitudes
más profundas, más preocupadas por el espíritu que por la letra. Y nosotros
tendríamos que aplicar esta enseñanza a muchos detalles de nuestras normas de
vida. Las normas están muy bien, y son necesarias, pero sin llegar a un
legalismo formalista. No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el
hombre (cf. Mc 2,27).
Hay instituciones muy
válidas y llenas de espíritu: el domingo cristiano, la celebración de la
Eucaristía, el rezo de la Liturgia de las Horas. Realidades que tienen
importancia para la vida de fe, y que necesitan, dado su carácter de
comunitarias, unas normas para su realización. Pero no se tenían que haber rodeado,
en la historia, de normas tan estrictas y minuciosas que a veces ahogan la
alegría de su celebración. En vez de esponjar el ánimo y alegrarse con Dios y
dedicarle una alabanza sentida y celebrar su comida pascual en el día
consagrado a él, a veces nos hemos limitado a crear un clima de mero
cumplimiento exterior.
Lo mismo pasa con la
relación entre el culto (la celebración de la sinagoga en sábado) y la caridad
fraterna (¿puedo curar a este buen hombre?). Para Cristo hay que saber conjugar
las dos cosas. Va a la sinagoga, porque es sábado, pero también cura el brazo
paralítico de aquella persona. Y, por el tono del relato, se nota claramente
que da prioridad a la persona que a la institución.
Los cristianos debemos
rezar y celebrar la Eucaristía en domingo. Y a la vez, precisamente ese día,
nos deberíamos mostrar fraternos y sanantes, con detalles de caridad y buen
corazón con las personas cercanas que, aunque no nos lo pidan, ya sabemos que necesitan
nuestro interés y nuestro cariño.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 38-42
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 38-42