¡Amor y paz!
En el discurso de la
Ultima Cena, Jesús anima a los suyos pensando ya en lo que pasará después de la
Pascua. Se está presintiendo la despedida: ¿qué será de los discípulos después
de la marcha de Jesús? Ante todo les invita a que no tengan miedo: «no perdáis
la calma: creed en Dios y creed también en mí». Él se va, pero eso les
conviene: va a prepararles el camino. Ellos también están destinados a ir a
donde va él, a «las muchas estancias que hay en la casa del Padre».
Esta vez la autorevelación
de Jesús, que tan polifacética aparece en el evangelio -estas semanas le hemos
oído decir que es el pan, la puerta, el pastor, la luz-, se hace con el símil
tan dinámico y expresivo del camino. Ante la interpelación de Tomás, «no
sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?», Jesús llega, como
siempre, a la manifestación del «yo soy»: «yo soy el camino, y la verdad, y la
vida: nadie va al Padre, sino por mí».
Al igual que había dicho
que él es la puerta, por la que hay que entrar, ahora dice que es el camino,
por el que hay que saber seguir para llegar al Padre y a la vida. Además, las
categorías de la verdad y de la vida completan la presentación de la persona de
Jesús.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el evangelio y el comentario, en este viernes de la 4ª. Semana de
Pascua.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 14,1-6.
Jesús dijo a sus discípulos: "No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy". Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?". Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí."
Comentario
En la Pascua es cuando más
claro vemos que Cristo es nuestro camino. Una metáfora hermosa y llena de
fuerza, que ahora se repite mucho en los cantos con los que cantamos la marcha
de la comunidad cristiana («camina, pueblo de Dios», «somos un pueblo que
camina»...). Cristo como camino es a la vez compromiso -porque tenemos que
seguir tras él- y tranquilidad -«no perdáis la calma»- porque no vamos sin
rumbo: él nos señala el camino, él es el camino.
Nosotros somos personas
que hace tiempo hemos optado por seguirle a él en nuestra vida. No sólo por
haber sido bautizados, sino porque conscientemente una y otra vez hemos
reafirmado nuestra fe y nuestro seguimiento de él. Pero el símil del camino nos
puede ayudar a preguntarnos: ¿de veras seguimos con fidelidad rectilínea el
camino central, que es Jesús? ¿o a veces nos gusta probar otros caminos y
atajos que nos pueden parecer más atractivos a corto plazo, más fáciles y
agradables?
La meditación de hoy debe
ser claramente cristocéntrica. Al «yo soy» de Jesús le debe responder nuestra
fe y nuestra opción siempre renovada y sin equívocos. Conscientes de que fuera
de él no hay verdad ni vida, porque él es el único camino. Eso, que podría
quedarse en palabras muy solemnes, debería notarse en los mil pequeños detalles
de cada día, porque intentamos continuamente seguir su estilo de vida en
nuestro trato con los demás, en nuestra vivencia de la historia, en nuestra
manera de juzgar los acontecimientos. Cristo es el que va delante de nosotros.
Seguir sus huellas es seguir su camino.
La Eucaristía es nuestro
«alimento para el camino»: eso es lo que significa la palabra «viático», que
solemos aplicar a los moribundos, pero los que de veras necesitamos fuerzas
para seguir caminando somos nosotros. Celebrar la Eucaristía, escuchando la
Palabra de Cristo y recibiendo su Cuerpo y su Sangre, supone que durante la
jornada caminamos gozosamente tras él, dejando que nos «enseñe sus caminos».
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 94-97
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 94-97