¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles 29 del tiempo ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Ef 3,2-12):
Habéis oído hablar
de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya
que se me dio a conocer por revelación el misterio, del que os he escrito
arriba brevemente. Leedlo y veréis cómo comprendo yo el misterio de Cristo, que
no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado
ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los
gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y participes de la promesa
de Jesucristo, por el Evangelio, del cual yo soy ministro por la gracia que
Dios me dio con su fuerza y su poder.
A mí, el más insignificante de todos los santos, se me ha dado esta gracia:
anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, aclarar a todos la
realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios,
creador de todo. Así, mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los
cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno,
realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado
acceso a Dios, por la fe en él.
Salmo responsorial: Is 12
R/. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador.
Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi
fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad
jubilosos, habitantes de Sión: «Qué grande es en medio de ti el santo de
Israel».
Versículo antes del Evangelio (Mt 24,42a.44):
Aleluya. Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del hombre. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 12,39-48):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo
bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría
que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el
momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».
Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?».
Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien
el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración
conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre
haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda.
Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se
pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a
emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el
momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.
»Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni
ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y
hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le
reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».
Comentario
Hoy, con la lectura de este fragmento del Evangelio,
podemos ver que cada persona es un administrador: cuando nacemos, se nos da a
todos una herencia en los genes y unas capacidades para que nos realicemos en
la vida. Descubrimos que estas potencialidades y la vida misma son un don de
Dios, puesto que nosotros no hemos hecho nada para conseguirlas. Son un regalo
personal, único e intransferible, y es lo que nos confiere nuestra
personalidad. Son los “talentos” de los que nos habla el mismo Jesús (cf. Mt
25,15), las cualidades que debemos hacer crecer a lo largo de nuestra
existencia.
«En el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Lc 12,40), acaba
diciendo Jesús en el primer párrafo. Nuestra esperanza está en la venida del
Señor Jesús al final de los tiempos; pero ahora y aquí, también Jesús se hace
presente en nuestra vida, en la sencillez y la complejidad de cada momento. Es
hoy cuando, con la fuerza del Señor, podemos vivir su Reino. San Agustín nos lo
recuerda con las palabras del Salmo 32,12: «Dichosa la nación cuyo Dios es el
Señor», para que podamos ser conscientes de ello, formando parte de esta
nación.
«También vosotros estad preparados» (Lc 12,40), esta exhortación representa una
llamada a la fidelidad, la cual nunca está subordinada al egoísmo. Tenemos la
responsabilidad de saber “dar respuesta” a los bienes que hemos recibido junto
con nuestra vida. «Conociendo la voluntad de su señor» (Lc 12,47), es lo que
llamamos nuestra “conciencia”, y es lo que nos hace dignamente responsables de
nuestros actos. La respuesta generosa por nuestra parte hacia la humanidad,
hacia cada uno de los seres vivos, es algo justo y lleno de amor.
Rev. D. Josep Lluís SOCÍAS i Bruguera (Badalona, Barcelona, España)
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