martes, 8 de noviembre de 2011

Hacer lo que nos corresponde hacer no merece elogios

¡Amor y paz!

El pasaje de hoy es un poco extraño: parece como si Jesús defendiera una actitud tiránica del amo con su empleado. Cuando éste vuelve del trabajo del campo, todavía le exige que le prepare y le sirva la cena.

Jesús no está hablando aquí de las relaciones laborales ni alabando un trato caprichoso.

Lo que le interesa subrayar es la actitud de sus discípulos ante Dios, que no tiene que ser como la de los fariseos, que parecen exigir el premio, sino la humildad de los que, después de haber trabajado, no se dan importancia y son capaces de decir: "somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer" (J.Aldazabal).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este martes de la XXXII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 17,7-10. 
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'?  ¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'".
Comentario

A partir del cap. 14, el evangelista pone a sus lectores en guardia contra los fariseos y los ricos, especialmente. De igual modo, solicita su atención para con los débiles y los pobres.

Es muy posible que la parábola del siervo inútil (vv. 7-10) haya sido pronunciada por Jesús para censurar duramente a los fariseos, que creen tener derechos sobre Dios. Lucas hace creer que esta parábola va dirigida a los apóstoles (v. 5), para invitarlos a la modestia.

Pero la relación apóstoles-siervo inútil es bastante deficiente, ya que ningún apóstol se hallaba en la situación descrita en el v. 7 ("¡Quién de vosotros...?").

a) Las relaciones amo-esclavo designan a menudo, en los Evangelios, las existentes entre Dios y sus siervos, entre los escribas y los fariseos (Mt 25, 14-30). Dios es presentado como un amo exigente, que se preocupa muy poco de los sufrimientos o aspiraciones de su esclavo. Pero la parábola subraya, sobre todo, que los fariseos -esos creyentes que pesan sus méritos e intentan hacer valer sus derechos sobre Dios- son, en realidad, ante El, unos pobres siervos totalmente incapaces de hacer algo meritorio.

La parábola opone la fe pura e ingenua (v. 6) de los pobres e ignorantes al cálculo sobre sus propios méritos y a la confianza en sí mismo de los fariseos y de los ricos: la actitud de confianza incondicional en el señor, a las protestas bajo cuerda de los que sitúan la religión en el plano de los méritos y del derecho a la recompensa (cf. Mt 20, 13).

b) Colocada en otro contexto donde Jesús llama la atención, esta vez, a los apóstoles (v. 5), esta parábola considera su ministerio como inútil (v. 10). Nos equivocaríamos si creyéramos que es esa la intención de Jesús. Dios necesita a los hombres, y Cristo tiene necesidad de su Iglesia. En realidad, la expresión contenida en este versículo apunta a lo que hay de fariseo y autoritario en el corazón de cada uno, cuando el hombre se atribuye a sí los méritos de una acción que sin Dios le sería imposible realizar: cuando el hombre considera las ventajas y los privilegios de la misión que desempeña como otros tantos derechos a la vida eterna y cuando se glorifica a sí mismo en vez de "glorificarse en el Señor" (1 Cor 9, 16; 1, 31; 2 Cor 10, 17; Fil 3, 3; Gál 6, 14).
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUÍA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VIII
MAROVA MADRID 1969.Pág 236