martes, 3 de octubre de 2017

El Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este martes de la 26ª semana del tiempo ordinario.

Dios nos bendice...


Primera Lectura

Lectura de la profecía de Zacarías 8,20-23:

Así dice el Señor de los Ejércitos: Todavía vendrán pueblos y habitantes de grandes ciudades, y los de una ciudad irán a otra diciendo: «Vayamos a implorar al Señor, a consultar al Señor de los Ejércitos. – Yo también voy contigo.» Y vendrán pueblos incontables y numerosas naciones a consultar al Señor de los Ejércitos en Jerusalén y a implorar su protección. Así dice el Señor de los Ejércitos: Aquel día diez hombres de cada lengua extranjera agarrarán a un judío por la orla del manto, diciendo: «Queremos ir con vosotros, pues hemos oído que Dios está con vosotros.»

Salmo

Sal 86,1-3.4-5.6-7

R/. Dios está con nosotros

Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! R/.

«Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles;
filisteos, tirios y etiópes han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno, por uno todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.» R/.

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.» R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,51-56

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»
Él se volvió y les regañó y dijo: «No sabéis de que espíritu sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos.»
Y se marcharon a otra aldea.

Reflexión

Queremos ir con vosotros, pues hemos oído que Dios está con vosotros

“Queremos ir con vosotros, pues hemos oído que Dios está con vosotros”. Una petición de lo más razonable que podamos encontrar. Uno de nuestros refranes dice. “El que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija”. Sabemos que tiene una interpretación recta. El que se acerca a alguien bueno, honrado le ayudará a ser bueno, honrado, le ayudará a vivir la vida como “Dios manda”. 

Tiene otra interpretación no tan recta: El que se acerca alguien poderoso, rico en dinero e influencias, le puede ayudar con buenos medios o no tan buenos, a encontrar un buen trabajo, a escalar puestos en nuestra sociedad.

Entendemos lo que dice la primera lectura del profeta Zacarías, ya en el Antiguo Testamento. ¿Cómo no desear estar cerca de Dios, del Dios Omnipotente, Creador del cielo y tierra?

 Pero nosotros que vivimos en el Nuevo Testamento y, gracias a Jesús, conocemos más a fondo a Dios, el que nos quiere tanto que se nos ha adelanto a estar con nosotros, enviando a su propio Hijo a nuestra tierra para estar con nosotros y echarnos una mano, el que nos ama hasta el extremo, el que no busca más que nuestro bien, el que tiene mucho poder y lo emplea para amarnos, el que ha desgastado su vida en favor nuestro para indicarnos el camino que conduce a la felicidad y a la vida y vida abundante, el que cada día nos habla, nos ofrece su palabra, su cuerpo entregado y su sangre derramada, el que nos espera al final de nuestra vida para resucitarnos e invitarnos para siempre al banquete de su amor y regalarnos la felicidad total.

Cómo no vamos a desear estar de Él y permanecer para siempre en la amistad con Jesús, el Hijo de Dios.    

El Hijo del hombre ha venido a salvar a los hombres

Jesús ha predicado su buena noticia en Galilea. Y como dice el texto “cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo”, es decir, el tiempo de su ascensión, se decide resueltamente a ir a Jerusalén, intuyendo que la predicación de su evangelio, y su fidelidad a todo lo predicado y vivido, le iba a llevar al rechazo de muchos de su pueblo, hasta el punto de que le iban a clavar en una cruz.

 Lo hace confiando plenamente en su Padre, “Padre sé que nunca me dejas solo”, que cumplirá su palabra, no le abandonará y le resucitará al tercer día. Su fidelidad al encargo de su Padre de predicar su buena noticia le va a llevar hasta el final, pase lo que pase.

En esta fidelidad al mensaje que ha venido a enseñarnos, hay que interpretar lo sucedido en una aldea de Samaria, donde es rechazado. No va a mandar fuego sobre esa aldea, como le piden Santiago y Juan, porque no ha venido a este mundo a condenar, a abrasar, a perder a los hombres, sino a salvarlos…

Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)