¡Amor y paz!
“Que el Adviento sea un
motivo de esperanza, porque tenemos la certeza de que ese dolor, ese miedo, esa
tristeza, esa desesperación o esa debilidad de nuestra existencia está siendo
buscada por un Pastor (Jesús) que no te busca sólo a ti, sino que a través de
ti quiere ser luz y esperanza para poder encontrar a otros muchos”.
Así dice un aparte del
comentario que surge del Evangelio de hoy, en este martes de la II Semana de
Adviento, y que los invito a leer y meditar.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 18,12-14.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.
Comentario
"Una voz dice:
’¡Grita!’ Y yo le respondo: ’¿Qué debo gritar?’. Todo hombre es como la hierba
y su grandeza es como flor del campo. Se seca la hierba y la flor se marchita,
pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre”.
Durante el Adviento no
debemos olvidar dos dimensiones básicas de lo que la esperanza —virtud con
frecuencia muy olvidada— significa para el ser humano.
Lo que cada una de
nuestras vidas tiene que anunciar al mundo en el que vivimos no es otra cosa
sino que la esperanza se basa en un Dios cuya palabra permanece para siempre.
La esperanza no se basa en
el hombre, sino en un Dios fiel, que llega lleno de poder y al que acompaña el
premio de su victoria. Éste es el Dios en el cual nosotros creemos, en el cual
nosotros esperamos: Un Dios que no defrauda; un Dios que apoya y sostiene al
hombre en todo momento; un Dios que acoge y recibe al ser humano necesitado, hoy
más que nunca, de alguien que le diga en quién puede esperar.
No puedes poner tu esperanza ni cimentar tu vida en nadie más, porque todo es como la flor y como la hierba: la flor se marchita y la hierba se seca. Si tú te afianzas en el Señor, jamás te marchitarás ni te secarás. Nunca serás una oveja perdida, jamás tu existencia estará alejada de Aquel que es tu gozo, tu alegría y tu certeza, porque estarás apoyado en Dios, cuya palabra permanece para siempre.
No puedes poner tu esperanza ni cimentar tu vida en nadie más, porque todo es como la flor y como la hierba: la flor se marchita y la hierba se seca. Si tú te afianzas en el Señor, jamás te marchitarás ni te secarás. Nunca serás una oveja perdida, jamás tu existencia estará alejada de Aquel que es tu gozo, tu alegría y tu certeza, porque estarás apoyado en Dios, cuya palabra permanece para siempre.
¡Qué hermosa imagen es la
del pastor que lleva en sus brazos a los corderos recién nacidos que todavía no
pueden caminar! ¡Qué bella figura es la del pastor que atiende a las ovejas que
acaban de dar a luz a los corderitos, y que por estar más débiles, no pueden ir
al ritmo del resto del rebaño en la peregrinación hacia los pastos verdes!
Pero, ¿quién es el Pastor? ¿Quién te carga? ¿Quién te espera? ¿Puedes decir con serenidad, con paz, que quien te carga y quien te espera es sólo Dios? ¡Cuántas veces eres cargado por la opinión de los demás, por las circunstancias, o por los bienes materiales! Y sin embargo, ninguno de ellos permanece para siempre.
Pero, ¿quién es el Pastor? ¿Quién te carga? ¿Quién te espera? ¿Puedes decir con serenidad, con paz, que quien te carga y quien te espera es sólo Dios? ¡Cuántas veces eres cargado por la opinión de los demás, por las circunstancias, o por los bienes materiales! Y sin embargo, ninguno de ellos permanece para siempre.
Tenemos que tener en
cuenta que es necesario afianzar nuestra esperanza en Alguien que nunca nos
defraude, que nunca nos falle. Y que por mucho que nosotros esperemos en un
hombre o en una mujer con muchas cualidades, que está muy cerca de nuestra
vida, que nos apoya en todo momento, ese hombre o esa mujer son tan débiles
como nosotros, y por lo tanto, no siempre nos van a poder sostener, ayudar o
estar a nuestro lado.
En el Evangelio de San
Mateo, Cristo nos habla de un Pastor que no sólo nos sostiene y nos carga, sino
que nos habla de un Pastor que busca a la oveja que se perdió. ¿Cuánto tiempo
tiene que pasar para que este Pastor encuentre a la oveja? ¿Cuánto tiempo tiene
que pasar para que la oveja se dé cuenta que está siendo buscada por su Pastor?
¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que la oveja acepte al Pastor que la busca?
¿Qué pasaría si la oveja ve venir al Pastor, se mete por vericuetos muy complicados
y huye más lejos, o si a la oveja le da vergüenza haber huido del rebaño, se
esconde y no permite que el Pastor llegue a ella?
No importa cuánto tiempo tenga que pasar, ni dónde se haya metido la oveja, el Pastor la va a seguir buscando. Estemos donde estemos: en el rebaño o fuera de él; estemos como estemos: cansados o con temor, siempre tenemos que tener la certeza, la esperanza de que el Pastor jamás va a dejar de buscarnos, de que Él siempre estará dispuesto a cargarnos sobre sus hombros.
No importa cuánto tiempo tenga que pasar, ni dónde se haya metido la oveja, el Pastor la va a seguir buscando. Estemos donde estemos: en el rebaño o fuera de él; estemos como estemos: cansados o con temor, siempre tenemos que tener la certeza, la esperanza de que el Pastor jamás va a dejar de buscarnos, de que Él siempre estará dispuesto a cargarnos sobre sus hombros.
¡El Pastor siempre busca!
A veces busca Él mismo en tu corazón, a veces te busca a través de otros seres
humanos, a veces te busca a través de las circunstancias, porque lo último que
quiere el Pastor es que pierdas la esperanza de que estás siendo buscado. Esa
certeza es lo que aviva el alma de todo hombre y de toda mujer de la peor de
las desesperaciones, de la peor de las angustias, que es la desesperación y la
angustia de la propia soledad, del saberse solo frente a la propia miseria, del
saberse abandonado frente a la propia pequeñez.
Cuando la esperanza se
apoya en el Señor, cuando Dios sabe que tu alma está esperando en Él, el
primero que se alegra es Él. ¿Cuánto vale una oveja entre noventa y nueve? Muy
poco, casi nada. Y sin embargo, ese muy poco y casi nada se multiplica por el
amor infinito de Jesucristo, por el amor infinito de un Señor y de un Redentor
que te busca en sus inspiraciones, en las circunstancias, a través de los
hombres, a través de caminos de santificación cristiana.
Adviento es el tiempo de
la esperanza en el que caminamos al encuentro del Pastor que ha venido a Belén
para poder amarnos con un corazón como el nuestro, para poder mirarnos con unos
ojos como los nuestros, para poder entregarse en la Cruz con un cuerpo como el
nuestro. Hay que saber esperar con la seguridad de que siempre estamos siendo
buscados por un Pastor que se va a alegrar cuando nos encuentre.
Que el Adviento sea un motivo de esperanza, porque tenemos la certeza de que ese dolor, ese miedo, esa tristeza, esa desesperación o esa debilidad de nuestra existencia está siendo buscada por un Pastor que no te busca sólo a ti, sino que a través de ti quiere ser luz y esperanza para poder encontrar a otros muchos.
Que el Adviento sea un motivo de esperanza, porque tenemos la certeza de que ese dolor, ese miedo, esa tristeza, esa desesperación o esa debilidad de nuestra existencia está siendo buscada por un Pastor que no te busca sólo a ti, sino que a través de ti quiere ser luz y esperanza para poder encontrar a otros muchos.
¿Quién te buscó a ti?
¿Quién te encontró? ¿Llegaste solo? ¿Quién te trajo? Quien te trajo fue un
pastor, y ese pastor, a su vez, fue traído por otro Pastor. Convierte tu
corazón en fuente de esperanza para tantos hombres y mujeres que no la tienen.
Transforma tu vida en un camino del Pastor que busca sin cesar a todo hombre y
a toda mujer que, por la razón que sea, no está en su rebaño.
P.
Cipriano Sánchez