sábado, 5 de abril de 2014

No basta con admirar a Jesús: hay que caminar con Él

¡Amor y paz!

En el evangelio escucharemos cómo la persona de Jesús, concretamente su origen, provoca discusiones y postura diversas. Se ignora lo más profundo de su personalidad: su origen divino. La vida de los hombres se decide según la actitud vivencial que tomen con respecto a Jesús (Misa Dominical 1990/7-25).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este sábado de la IV Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 7,40-53.
Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: "Este es verdaderamente el Profeta". Otros decían: "Este es el Mesías". Pero otros preguntaban: "¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?". Y por causa de él, se produjo una división entre la gente. Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él. Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: "¿Por qué no lo trajeron?". Ellos respondieron: "Nadie habló jamás como este hombre". Los fariseos respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita". Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo: "¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?". Le respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta". Y cada uno regresó a su casa. 
Comentario

¿Quién es Jesús para ti; qué significa en tu vida? Ojalá y realmente ocupe el centro de nuestro ser y no despreciemos su Palabra y la Vida que nos ofrece. No basta con admirar a Jesús; hay que caminar con Él y hacer nuestra su salvación. Unidos a Él seremos hijos de Dios. Hijos de Dios que dan a conocer esa dignidad con una vida íntegra, comprometida con Cristo para que el Reino de Dios se haga realidad en todos y cada uno de nosotros. Quien quiera vivir al margen de Dios; quien quiera seguir sus propias inclinaciones, quien no esté dispuesto a darle un nuevo rumbo a su vida siempre buscará razones para permanecer en su cerrazón. No endurezcamos nuestro corazón ante el Señor que se acerca a nosotros para manifestarnos su amor, para perdonarnos nuestros pecados y para hacernos hijos de Dios. 

Participamos en las celebraciones eucarísticas sin hipocresías. No vamos a dejarnos embaucar por el Señor. Él es el Salvador de nuestra vida y nosotros lo buscamos porque lo amamos y queremos comprometernos con Él y con su Reino. Sabemos que el Hijo del Hombre es también el Hijo de Dios. Nosotros creemos en Él y aceptamos su vida en nosotros. Esa Vida nos hace signos de su presencia en nuestro mundo. Tal vez tengamos que padecer mucho por dar testimonio de nuestra fe, pero sabemos que el Señor siempre estará a nuestro lado para que, al llegar nuestra hora, no vayamos hacia la muerte, sino hacia la Vida eterna, pasando por la muerte. Así hemos de vivir continuamente nuestra Pascua, pues ya desde ahora, perteneciendo a Dios, moriremos al pecado y resucitaremos a una vida nueva. Y esto, Dios lo hace realidad en nosotros, de un modo especial en la Eucaristía. Vivamos una auténtica vida de comunión con el Señor.

No importa la condición social de la persona. Todos somos hijos de Dios. Y el Señor tiene un mensaje que darnos a través de cada uno de sus hijos. Por eso no podemos buscar al Señor para que nos hable sólo a través de los estudiosos; o a través de aquellos que lo tienen todo, incluso palabras teológicamente precisas, pero un corazón hueco de amor. Dios ha escogido lo débil del mundo, lo que no cuenta, para dirigirse a nosotros por medio de signos tal vez muy frágiles; pues la sabiduría de Dios no es la sabiduría de este mundo. Cuando realmente seamos débiles, entonces Dios será fuerte a través nuestro, pues no somos nosotros los que hacemos la obra de salvación, sino la gracia de Dios que actúa a través nuestro. Tengamos la apertura suficiente para que el Señor conduzca nuestra vida y nos convierta en testigos suyos, no sólo con los labios sino con una vida totalmente confiada en Él, para que Él lleve a buen término su obra en el mundo por medio nuestro, sus siervos inútiles, pero escogidos por Él para hacer llegar a todos su Evangelio de salvación.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de tener la apertura suficiente para escuchar su Palabra y ponerla en práctica; y que nos conceda la fortaleza necesaria para proclamar su Nombre ante todos los pueblos, a pesar de que por ello tengamos que padecer. Amén.

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