jueves, 4 de julio de 2013

Jesús demuestra su poder sobre el pecado

¡Amor y paz!

De vuelta del territorio pagano de los gerasenos, en Cafarnaúm le presentan a Jesús un paralítico. Mateo no recuerda, como Marcos, el detalle de que tuvieran que descolgar la camilla desde el techo de la casa. Jesús no sólo le cura, sino que le perdona los pecados, con gran escándalo de los letrados y «sabios» que le escuchaban.

La salvación que Cristo quiere para la humanidad es integral, de cuerpo y de espíritu. El signo externo -la curación de la parálisis- es el símbolo de la curación interior, la liberación del pecado. Como tantas otras veces en sus milagros.

Después de la tempestad calmada y de la curación de los endemoniados, que leíamos en los dos días anteriores (este último lo cambiamos, debido a la fiesta del apóstol Tomás), hoy Jesús nos muestra su poder sobre el mal más profundo: el pecado.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 13ª semana del tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 9,1-8. 
Jesús volvió a la barca, cruzó de nuevo el lago y vino a su ciudad. Allí le llevaron a un paralítico, tendido en una camilla. Al ver Jesús la fe de esos hombres, dijo al paralítico: « ¡Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados!» Algunos maestros de la Ley pensaron: « ¡Qué manera de burlarse de Dios!» Pero Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: « ¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil: decir “Quedan perdonados tus pecados” o “Levántate y anda”? Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados.» Entonces dijo al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a casa.» Y el paralítico se levantó y se fue a su casa. La gente, al ver esto, quedó muy impresionada y alabó a Dios por haber dado tal poder a los hombres.
Comentario

 ¿Cuántas veces nos ha curado Cristo a nosotros, diciéndonos «ponte en pie y camina»?

Todos sufrimos diversas clases de parálisis. Por eso nos gozamos de que nos alcance una y otra vez la salvación de Jesús, a través de la mediación de la Iglesia. Esta fuerza curativa de Jesús nos llega, por ejemplo, en la Eucaristía, porque somos invitados a comulgar con «el que quita el pecado del mundo». 
Y, sobre todo, en el sacramento de la Reconciliación, que Jesús encomendó a su Iglesia: «a los que perdonareis los pecados les serán perdonados».

Jesús nos quiere con salud plena. Con libertad exterior e interior. Con el equilibrio y la alegría de los sanos de cuerpo y de espíritu. Ha venido de parte de Dios precisamente a eso: a reconciliarnos, a anunciarnos el perdón y la vida divina. Y ha encomendado a su Iglesia este mismo ministerio.

Esta sí que es buena noticia. Como para dar gracias a Dios por su amor, y por habernos concedido en su Hijo, y en la Iglesia de su Hijo, estos signos de su misericordia. También nosotros, como la gente que presenció el milagro de Jesús y su palabra de perdón, reaccionamos con admiración siempre nueva: «la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad».

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 101-104