martes, 10 de mayo de 2011

“El que viene a mí no volverá a tener hambre”

¡Amor y paz!

Mientras no creamos plenamente en Jesús, andaremos buscando saciar nuestra sed y nuestra hambre en cualquier lugar. Por eso, como diría San Agustín, nuestra alma anda inquieta hasta que descanse en Dios.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 3ª. semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 6, 30-35
La gente preguntó a Jesús: «¿Qué señal puedes ofrecernos para que, al verla, te creamos? ¿Cuál es tu obra? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio a comer pan del cielo». Jesús les respondió: «Les aseguro que no fue Moisés quien les dio el pan del cielo. Es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. El pan de Dios viene del cielo y da la vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed».
Comentario

El hombre de hoy está sediento, está hambriento y no sabe de qué. Por ello ha desatado una búsqueda sin tregua tratando de encontrar algo que verdaderamente los sacie. Lo busca en el placer, en el poder, en la fama, en el dinero, etc.… A final de la búsqueda siempre lo mismo: Vacío y soledad. Y es que solo Jesús es el pan que sacia. Solo la vida en el amor de Dios puede dar sentido a la vida. Jesús dijo: “Yo soy el pan que de la vida” por ello solo él sacia, solo su amor llena nuestros vacíos y nuestras soledades. La vida en Cristo se transforma en plenitud. Por ello quien tiene a Cristo lo tiene todo, quien no lo tiene no tiene nada. Esta Pascua es de nuevo la oportunidad para encontrarnos con Jesús resucitado con el verdadero pan que sacia, con el pan que da la vida que es paz, alegría y amor. Encuéntrate hoy con Jesús en tu oración personal… Está esperándote para saciarte.

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro