¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este viernes de la 5ª. Semana de Pascua.
Dios nos bendice...
Evangelio según San Juan 15,12-17.
Jesús dijo a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»
Comentario
La medida es alta y su mandato es exigente. ¡Lo que pide no es
menos que lo que pedía la ley antigua! Cristo pone como medida del amor nada
menos que “dar la vida”. Tanto no pedía la Ley de Moisés. Pero la Ley Antigua
tampoco daba tanto, tampoco nos transformaba tanto, tampoco construía tanto en
nosotros.
De aquí podemos aprender dos cosas: primera, que es falso que la
Nueva Ley sea menos o menor que la Antigua. Pide más, infinitamente más. Pero,
en segundo lugar, la Ley Nueva es superior a la Antigua porque trae en sí el
vigor para ser cumplida.
Tal es, en efecto, la maravillosa ley
del amor: que tanto ilumina cuanto impulsa y tanto mueve cuanto esclarece. La
ley mosaica podía ayudarnos a encontrar lo malo pero no a sentir repulsión
hacia ello; podía enseñarnos el camino del bien pero nos dejaba inermes ante el
atractivo del mal. La Ley Nueva, por el contrario, nos hace fuertes
interiormente, a través de la experiencia de ser amados, y luego nos dirige
hacia el bien, a través del llamado a amar.
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