lunes, 12 de agosto de 2013

Lo matarán, pero resucitará

¡Amor y paz!

Después de un nuevo anuncio de su muerte y resurrección -que entristece mucho a sus discípulos-, el pasaje del Evangelio  hoy se refiere al pago de un tributo por parte de Jesús.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XIX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Mateo 17,22-27.
Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús les dijo: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres: lo matarán y al tercer día resucitará". Y ellos quedaron muy apenados. Al llegar a Cafarnaún, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: "¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?". "Sí, lo paga", respondió. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: "¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?". Y como Pedro respondió: "De los extraños", Jesús le dijo: "Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti".
Comentario

El texto presentado por la liturgia contiene dos temas: Jesús habla de nuevo de su inminente muerte y resurrección (vv. 22-23) y el tema del pago del impuesto del Templo (vv. 24-27). Así, en el primer tema el hilo de los acontecimientos apunta a los días finales en Jerusalén y también se insiste en el punto central: la identidad plena de Jesús como Hijo de Dios. La pasión se cierne sobre la persona de Jesús como algo próximo e inevitable. De esta manera Jesús advierte una vez más (cf 16,21) a sus seguidores sobre lo que va a suceder allí. Aunque ha de sufrir y morir, el acento se pone de nuevo en la resurrección, pues ésta es la garantía del Siervo/Hijo del hombre (Is 52,13; 53,10). Los discípulos se entristecen mucho porque todavía no han entendido la razón por la que Jesús ha de sufrir y a su inseguridad por el papel que ellos han de desempeñar en todo ello (cf 16,24-26).

La cuestión del impuesto del Templo, recaudado en Galilea antes de la Pascua, era un impuesto anual que se cobraba a todos los judíos varones de más de veinte años de edad para pagar los sacrificios públicos habituales y los de las festividades. La cantidad se basa en Ex 30,11-16 y era más que suficiente. Al tener todos que pagar este impuesto se convirtió en un modo de identificarse como miembro de la comunidad judía. Así la mayoría de los judíos varones lo pagaban, aún cuando les trajera sin cuidado el culto sacrificial y el Templo de Jerusalén. La razón de que a Pedro le preguntaran si Jesús pagaba dicho impuesto pudo ser la existencia de cierta duda sobre si los sacerdotes y rabís tenían que pagar. Puesto que iban a ir a Jerusalén para la Pascua, Pedro supone que Jesús pagará. Cuando se encuentran Jesús le plantea a Pedro la cuestión acerca de la validez del impuesto. En los reinos de la tierra, los gobernantes no gravan a sus familias con impuestos ni contribuciones. Pedro, que había confesado que Jesús era Hijo de Dios, ha de reflexionar ahora sobre un dilema: si Jesús es el Hijo de Dios, no estará obligado a pagar, pues es la casa de su Padre. Que los hijos están exentos constituye el principio del que se deduce que el Hijo de Dios está exento del impuesto del Templo. Todo el culto sacrificial del Templo se pone en tela de juicio de nuevo (cf Os 6,6) pues esto se aplica a los cristianos, especialmente dentro del contexto de la comunidad judeocristiana de Mateo. Sin embargo, para no escandalizar a nadie por falta de entendimiento, Jesús se ajusta a la costumbre.

Al igual que los evangelistas Marcos y Lucas, Mateo también recuerda los tres grandes anuncios de su pasión. La enseñanza es que Jesús tiene clara conciencia a dónde se dirige. Jesús ve este anuncio no con los ojos del “yo” personal que debe inclinarse ante una voluntad superior sino con los ojos del Hijo del hombre ante quien no hay nada oculto. Ahora habla “de los hombres” de manera simple pero con mayor profundidad pues en realidad son los hombres los enemigos de Dios (Rom 5,10), que deben ser reconciliados con él. Esa es la finalidad de la pasión: salvar el abismo entre Dios y los seres humanos, para que éstos puedan tener acceso a Dios. Agradezcamos a Cristo esta redención. 

La parte más larga de este texto que meditamos hoy es sobre el pago de un impuesto al Templo que debían hacer todos los varones. Este episodio que sólo se encuentra en Mateo destaca el protagonismo de Pedro y la invitación del evangelista a los miembros de su comunidad para que solucionen pacíficamente cualquier diferencia que pudiera existir entre ellos a causa de la distinta manera de entender el mensaje cristiano. Por otra parte, la respuesta de Jesús esta basada en una comparación profunda: el Señor del templo era Dios. Jesús es su Hijo. Los que creen en Jesús participan de esta filiación. Su libertad nace de su calidad de hijos. Pero, junto a esta libertad, quiere expresar también Jesús una actitud de respeto frente a la posible obligación legal y frente al templo en cuanto que es la casa de Dios. Y paga el impuesto. Jesús hizo muchas cosas a las que, por su calidad de Hijo, no estaba obligado; sin embargo, para que su libertad no ofendiera el sentir común, en este caso como en otros, paga el impuesto en cuanto tenía un significado religioso. Ante ciertos deberes sociales o políticos, el ejemplo de Jesús nos enseña que obedecer con libertad y no por miedo o servilismo es pagar un justo impuesto a la convivencia humana. Nos enseña a saber cumplir, como cristianos que estamos en el mundo sin ser de él, de manera coherente los deberes sociales y políticos de las sociedades en las que nos desenvolvemos. 
Finalmente el recurso al milagro del pez, sirve para poner de relieve su calidad de Hijo: es el Padre quien ha proporcionado lo necesario para pagar el impuesto.

Servicio Bíblico Latinoamericano