domingo, 11 de octubre de 2009

¿QUÉ DEBEMOS HACER PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?

¡Amor y paz!

Hoy el Evangelio nos invita a preguntarnos: ¿Qué obstaculiza mi camino hacia Dios? Hay muchas barreras y estas operan más o menos, según cada persona. Para la mayoría es el dinero, pero para otros son los vicios, cualquier apetito desordenado por los bienes terrenales, el placer, el poder e, incluso, el saber, o una muy elevada autoestima.

Pero hoy el tema es el dinero y, según lo afirma Jesús en otro momento, "No podéis servir a Dios y al dinero" (Lc 16,13), o también: "No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra, que la polilla y el orín corroen y los ladrones desentierran y roban. Acumulad tesoros en el Cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen, y donde los ladrones no excavan ni roban; pues donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mt 6. 19-21).

Sinembargo, somos esclavos del dinero, lo hemos deificado, es el que jalona nuestra vida y su imperio nos hace actuar en contravía de lo quiere Cristo. Veamos sólo dos ejemplos: Si lo que cuenta es el dinero y no el amor a Dios y a los hermanos, ¿para qué pagar salarios justos? Si lo importante es el dinero, ¿Para qué pensar en hacer el bien a la sociedad a la hora de escoger una profesión?

Los invito, hermamos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 28º. Domingo del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 10,17-30.

Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".
Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible". Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.


COMENTARIO

Seguimos leyendo evangelios que nos hablan -radicalmente- de lo que significa seguir a Jesucristo. En la presentación que hace Marcos, enmarcando estas llamadas al seguimiento en el camino de Jesucristo hacia Jerusalén (hacia la Pascua). Si el pasado domingo se nos hablaba de la relación entre hombre y mujer en la unión de amor, hoy hallamos otro tema no menos importante, no menos presente en nuestra vida: el dinero.

-SEGUIR A JC ES ALGO MÁS QUE VIVIR HONESTAMENTE.

Quizá la primera enseñanza del evangelio que leemos hoy sea ésta: para seguir a Jesucristo no basta cumplir los mandamientos -vivir honestamente- sino que es preciso liberarse de todo aquello que sea un obstáculo para sumergirse en el radical camino que propone Jesucristo. Es lo que significará la Pascua -muerte y resurrección- hacia la que se encamina el Mesías del Reino (Reino de vida, de plenitud): darse del todo, hasta el extremo, y así conseguir por gracia de Dios la plenitud de realización, de vida, de estimación.

Me pregunto si, habitualmente, los que comentamos la Palabra de Dios no la reducimos a una simple exhortación a la honestidad, al cumplimiento de los mandamientos, a una etérea exhortación a vivir en el amor. Es positivo un esfuerzo de adaptación del Evangelio a la vida normal de los cristianos, pero quizá sea negativo el vaciar de exigencia, de radicalidad, el camino de seguimiento de Jesucristo. Evidentemente, no se puede convertir en ley -menos aún presentarlo como algo reservado a unos "elegidos"-, pero deberíamos conseguir, aunque sea difícil, anunciar con vigor comunicativo esta invitación de Jesucristo a liberarse de todo aquello que es obstáculo para sumergirse en un seguimiento más fiel, más exigente, más abierto a insospechadas posibilidades. La Buena Noticia no puede reducirse a un vivir honestamente; es una posibilidad de vivir "en la tierra como en el cielo", es decir, en progresiva comunión con el Padre ya ahora, que se concreta en un ir más allá del simple "cumplir" o del simple "no pecar". Y, para ello, la primera condición es ser libres.

-EL DINERO COMO OBSTÁCULO. SGTO/RIQUEZA

Es curioso observar la diferencia entre nuestra habitual presentación de obstáculos para ser fieles a Jesucristo y la que presenta el Evangelio. ¿Cuántas veces hablamos del dinero como de un obstáculo para seguir a Jesucristo? Y, sin embargo, me parece que un análisis objetivo del Evangelio lo presenta como la gran dificultad. No basta un "romanticismo" de la pobreza; es preciso decir con claridad que, según Jesucristo, "qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino".

Con todo debe evitarse el reducir este peligro -este gran obstáculo- de la riqueza a algo que afecta sólo a los multimillonarios (escasos, supongo, en la mayoría de nuestras celebraciones). Jesucristo no habla sólo para ellos: habla para todos (así lo entienden los apóstoles que no eran ciertamente ricos). Porque el dinero -"el poner la confianza en el dinero", el querer tener cada vez más, el dejarse aprisionar por la espiral del consumo -afecta a muchos que estamos lejos de ser millonarios. Pero esclaviza también. "Tocar el tema del dinero es tocar fuego". No sería lícito escamotear su complejidad (no sea que el oyente (lector) "pobre" -o normal- se sienta atacado en su legítimo esfuerzo por ganarse la vida, por mejorar). Tampoco sería lícito reducir el problema a la cuestión personal, olvidando que básicamente es un problema de mala organización social y económica, que divide a la sociedad en clases con intereses opuestos, una sociedad en la que el "dios" es el dinero. Pero tampoco podemos olvidar que cada uno de nosotros -sea cual sea su situación- es un candidato a dejarse esclavizar por el dinero. Y ello debe decirse (quizá reconociendo, dicho sea entre paréntesis, que la Iglesia no ha dado un gran testimonio de libertad respecto al dinero. Que la Iglesia no ha denunciado con suficiente credibilidad una sociedad construida -y esclava- sobre el poder del dinero).

-RIQUEZA=TRISTEZA.

Quizá un aspecto que podría subrayarse pedagógicamente es la oposición entre el modo de ver del Evangelio y el de la sociedad actual (o quizá del "mundo" de ayer y de hoy). El Evangelio ve en la riqueza la causa de la tristeza del hombre que no se atreve a liberarse para seguir el camino de vida ("se entristeció y se fue apenado porque poseía muchos bienes"). La sociedad occidental -capitalista- en la que vivimos presenta, en cambio, la riqueza como fuente de felicidad. Aunque una mirada objetiva permite descubrir que es un engaño (pero un engaño en el que todos fácilmente caemos). La felicidad, la alegría, se halla -según el Evangelio- no en el tener sino en el ser. Y para ser es indispensable la libertad.


J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1979, 19
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