jueves, 20 de septiembre de 2012

Quien quiera ser perdonado debe amar mucho

¡Amor y paz!

A diferencia de Marcos y Mateo, que describen permanentes enfrentamientos entre Jesús y los fariseos, Lucas anota tres veces  (Lc 7, 36; 11, 37; 14, 1) que el Señor acepta invitaciones de algunos de ellos a cenar. Y en esta ocasión, lo hace para acentuar la diferencia entre el afecto que expresa quien se siente salvado y el de quien reconoce su culpa y quiere ser perdonado.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 7,36-50.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!". Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!", respondió él. "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor". Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados". Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?". Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". 
Comentario

Jesús es invitado a cenar a casa de un fariseo llamado “Simón”. Invitar a comer en la propia casa a alguien importante es un signo de que se quiere honrar a esa persona, por tanto, se hará lo mejor para que se sienta bien. Sin embargo, Simón el fariseo, el anfitrión, no guarda las reglas de cortesía con las que se solía atender a un huésped importante. No recibe a Jesús en la puerta, no coloca las manos en el hombro de Jesús ni lo saluda con un beso. No le ordena a un siervo que le lave los pies, ni le ofrece agua para lavarse la cara y las manos antes de comer; tampoco lo unge con perfume para que tenga un olor agradable.

Mientras Jesús cenaba, se presentó una mujer conocida en el pueblo como una pecadora y enjugó con perfume y con sus lágrimas los pies de Jesús, los secó con su cabello y los besó. Los invitados y el mismo Simón quedaron sorprendidos, no por lo que estaba haciendo la mujer, sino porque Jesús se dejara tocar por una prostituta. ¿Qué clase de profeta era Jesús?, pensaba Simón. Jesús se adelantó al pensamiento de Simón y le contó un breve relato en el que subraya un aspecto muy importante de su mensaje salvífico: la misericordia de Dios para con los pecadores.

Hay que entender el texto de hoy desde el contenido de la parábola que cuenta Jesús. El amor de los deudores es la respuesta al perdón de la deuda del prestamista, es decir que, al que mucho se le ha perdonado, demuestra mucho amor, en cambio, al que se le perdona poco, demuestra poco amor. El perdón de Jesús para con la pecadora es la respuesta al gran amor manifestado por la misma mujer para con Él. Con estas palabras el evangelista nos quiere expresar la íntima relación que hay entre el amor agradecido y el perdón de los pecados. Un perdón que se hace presente en Jesús, que nos presenta el rostro misericordioso del Padre.

Simón, el fariseo y todos sus invitados, parecen incapaces de comprender lo que significa la misericordia de Dios, no pueden abrirse a la dimensión de la salvación porque se encuentran entre aquellos a los que se les ha perdonado poco, son autosuficientes, se creen buenos, no necesitan del perdón de Dios. No pueden entender lo que significa la gracia, el don gratuito y generoso que ofrece Jesús como hijo del Padre misericordioso. No entienden, ni comprenden, ni aceptan que el perdón no se da a cambio de amor, sino que se da simplemente sin esperar nada a cambio. El perdón es un regalo gratuito, esto es lo que la fe de la pecadora ha entendido; por eso Jesús le dice: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”. 

A veces nosotros somos como Simón, el fariseo y sus invitados. ¿Con cuánta frecuencia somos incapaces de descubrir la presencia misericordiosa de Dios y de su mano amorosa en los acontecimientos ordinarios de nuestra vida?

Servicio Bíblico Latinoamericano