¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario,
en este miércoles
de la decimoctava semana del tiempo ordinario.
Dios
nos bendice...
Libro de los
Números 13,1-2.25-33.14,1.26-29.34-35.
El Señor dijo a
Moisés:
"Envía unos hombres a explorar el país de Canaán, que yo doy a los israelitas; enviarás a un hombre por cada una de sus tribus paternas, todos ellos jefes de tribu".
Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país.
Entonces fueron a ver a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad de los israelitas en Cades, en el desierto de Parán, y les presentaron su informe, al mismo tiempo que les mostraban los frutos del país.
Les contaron lo siguiente: "Fuimos al país donde ustedes nos enviaron; es realmente un país que mana leche y miel, y estos son sus frutos.
Pero, ¡qué poderosa es la gente que ocupa el país! Sus ciudades están fortificadas y son muy grandes. Además, vimos allí a los anaquitas.
Los amalecitas habitan en la región del Négueb; los hititas, los jebuseos y los amorreos ocupan la región montañosa; y los cananeos viven junto al mar y a lo largo del Jordán".
Caleb trató de animar al pueblo que estaba junto a Moisés, diciéndole: "Subamos en seguida y conquistemos el país, porque ciertamente podremos contra él".
Pero los hombres que habían subido con él replicaron: "No podemos atacar a esa gente, porque es más fuerte que nosotros".
Y divulgaron entre los israelitas falsos rumores acerca del país que habían explorado, diciendo: "La tierra que recorrimos y exploramos devora a sus propios habitantes. Toda la gente que vimos allí es muy alta.
Vimos a los gigantes - los anaquitas son raza de gigantes - Nosotros nos sentíamos como langostas delante de ellos, y esa es la impresión que debimos darles".
Entonces la comunidad en pleno prorrumpió en fuertes gritos, y el pueblo lloró toda aquella noche.
Luego el Señor dijo a Moisés y a Aarón:
"¿Hasta cuándo esta comunidad perversa va a seguir protestando contra mí? Ya escuché las incesantes protestas de los israelitas.
Por eso, diles: "Juro por mi vida, palabra del Señor, que los voy a tratar conforme a las palabras que ustedes han pronunciado.
Por haber protestado contra mí, sus cadáveres quedarán tendidos en el desierto: los cadáveres de todos los registrados en el censo, de todos los que tienen más de veinte años.
Ustedes cargarán con su culpa durante cuarenta años, por los cuarenta días que emplearon en explorar la tierra: a razón de un año por cada día. Entonces conocerán lo que significa rebelarse contra mí.
Así lo he dispuesto yo, el Señor. De esa manera trataré a toda esta comunidad perversa que se ha confabulado contra mí: hasta el último hombre morirá en este desierto".
Salmo 106(105),6-7a.13-14.21-22.23.
"Envía unos hombres a explorar el país de Canaán, que yo doy a los israelitas; enviarás a un hombre por cada una de sus tribus paternas, todos ellos jefes de tribu".
Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país.
Entonces fueron a ver a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad de los israelitas en Cades, en el desierto de Parán, y les presentaron su informe, al mismo tiempo que les mostraban los frutos del país.
Les contaron lo siguiente: "Fuimos al país donde ustedes nos enviaron; es realmente un país que mana leche y miel, y estos son sus frutos.
Pero, ¡qué poderosa es la gente que ocupa el país! Sus ciudades están fortificadas y son muy grandes. Además, vimos allí a los anaquitas.
Los amalecitas habitan en la región del Négueb; los hititas, los jebuseos y los amorreos ocupan la región montañosa; y los cananeos viven junto al mar y a lo largo del Jordán".
Caleb trató de animar al pueblo que estaba junto a Moisés, diciéndole: "Subamos en seguida y conquistemos el país, porque ciertamente podremos contra él".
Pero los hombres que habían subido con él replicaron: "No podemos atacar a esa gente, porque es más fuerte que nosotros".
Y divulgaron entre los israelitas falsos rumores acerca del país que habían explorado, diciendo: "La tierra que recorrimos y exploramos devora a sus propios habitantes. Toda la gente que vimos allí es muy alta.
Vimos a los gigantes - los anaquitas son raza de gigantes - Nosotros nos sentíamos como langostas delante de ellos, y esa es la impresión que debimos darles".
Entonces la comunidad en pleno prorrumpió en fuertes gritos, y el pueblo lloró toda aquella noche.
Luego el Señor dijo a Moisés y a Aarón:
"¿Hasta cuándo esta comunidad perversa va a seguir protestando contra mí? Ya escuché las incesantes protestas de los israelitas.
Por eso, diles: "Juro por mi vida, palabra del Señor, que los voy a tratar conforme a las palabras que ustedes han pronunciado.
Por haber protestado contra mí, sus cadáveres quedarán tendidos en el desierto: los cadáveres de todos los registrados en el censo, de todos los que tienen más de veinte años.
Ustedes cargarán con su culpa durante cuarenta años, por los cuarenta días que emplearon en explorar la tierra: a razón de un año por cada día. Entonces conocerán lo que significa rebelarse contra mí.
Así lo he dispuesto yo, el Señor. De esa manera trataré a toda esta comunidad perversa que se ha confabulado contra mí: hasta el último hombre morirá en este desierto".
Salmo 106(105),6-7a.13-14.21-22.23.
Hemos pecado, igual que
nuestros padres;
somos culpables, hicimos el mal:
nuestros padres, cuando estaban en Egipto,
no comprendieron tus maravillas.
Pero muy pronto se olvidaron de sus obras,
no tuvieron en cuenta su designio;
ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la soledad.
Olvidaron a Dios, que los había salvado
y había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam
y portentos junto al Mar Rojo.
El Señor amenazó con destruirlos,
pero Moisés, su elegido,
se mantuvo firme en la brecha
para aplacar su enojo destructor.
Evangelio según San Mateo 15,21-28.
somos culpables, hicimos el mal:
nuestros padres, cuando estaban en Egipto,
no comprendieron tus maravillas.
Pero muy pronto se olvidaron de sus obras,
no tuvieron en cuenta su designio;
ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la soledad.
Olvidaron a Dios, que los había salvado
y había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam
y portentos junto al Mar Rojo.
El Señor amenazó con destruirlos,
pero Moisés, su elegido,
se mantuvo firme en la brecha
para aplacar su enojo destructor.
Evangelio según San Mateo 15,21-28.
Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón.
Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio".
Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos".
Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel".
Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórreme!".
Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros".
Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!".
Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!". Y en ese momento su hija quedó curada.
Comentario
1. Ambivalencia del
Corazón Humano ante las Promesas
1.1 Los acontecimientos
que narra la primera lectura suenan lejanos a nuestros oídos, en parte porque
el texto que se proclama en la Santa Misa omite numerosos versículos por razón
de brevedad y por evitar repeticiones. El sentido original se entiende: a las
puertas mismas de la tierra prometida, cuando ya poco falta para alcanzar lo
esperado por tanto tiempo, algunos israelitas se desaniman y desaniman a los
demás, y presentan esa tierra como un imposible.
1.2 En el fondo es la
ambivalencia del corazón, que quiere creer, quiere esperar y quiere amar, pero
las tres cosas le cuestan extraordinariamente porque el objeto, el término de
nuestra fe, esperanza y amor, es algo que nos rebasa, algo que sólo podemos
conquistar si Dios lo conquista para nosotros. Es una batalla en la que hay que
rendirse para vencer: rendirse a Dios confiando en que él lo puede para vencer
con él que todo lo puede.
1.3 La tierra prometida
era eso: tierra. Nosotros tenemos promesas mejores que el pueblo del Antiguo
Testamento. Tenemos un cielo prometido. Y cuando llegue la hora de cerrar los
ojos a esta tierra y entrar en ese cielo, necesitaremos toda nuestra fe, toda
nuestra esperanza y todo nuestro amor. Tendremos que rendirnos de corazón ante
el Altísimo para oír con asombro cómo se abre la puerta y la casa nos aguarda
con las luces encendidas y el banquete ya servido.
2. Un Episodio Chocante
2.1 El evangelio de hoy
nos presenta un pasaje bastante difícil sobre todo porque la actitud de Jesús
resulta francamente desconcertante: ¿por qué hace esperar tanto a esta pobre
mujer que clamaba la curación de su hijita? Y si luego va a curarla, ¿por qué
con ese lenguaje tan duro, diríamos tan humillante?
2.2 Para dar un poco de
perspectiva a lo sucedido, conviene recordar que Jesús tenía muy claro que su
misión, por lo menos en el terreno de lo inmediato, iba dirigida a los miembros
del pueblo elegido. Él no se ve a sí mismo como una especie de curandero o de
hombre con poderes extraordinarios. A menudo prefirió destacar el papel de la
fe de quienes recibían sus milagros, como quitando la atención de sí mismo y
desplazándola hacia el acto de fe que el enfermo hacía cuando se curaba.
2.3 El enfoque de Jesús no
es tanto que Él hace cosas, sino que Él es la ocasión de que Dios haga cosas en
quienes vuelven hacia Dios. Esto es así porque Jesús básicamente está
anunciando que Dios reina, está anunciando el Reinado de Dios como más potente
que toda la iniquidad humana y también como más fuerte que todo lo que aflige u
oprime a los hombres.
2.4 En síntesis, Jesús
quiere que el protagonista sea el poder de Dios que se hace próximo y activo en
nosotros cuando realmente creemos. Es evidente que una curación
"fácil" y un encuentro casi accidental con una especie curandero
itinerante no son el lugar para realmente reconocer que es Dios el que reina.
2.5 Esto explica, por lo
menos en parte, lo que al principio nos parecía chocante: Jesús no quiere que
sus milagros sean anécdotas, sino mensajes que anuncian la llegada del Reino.
En el fondo, la demora en conceder esa sanación y el modo de hablarle a esta
mujer son una especie de catequesis que quiere mostrar por qué caminos le llega
la salvación. Al decirle que está recibiendo migajas de la mesa del pueblo
elegido le está mostrando que sólo hay un Dios, que ese Dios se ha revelado al
pueblo de la alianza, y que de Él y sólo de Él viene todo bien.
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