jueves, 31 de julio de 2014

Ahora coexistimos buenos y malos; al final, habrá selección

¡Amor y paz!

La de hoy es la última parábola de la serie, y resulta muy parecida a la de la cizaña. Esta vez, la imagen está tomada, no del trabajo del campo, sino de la pesca en el lago.

Jesús compara su Reino -por tanto, su Iglesia- a una red que los pescadores recogen con peces buenos y malos, y la llevan a la orilla tal como está, sin preocuparse, de momento, de separarlos. Eso ya vendrá después, cuando llegue la hora de separar los buenos y los malos, el día de la selección, al igual que el día de la siega para separar la cizaña y el trigo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,47-53.
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo". Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí.
Comentario

De nuevo parece como si se nos quisiera disuadir de la idea de una Iglesia pura. Por el Bautismo hemos entrado en la comunidad de Jesús muchas personas. Pero no tenemos que creer que es comunidad de perfectos, sino también de pecadores.

El mismo Jesús trata con los pecadores, les dirige su palabra, les da tiempo, les invita, no les obliga a la conversión o a seguirle. También ahora en su Iglesia coexisten trigo y cizaña, peces buenos y malos. Es una comunidad universal. Jesús se esfuerza por decirnos que, si alguna oveja se descarría, hay que intentar recuperarla, y, cuando vuelve, la alegría de Dios es inmensa cuando logra reconducirla al redil. Y que no ha venido para los justos, sino para los pecadores. Como el médico está para los enfermos, y no para los sanos.

¿Cuál es nuestra actitud ante las personas que nos parecen débiles y pecadoras? ¿Ante la situación de un mundo desorientado? ¿les damos un margen de rehabilitación? ¿O nos portamos tan drásticamente como los que querían arrancar en seguida la cizaña?

Claro que tenemos que luchar contra el mal. Pero sin imitar la presunción de los fariseos, que se tenían por los perfectos, y parecían querer excluir a todos los imperfectos o pecadores. Jesús tiene otro estilo y otro ritmo.

Ojalá, después de todas estas parábolas, podamos decir, como los oyentes de Jesús -no sabemos si con mucha razón- que sí le habían entendido. Que hemos captado la intención de cada una de ellas y nos disponemos a corregir nuestras desviaciones y ponernos en la dirección que él quiere.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 207-210

miércoles, 30 de julio de 2014

Por el Reino de los Cielos vale la pena dejarlo todo

¡Amor y paz!

En esta sección de su evangelio, Mateo coleccionó una serie de Parábolas de Jesús en las cuales ilustra lo que significa el Reino. En este par de parábolas nos deja ver que el Reino es algo tan, pero tan maravilloso que quien lo descubre, podríamos hoy decir, quien lo experimenta, tiene por “basura”, como diría san Pablo, todo lo demás.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 17ª. Semana del tiempo ordinario.

Evangelio según San Mateo 13,44-46. 
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró." 
Comentario

Quien ha tenido la experiencia de Dios, quien ha experimentado que Dios le ama, se da cuenta que la vida en su amor, la vida en el Reino es la única que vale la pena vivirse… es tal la felicidad, la paz, el gozo que experimenta viviendo en el Reino que desprecia sufrimientos, humillaciones y hasta la misma vida con tal de permanecer en él. La vida vivida en el Jesús por medio del Espíritu Santo, es decir la vida del Reino, es tan hermosa que nada se pude comparar a ella.

Si hoy el mundo continúa fascinado con los placeres, la moda y otras vanidades es porque no ha descubierto esta perla preciosa; es porque no se ha dejado seducir por el amor de Dios; es porque no ha probado la vida que ofrece el Evangelio. Si tú todavía no la has vivido; si todavía no la has experimentado… Pídele en tu oración a Jesús el poder descubrir esa perla, ese tesoro, pues esto cambiará totalmente tu vida.

Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro

martes, 29 de julio de 2014

Recordémoslo: nuestra vida está en las manos de Dios


¡Amor y paz!

Celebramos hoy la festividad de Santa Marta, de ahí que el evangelio del día sea el de la resurrección de Lázaro, el hermano de Marta y María. También en este texto se trasluce ese estar nuestra vida en las manos de Dios.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario.

Dos nos bendice…

Evangelio según San Juan 11,19-27. 
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo". 

Comentario

Lázaro ha muerto; Marta, desconsolada, sale al encuentro de Jesús y le habla, totalmente segura de que si él –que es la Vida- hubiera estado, su hermano no habría muerto. En sus palabras se adivina mucha fe en Jesús y en su relación con el Padre. Además, ella cree en la resurrección del final de los tiempos. Pero Jesús va más allá aún: Yo soy la Resurrección, el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.

Creer en Jesús y seguirlo es lo que verdaderamente nos da vida, y vida en abundancia. Marta cree en él. Es gracias a esta fe de Marta, que Jesús hace que Lázaro reviva. Es como una nueva creación.

También nosotros a veces podemos decir que vivimos porque respiramos, pero en realidad no vivimos en plenitud, no tenemos vida en abundancia por nuestra falta de fe. Dejamos que la vida pase por nosotros en vez de pasar nosotros por la vida. ¡Dejémonos crear y recrear por Dios! Seamos barro en sus manos, dejémonos modelar, dejemos que cada mañana vuelva a comenzar esa obra creadora, reparando aquellos pequeños desperfectos que no le acaben de agradar del todo... Ojalá tengamos esa confianza ciega en Jesucristo que tuvo Marta porque... la obra no puede llevarse a cabo sin nosotros.

Vuestra hermana en la fe,

Lidia Alcántara Ivars,
misionera claretiana

lunes, 28 de julio de 2014

Jesús quiere que seamos fermento de santidad en el mundo

¡Amor y paz!

El Reino de Dios no sólo inició entre nosotros como la más pequeña de las semillas a causa del poquito número de los que al principio creyeron, sino también porque, a pesar de que se ha extendido por el mundo entero, sólo pertenecen a Él los de corazón humilde y sencillo, pues cuando somos débiles es cuando somos fuertes, ya que no trabajamos nosotros, sino la gracia de Dios con nosotros para el bien de todos.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,31-35.
Jesús propuso a la gente otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas". Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa". Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo. 

Comentario

Unidos a Cristo, purificados de nuestros pecados y llenos del Espíritu Santo, el Señor quiere que en verdad seamos fermento de santidad en el mundo para que poco a poco vayamos ganando a todos para Cristo. La vida recta, la justicia con la que vivamos, la preocupación por el bien de todos, especialmente de los más desprotegidos, nuestra honestidad ante la corrupción que ha dominado muchos ambientes, harán que no sólo proclamemos el Evangelio con los labios, sino también con nuestras obras, con nuestras actitudes y con nuestra vida misma. Esta sinceridad de nuestra fe, y el no crear una dicotomía entre fe y vida harán que incluso aquellos que se han alejado del Señor se unan a la Iglesia, encontrando en ella no sólo refugio, sino el lugar desde el cual puedan manifestar su compromiso no sólo con Dios, sino también con el hombre.

Cuando el sembrador siembra la semilla en el suelo y la cubre de tierra pareciera que esa semilla ha sido vencida por la muerte. Sin embargo, al paso del tiempo de esa semilla germinará una nueva vida, que, con los debidos cuidados, producirá un fruto abundante.

Cuando Cristo nos dice que el Reino de Dios ya está entre nosotros nos habla de su vida frágil, rechazada y perseguida por aquellos que no le pertenecen a Dios. Cristo es el Reino de Dios entre nosotros. Él, en un aparente fracaso, fue sepultado, pero al tercer día resucitó glorioso para que nosotros tengamos vida y vida en abundancia. Este es el fruto de esa pequeña semilla sembrada en tierra. Él no volverá al cielo con las manos vacías, sino con las manos llenas, llevando consigo a todos aquellos por quienes Él entregó su vida.

Hay en la Escritura unas palabras terribles: Aquel que es la Palabra, vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. Pero también hay otras palabras consoladoras: A cuantos lo acogieron les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Nuestro corazón es como un terreno; ojalá y sea buen terreno para acoger a Aquel que es la Palabra, y para que alojado en nuestra vida, produzca abundantes frutos de salvación. La Iglesia jamás puede rechazar a alguna persona. Todo aquel que se acerque a ella debe encontrar el apoyo para su vida y la posibilidad de desarrollarse plenamente. Más aún, debe encontrar la capacidad de convertirse en alimento substancioso y no venenoso para cuantos le traten. El Señor espera que su Iglesia sea fiel a la fe que profesamos en Él. Él no tanto nos lleva en su cintura cuanto en su corazón. Ahí hemos de aprender a amar y servir como nosotros hemos sido amados y servidos por Él. Lejos de Él tal vez a lo único que llegaremos es a ser unos charlatanes del Evangelio, pero no Profetas Testigos de Dios; entonces lo único que daremos a luz será viento y no hijos de Dios, pues estos no nacen del orgullo de la ciencia del hombre, sino de la humildad y sencillez con que actúa el Espíritu Santo en el seno de su Iglesia.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir en plena comunión con Cristo Jesús, para que sea Él quien, desde su Iglesia, continúe realizando su obra de salvación en el mundo. Amén.


Homiliacatolica.com

domingo, 27 de julio de 2014

¿Tenemos razones para vivir?

¡Amor y paz!

En la semana que concluyó ayer, comencé unos encuentros con universitarios y la reflexión inicial surgió con base en lo que decía una pancarta que portaban unos jóvenes manifestantes, en mayo del 68, en París.

La pancarta decía: “Nos habéis llenado la barriga, pero no nos habéis dado razones para vivir”. Aquellos eran jóvenes, muchos del primer mundo, que seguramente tenían resueltos sus problemas básicos de alimentación, salud, estudio y empleo, pero que no tenían una brújula que orientara sus vidas.

A raíz del Evangelio de hoy, que nos relata las comparaciones que hace Jesús con el Reino de los Cielos, les comparto una reflexión escrita una década después de aquella protesta en la capital francesa y que plantea lo mismo que se plantearon los jóvenes manifestantes y que hoy le propongo a ustedes queridos lectores, como tema de meditación: ¿Tenemos razones para vivir?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo XVII del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,44-52. 
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró." El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo". 

Comentario

Por encima de todas las crisis que atraviesan de un lado a otro nuestro mundo (crisis económica, política, cultural...) hay otra gran crisis que atraviesa el corazón de los hombres. Es una crisis radical, vital, que afecta a la vida misma, a su sentido, a su validez, a su orientación funda- mental. El hombre de hoy, con mucha frecuencia, no sabe ya por qué ni para qué vive. Nuestro mundo, sobre todo en occidente, está lleno de muchas pequeñas cosas que pugnan por facilitar y hacer cómoda la vida del hombre. El confort y la comodidad llegan cada día a nuevos hogares. La industrialización y la tecnificación invaden diariamente nuevas áreas de la vida humana.

Dicen que los indios de las tribus todavía no civilizadas no padecen neurosis ni enfermedades psicológicas. Sin embargo, como por un trágico contraste, es bien fácil observar que las sociedades más civilizadas (?), las más desarrolladas, las "islas de la opulencia", son las que registran cotas más altas en cuanto a enfermedades psicológicas o suicidios se refiere.

Muchos hablan de la crisis de la juventud actual. Ya no se trata de una crisis moral o de afiliación a ideologías corruptoras. Ahora se trata de una crisis que podría llamarse de cansancio cultural o, más en el fondo, de cansancio vital. Aparece el escepticismo ya en los mismos jóvenes, como prematuramente. En lo poco que han vivido han percibido ya algo así como que la vida no conduce a nada, que no vale la pena luchar por nada, que todo es lo mismo y que todo es superficial y, lo que es peor, que no hay que buscar nada, porque nada hay que encontrar.

Trágica situación la de nuestra sociedad si la misma juventud -su parte más joven y sin malear- amanece ya a la vida con un escepticismo tan radical. Paradójica y ridícula la situación de nuestro mundo, que, en las zonas más desarrolladas y confortables, junta al mayor desarrollo económico la mayor pobreza espiritual.

Para mayor contradicción, esta pobreza espiritual se combina entre nosotros con una enorme producción literaria en torno a las más sofisticadas discusiones ideológicas.
Pero hoy ya -dicen muchos- no es problema de ideologías. El hombre occidental está cansado. No es ya hoy un problema de ideologías. El problema está en que el hombre comienza a descubrir que muchas ideologías no llevan a ninguna parte. Nos movemos en un círculo. No hay salida. Hay que alzar la mirada hacia otra parte.

Muchas neurosis -bien disimuladas tras aparente diversión y frivolidad-, muchas violencias, muchas angustias, muchos suicidios, obedecen simplemente a que el hombre ha perdido contacto con lo vital. Ya no se sabe por qué ni para qué se vive. O, mejor dicho, se empieza a barruntar -y ésa es una tragedia que el hombre no puede soportar en paz- que no se vive por nada ni para nada.

No, el hombre no puede vivir así. El corazón humano tiene demasiadas exigencias como para conformarse con un ir tirando o un mero sobrevivir, por muy confortable que sea. Después de todas las diversiones y las agitaciones, por más entretenidas que hayan sido, o en los momentos más serios de la vida, le rebrota al hombre una y otra vez, desde lo más hondo del corazón, la pregunta por el sentido de su vida.
Querámoslo o no, al hombre le aparecerá siempre como inútil o perdido todo aquello que, una vez vivido, no lo puede reconocer como valioso para una causa.

Diríamos que en medio de la desesperación, el cansancio y la desorientación actual, el hombre siente desesperadamente la necesidad de un sentido, un camino, una causa por la que vivir. Nos parece que es lo duro y lo difícil lo que cansa al hombre, pero en realidad es lo fácil lo que desespera al hombre. Y en una sociedad como la nuestra, donde se quiere hacer tabla rasa de toda dificultad y llegar al estado de máxima comodidad, el hombre se ahoga si no tiene un motivo para vivir, una causa en cuyo servicio gastarse y desgastarse.

El esfuerzo, el sacrificio, el dar la vida generosamente, pueden llenar la vida del hombre con un sentimiento de felicidad más profundo que el de la comodidad, el confort, la diversión. No es lo difícil, es lo fácil y sin sentido lo que angustia al hombre. El que se descarga acaba cansándose, y el que gozosamente toma sobre sí la carga de la donación y el amor permanece joven y lleno de sentido.

En este contexto social es donde hoy sigue teniendo vigencia como nunca la parábola evangélica del tesoro escondido. El hombre moderno sigue buscando inconscientemente un tesoro, un tesoro que vale más que todo lo que le rodea, un tesoro que salve su vida dándole una causa para vivir y para morir, porque las grandes causas para vivir son a la vez grandes causas para morir, para dar la vida por ellas. Lo malo es que hoy en día el tesoro puede estar escondido y sepultado en medio de tanto confort y facilidad como nos rodea.

DABAR 1978/43

sábado, 26 de julio de 2014

Trigo y cizaña, tensión e incertidumbre

¡Amor y paz!

La parábola del trigo y la cizaña recoge una larga experiencia del mundo agrícola. Pero se refiere a cualquier mundo en el que ‘bien’ y ‘mal’, amor y desamor, prudencia e imprudencia, justicia e injusticia, germinan, se cultivan, crecen juntos, y, al final, reclaman clarificación, decisiones, ajuste de cuentas para salvar al bien (Dominicos 2004).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, n este sábado de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,24-30.
Jesús propuso a la gente otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. Él les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".
Comentario

En el mundo se ven siempre dos tipos de hombre, el bueno o el malo. El campo es la tierra donde viven juntos los hombres buenos con los malos. Si vemos los campos la forma del trigo es casi la misma que la forma de la cizaña, pero están tan juntos que es peligroso arrancar una sin hacer daño a otra. La cizaña roba agua y minerales de la tierra destinados al trigo.

Es una parábola que se refiere nuestro mundo. Aquí las apariencias engañan. Nosotros también somos tierra fértil donde se puede sembrar cizaña, viene el enemigo cuando no lo esperamos, a veces sutilmente envuelto en medias verdades o para nuestro bien aparente. Sin embargo, estos dos campos diferentes, el mundo y nosotros mismos, están continuamente guardados por el Sembrador. Él quita las yerbas que crecen en nuestra tierra, nos protege como plantas débiles.

Pero podemos dejar todo el trabajo a Él, como dice san Agustín “el que te creó sin ti no te salvará sin ti”. Por eso debemos orar y velar para que no sembremos con una mano trigo y con la otra cizaña. Debemos dar fruto de conversión para escuchar estas palabras del sembrador: “la podaré y pondré abono para que dé más fruto”.

Fuente: Catholic.net

Autor: Luis Felipe Nájar

viernes, 25 de julio de 2014

¡Estamos entrenados para competir antes que para convivir!

¡Amor y paz!

En un mundo egoísta, donde estamos entrenados para competir antes que para convivir, es común ser testigo, víctima o protagonista de rivalidades que a veces llegan a extremos con el fin de figurar, de aparentar ser el mejor, de preocuparse por parecer antes que por ser y merecer.

Esas pugnas pueden ocurrir en el mundo, pero no son el modo de ser cristiano, que debe interesarse más en servir que en ser servido.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes en la que celebramos la fiesta del apóstol Santiago, patrón de España. En esta oportunidad, oramos especialmente por ese gran país y por los españoles.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 20,20-28. 

La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".  "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". 

Comentario

En el Evangelio de hoy, la petición de la madre de los Zebedeos genera en los otros discípulos indignación, recelo y división. Esta situación la aprovecha el maestro para corregir pedagógicamente los fallos de los discípulos. Frente al egoísmo de todos, el maestro pronuncia unas reflexiones sobre el nuevo concepto de la autoridad transfigurada en servicio. Su pensamiento se desarrolla en tres estrofas: 

"Los jefes de las naciones las tiranizan y los grandes las oprimen". Jesús coloca el énfasis en la manera como se impone la autoridad en el régimen político de las naciones. Esta manera de ejercer la autoridad no puede ser el modelo de las relaciones en la comunidad de los discípulos.

"El que quiera ser el más grande entre ustedes, sea el servidor". Esta sentencia de Jesús esta en paralelo de contraste con "los jefes de las naciones" que ocupan un puesto de dirección y responsabilidad. Jesús no quiere una comunidad sin autoridad, pero pone como condición a quienes la ejerzan que han de tener un alma de pobre y una actitud de servicio como un esclavo. El candidato a ser "el primero" deberá hacerse servidor y esclavo de todos, porque la novedad del espíritu de gobierno, según el Evangelio, está en servir incondicionalmente a los otros.

"El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos". Con estas sentencias, Jesús autodefine su misión como servicio y entrega de la propia vida por los demás. Con esto queda claro lo que quiso decir Jesús al hablar de su "cáliz". Se corrige la falta de inteligencia de los que soñaban con los primeros puestos en el Reino y se ponen las condiciones para ser parte de la comunidad de los discípulos. 

El ejemplo de Santiago y de los otros discípulos nos exige a todos nosotros el construir otro tipo de vida eclesial, donde la autoridad se ejerza como servicio y no como privilegio; jerarquía o autoridad, donde seamos capaces de entregar la propia vida por el hermano empobrecido como lo hizo el mismo Jesús, que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por todos.

J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid