¡Amor y paz!
Ayer Dios Padre nos pidió escuchar a su Hijo y hoy el Hijo nos pide ser como su Padre: misericordiosos,
no juzgar, no condenar, perdonar, dar.
Sin embargo, no hay que hacerlo simplemente para que lo hagan con nosotros, pues hay que dar, amar, perdonar con generosidad, sin esperar nada a cambio.
Te invito, hermano, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 2ª. Semana de Cuaresma.
Dios te bendiga…
Evangelio según San Lucas
6,36-38.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes".
Comentario
Jesús abre su sabiduría
para hacer entender a sus discípulos los requisitos centrales del proyecto del
Reino. Les explica que todos los pecados de la humanidad tienen el mismo
origen: en la codicia, en la que se manifiesta el egoísmo. Este es el principal
obstáculo para la conversión que debe buscar todo buen cristiano. Debido a
esto, todo ser humano que quiera ser acogido por el Padre, debe trabajar por
llegar a tener su misma compasión y misericordia para con los otros. Esta
misericordia y compasión no sólo debe ser externa. Es indispensable que toque y
permee la mente en el momento de hacer cualquier juicio sobre los demás.
La gente del tiempo de
Jesús, a pesar de tener una institución tradicionalmente reconocida como el
Templo, nunca escuchó de parte de sus sacerdotes palabras que buscaran una
sociedad alternativa, estructuralmente diferente a la heredada. Había quedado
muy distante la experiencia del éxodo y de la liberación de Egipto. De ahí su
extrañeza al oír cómo Jesús ofrecía, con palabras humanas corrientes, un
concepto del querer de Dios muy diferente al de la oficialidad.
Frente a sus
planteamientos había sólo dos alternativas: aceptarlos como voluntad del Padre,
o rechazarlos y condenar a Jesús. La manera como la comunidad debía entender el
mensaje de Jesús era desde la preocupación que él mostraba por la situación que
vivía el empobrecido. A éste sólo se le podía redimir si en las personas nacía
la compasión por el más necesitado.
Compasión es compartir el sufrimiento de
los otros y así experimentar qué es lo que ellos realmente necesitan para que
su calidad de vida mejore. Queda, pues, como conclusión que al comprometernos
todos a ser compasivos con los demás, vamos a lograr universalizar valores que
ayudarán al mundo a ser cada vez más humano. Por algo Jesús nos recuerda que
con la medida con que midamos a los demás, con esa misma se nos medirá a
nosotros.
Servicio
Bíblico Latinoamericano