lunes, 25 de febrero de 2013

Con la medida que midamos a otros seremos medidos



¡Amor y paz!

Ayer Dios Padre nos pidió escuchar a su Hijo y hoy el Hijo nos pide ser como su Padre: misericordiosos, no juzgar, no condenar, perdonar, dar.

Sin embargo, no hay que hacerlo simplemente para que lo hagan con nosotros, pues hay que dar, amar, perdonar con generosidad, sin esperar nada a cambio.

Te invito, hermano, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 2ª. Semana de Cuaresma.

Dios te bendiga…

Evangelio según San Lucas 6,36-38.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes".
Comentario

Jesús abre su sabiduría para hacer entender a sus discípulos los requisitos centrales del proyecto del Reino. Les explica que todos los pecados de la humanidad tienen el mismo origen: en la codicia, en la que se manifiesta el egoísmo. Este es el principal obstáculo para la conversión que debe buscar todo buen cristiano. Debido a esto, todo ser humano que quiera ser acogido por el Padre, debe trabajar por llegar a tener su misma compasión y misericordia para con los otros. Esta misericordia y compasión no sólo debe ser externa. Es indispensable que toque y permee la mente en el momento de hacer cualquier juicio sobre los demás.

La gente del tiempo de Jesús, a pesar de tener una institución tradicionalmente reconocida como el Templo, nunca escuchó de parte de sus sacerdotes palabras que buscaran una sociedad alternativa, estructuralmente diferente a la heredada. Había quedado muy distante la experiencia del éxodo y de la liberación de Egipto. De ahí su extrañeza al oír cómo Jesús ofrecía, con palabras humanas corrientes, un concepto del querer de Dios muy diferente al de la oficialidad.

Frente a sus planteamientos había sólo dos alternativas: aceptarlos como voluntad del Padre, o rechazarlos y condenar a Jesús. La manera como la comunidad debía entender el mensaje de Jesús era desde la preocupación que él mostraba por la situación que vivía el empobrecido. A éste sólo se le podía redimir si en las personas nacía la compasión por el más necesitado.

Compasión es compartir el sufrimiento de los otros y así experimentar qué es lo que ellos realmente necesitan para que su calidad de vida mejore. Queda, pues, como conclusión que al comprometernos todos a ser compasivos con los demás, vamos a lograr universalizar valores que ayudarán al mundo a ser cada vez más humano. Por algo Jesús nos recuerda que con la medida con que midamos a los demás, con esa misma se nos medirá a nosotros.

Servicio Bíblico Latinoamericano