¡Amor y paz!
Los invito, a leer y meditar
el Evangelio y el comentario, en este martes de la 3ª. Semana de Pascua.
Dios nos bendice…
Evangelio
según San Juan 6,30-35.
La gente dijo a Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo". Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo". Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan". Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.
Comentario
a) En el evangelio, la gente
sencilla pide «signos» a Jesús. Y casi como provocándole le dicen que Moisés sí
había hecho signos: el maná que proporcionó a los suyos en la travesía del
desierto. Así ha construido literariamente la escena el evangelista para dar
lugar a continuación al discurso de Jesús sobre el pan verdadero.
Todo el discurso siguiente
va a ser como una homilía en torno al tema del pan: el pan que multiplicó Jesús
el día anterior, el maná que Dios dio al pueblo en el desierto, y el Pan que
Jesús quiere anunciar. La frase crucial es una cita del salmo 77, 24: «les
diste pan del cielo» (lo que cantábamos antes en latín en la Bendición con el
Santísimo: «panem de coelo praestitisti eis»).
Se establece el paralelismo
entre Moisés y Jesús, entre el pan que no sacia y el pan que da vida eterna,
entre el pan con minúscula y el Pan con mayúscula. A partir de la experiencia
de la multiplicación y del recuerdo histórico del maná, Jesús conduce a sus
oyentes hacia la inteligencia más profunda del Pan que Dios les quiere dar, que
es él mismo, Jesús. Si en el desierto el maná fue la prueba de la cercanía de
Dios para con su pueblo, ahora el mismo Dios quiere dar a la humanidad el Pan
verdadero, Jesús, en el que hay que creer. Siempre es parecido el camino: de la
anécdota de un milagro hay que pasar a la categoría del «yo soy». Aquí, al «yo
soy el pan de vida».
b) Nosotros tenemos la
suerte de la fe. E interpretamos claramente a Jesús como el Pan de la vida, el
que nos da fuerza para vivir. El Señor, ahora Glorioso y Resucitado, se nos da
él mismo como alimento de vida.
Aquella gente del evangelio,
sin saberlo bien, nos han dado la consigna para nuestra oración. Podemos decir
como ellos, en nombre propio y de toda la humanidad: «danos siempre de este
Pan». Y no sólo en el sentido inmediato del pan humano, sino del Pan verdadero
que es Cristo mismo.
Pero los cristianos no nos
tendríamos que conformar con saciarnos nosotros de ese Pan. Deberíamos
«distribuirlo» a los demás: deberíamos anunciar a Cristo como el que sacia
todas las hambres que podamos sentir los humanos. Deberíamos conducir a todos
los que podamos, con nuestro ejemplo y testimonio, a la fe en Cristo y a la
Eucaristía. El pan que baja del cielo y da vida al mundo.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 65-67
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 65-67