¡Amor y paz!
Cada año, en este tiempo,
leemos páginas del evangelio que nos hablan del futuro. Palabras que a veces
nos son difíciles de comprender. Por el lenguaje, las comparaciones, el
conjunto de un modo de hablar característico de entonces y lejano al nuestro. Y
también difíciles porque son palabras enérgicas, duras, radicales.
Jesús anuncia la victoria,
anuncia su venida final para dar vida total. Pero al mismo tiempo un largo y
difícil camino de lucha hasta llegar a la victoria. Es decir, el anuncio de Jesús
no es una promesa de facilidades para quienes le sigan. Ni tampoco un anuncio
de seguridades. El ejemplo que presenta el evangelio de hoy es muy
significativo: el pueblo judío estaba seguro y satisfecho de su Templo, centro
de su vida religiosa. Para aquel pueblo pobre y humillado, el Templo era su
orgullo. Pero la palabra de Jesús es dura y radical: todo aquello será
destruido.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este XXXIII Domingo del Tiempo
Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,5-19.
Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.
Comentario
COMBATE:
Palabra dura, pero también (al mismo tiempo) palabra de esperanza: por más que
el Templo sea destruido, el camino del hombre hacia la salvación, hacia Dios,
podrá continuar y continuará.
Podríamos resumir el
anuncio de Jesús diciendo: deberéis luchar siempre, nunca podréis pensar que
habéis ganado, pero ganaréis.
O, dicho de otro modo:
nunca podréis mirar hacia atrás, nunca podréis sentaros a la vera del camino,
siempre deberéis caminar luchando... pero llegaréis a la victoria, a la Vida.
Evidentemente no se trata
de una lucha contra nadie, ni de una victoria que podamos apropiarnos. La lucha
de la que somos protagonistas es entre el Bien y el Mal, verdad y mentira, amor
y desamor, justicia e injusticia. Ningún hombre está nunca completamente en uno
u otro bando: la lucha está también en nosotros. Sólo Dios está totalmente en
su bando, porque es un bando: Él es el bien, la verdad, el amor, la justicia.
Nosotros, si luchamos por eso, luchamos por Dios, luchamos con Dios.
La dificultad nace de que
siempre hay quien pretende colocarse en el lugar de Dios. Ideologías, o gobiernos,
o partidos, o personas y grupos sociales o religiosos que pretenden
identificarse con el bien, que aseguran que son la victoria. Se ha de estar con
ellos o contra ellos. Nos lo anuncia Jesús: "Muchos vendrán usando mi
nombre diciendo 'Yo soy' o bien 'el momento está cerca'; no vayáis tras
ellos".
Quizá en nuestro tiempo
-que no es ciertamente un tiempo de tranquilidad sino más bien de luchas y
conflictos en toda la sociedad y también en la Iglesia- estas palabras de Jesús
tienen una actualidad propia. No falta quien se alarma, quien se pregunta si no
estaremos en un tiempo final de calamidades, hay quien piensa que se ha perdido
todo y que vamos de mal en peor. Un poco sucede como si también nuestras
seguridades, nuestras instituciones (como lo era para el pueblo judío su
Templo), se resquebrajen sin que sepamos qué sentido tiene todo ello.
Pero Jesús anunció estos
conflictos y estas luchas, no anunció paz y tranquilidad. Su paz está en el
corazón del hombre, pero para esta paz es necesario luchar. Con tenacidad y
esperanza, porque Dios está en esta lucha.
¿Qué hacer, por tanto, en
este tiempo difícil? Lo más sensato será seguir el consejo de S. Pablo:
Trabajar. Pablo habla de su trabajo concreto, para ganarse la vida. Pero esta
exhortación suya la podríamos ampliar a todos los campos de nuestra vida.
Trabajar sin desanimarse,
con esperanza, para construir una sociedad mejor, más justa, más fraternal.
Así el camino nos llevará
a la victoria de Dios. A aquella victoria que él desea para nosotros y que
anuncia, pide y significa nuestra Eucaristía.
J.
GOMIS
MISA DOMINICAL 1980/03
MISA DOMINICAL 1980/03