sábado, 30 de junio de 2012

La salvación que ofrece Jesús no es excluyente, sino universal

¡Amor y paz!

Continuando con San Mateo, ayer debimos haber leído sobre la curación de un leproso, cuando Jesús bajaba del monte del sermón, pero por la celebración de la fiesta de San Pedro y San Pablo, leímos otro aparte del Evangelio. Hoy el evangelista nos relata dos milagros más: en favor del criado de un centurión y de la suegra de Pedro.

El militar es pagano, romano, o sea, de la potencia ocupante. Sin embargo, la gracia no depende de si uno es judío o romano o de cualquier otra procedencia, sino de su actitud de fe. Y el centurión pagano da muestras de una gran fe y humildad, al punto de que Jesús alaba su actitud y lo pone como ejemplo.

La salvación que Jesús anuncia es universal, no sólo para el pueblo de Israel. Ayer curaba a un leproso, a un rechazado por la sociedad. Hoy atiende a un extranjero.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este sábado de la 12ª. Semana del tiempo ordinario.

Dios los bendiga…      

Evangelio según San Mateo 8,5-17. 
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole": "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo". Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes". Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades. 
Comentario

Estos versículos nos relatan dos milagros de Jesús, la curación del criado del centurión y la curación de la suegra de Pedro. Dos milagros realizados a personas excluidas por la ley, menospreciadas por el rol que desempeñan en la sociedad. El verdadero milagro en estos acontecimientos es la liberación de los seres humanos al sentir la presencia de Dios cercana a ellos.

El centurión que pide a Jesús que sane a su siervo, consciente de ser pecador y excluido por la ley judía, se declara indigno. Pero es un hombre lleno de fe, cree en la misericordia y el poder de Jesús, y por eso se atreve a dirigirse a él.
El otro milagro es realizado en una mujer enferma y mayor. El texto no recrea mucho el acontecimiento, pero cuenta cómo Jesús se acerca a ella y la cura; al sentirse sana, la mujer se incorpora al grupo. Ese mismo día curó a varios enfermos.

Lo milagroso de los milagros es la liberación profunda de la humanidad. A través de ellos se realiza también una verdadera sanación más allá de la enfermedad física: Jesús demuestra con ellos que para Dios no hay marginados. El centurión, la mujer y los otros enfermos que le traían recibían a Jesús como una revelación que los curaba, les devolvía la vida activa, los ponía en pie, los incorporaba a la comunidad, los humanizaba. Al sanar Jesús a la mujer, relegada por el mero hecho de ser mujer, la incorpora al grupo, la hace compañera de apostolado, activa su espíritu para ponerla al servicio de la iglesia...

La fe abre las puertas que conducen a la cercanía de Dios y de su Hijo. Sin la fe es posible el milagro de descubrir a Dios en el interior de los seres humanos. Jesús con sus milagros sana a la humanidad desde dentro, quita las barreras que pone la exclusión y la marginación, acerca al ser humano a Dios. El milagro de los milagros es la mirada amorosa de Dios a la humanidad, que busca su liberación.

Servicio Bíblico Latinoamericano