¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este viernes 22 del tiempo ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (1Cor 4,1-5):
Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora, en un administrador, lo que se busca es que sea fiel. Para mí, lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor. Así, pues, no juzguéis antes de tiempo: dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios.
Salmo responsorial: 36
R/. El Señor es quien salva a los justos.
Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y
practica la lealtad; sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu
corazón.
Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará: hará tu justicia
como el amanecer, tu derecho como el mediodía.
Apártate del mal y haz el bien, y siempre tendrás una casa; porque el Señor ama
la justicia y no abandona a sus fieles.
El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro; el Señor
los protege y los libra, los libra de los malvados y los salva porque se acogen
a él.
Versículo antes del Evangelio (Jn 8,12):
Aleluya. Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 5,33-39):
En aquel tiempo, los fariseos y los maestros de la Ley
dijeron a Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan
oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben». Jesús
les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el
novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio;
entonces ayunarán en aquellos días».
Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para echar un
remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría
el remiendo del nuevo. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de
otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los
pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos
nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice:
‘El añejo es el bueno’».
Comentario
Hoy, en nuestra reflexión sobre el Evangelio, vemos la
trampa que hacen los fariseos y los maestros de la Ley, cuando tergiversan una
cuestión importante: sencillamente, ellos contraponen el ayunar y rezar de los
discípulos de Juan y de los fariseos al comer y beber de los discípulos de
Jesús.
Jesucristo nos dice que en la vida hay un tiempo para ayunar y rezar, y que hay
un tiempo de comer y beber. Eso es: la misma persona que reza y ayuna es la que
come y bebe. Lo vemos en la vida cotidiana: contemplamos la alegría sencilla de
una familia, quizá de nuestra propia familia. Y vemos que, en otro momento, la
tribulación visita aquella familia. Los sujetos son los mismos, pero cada cosa
a su tiempo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el
novio está con ellos? Días vendrán...» (Lc 5,34).
Todo tiene su momento; bajo el cielo hay un tiempo para cada cosa: «Un tiempo
de rasgar y un tiempo de coser» (Qo 3,7). Estas palabras dichas por un sabio
del Antiguo Testamento, no precisamente de los más optimistas, casi coinciden
con la sencilla parábola del vestido remendado. Y seguramente coinciden de
alguna manera con nuestra propia experiencia. La equivocación es que en el
tiempo de coser, rasguemos; y que durante el tiempo de rasgar, cosamos. Es
entonces cuando nada sale bien.
Nosotros sabemos que como Jesucristo, por la pasión y muerte, llegaremos a la
gloria de la Resurrección, y todo otro camino no es el camino de Dios.
Precisamente, Simón Pedro es amonestado cuando quiere alejar al Señor del único
camino: «¡Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!» (Mt
16,23). Si podemos gozar de unos momentos de paz y de alegría, aprovechémoslos.
Seguramente ya nos vendrán momentos de duro ayuno. La única diferencia es que,
afortunadamente, siempre tendremos al novio con nosotros. Y es esto lo que no
sabían los fariseos y, quizá por eso, en el Evangelio casi siempre se nos
presentan como personas malhumoradas. Admirando la suave ironía del Señor que
se trasluce en el Evangelio de hoy, sobre todo, procuremos no ser personas
malhumoradas.
Rev. D. Frederic RÀFOLS i Vidal (Barcelona, España)
Evangeli.net