¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este domingo en que celebramos la solemnidad del Santísimo
Cuerpo y Sangre de Cristo.
Dios nos bendice...
Evangelio según San Lucas
9, 11b-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: "Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado. “Él les contestó: "Dadles vosotros de comer. “Ellos replicaron: "No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío. “Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: "Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta. “Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Comentario
1. La Iglesia Vive de la Eucaristía
1.1 El Jueves Santo del año 2003 el Papa nos regaló
un precioso texto sobre la Eucaristía, como alimento del Pueblo de Dios. De los
números 5 a 16 entresacamos algunas preciosas meditaciones de Juan Pablo II. La
numeración aquí dada es nuestra.
1.2 Si con el don del Espíritu Santo en Pentecostés
la Iglesia nace y se encamina por las vías del mundo, un momento decisivo de su
formación es ciertamente la institución de la Eucaristía en el Cenáculo. Su
fundamento y su hontanar es todo el Triduo Pascual, pero éste está como
incluido, anticipado, y "concentrado" para siempre en el don
eucarístico. En este don, Jesucristo entregaba a la Iglesia la actualización
perenne del misterio pascual. Con él instituyó una misteriosa
"contemporaneidad" entre aquel Triduo y el transcurrir de todos los
siglos.
1.3 La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él
se alimenta y por Él es iluminada. La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo
tiempo, "misterio de luz". Cada vez que la Iglesia la celebra, los
fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de
Emaús: "Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron" (Lc 24,
31).
1.4 La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en
la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que
la Iglesia puede tener en su caminar por la historia. Así se explica la
esmerada atención que ha prestado siempre al Misterio eucarístico, una atención
que se manifiesta autorizadamente en la acción de los Concilios y de los Sumos
Pontífices. ¿Cómo no admirar la exposición doctrinal de los Decretos sobre la
Santísima Eucaristía y sobre el Sacrosanto Sacrificio de la Misa promulgados
por el Concilio de Trento? Aquellas páginas han guiado en los siglos sucesivos
tanto la teología como la catequesis, y aún hoy son punto de referencia
dogmática para la continua renovación y crecimiento del Pueblo de Dios en la fe
y en el amor a la Eucaristía.
2. Misterio de la Fe
2.1 La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo,
su Señor, no sólo como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino
como el don por excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su
santa humanidad y, además, de su obra de salvación. Ésta no queda relegada al
pasado, pues "todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los
hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los
tiempos...".
2.2 Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía,
memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente
este acontecimiento central de salvación y "se realiza la obra de nuestra
redención". Este sacrificio es tan decisivo para la salvación del género
humano, que Jesucristo lo ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de
habernos dejado el medio para participar de él, como si hubiéramos estado
presentes. Así, todo fiel puede tomar parte en él, obteniendo frutos
inagotablemente. Ésta es la fe de la que han vivido a lo largo de los siglos
las generaciones cristianas. Ésta es la fe que el Magisterio de la Iglesia ha
reiterado continuamente con gozosa gratitud por tan inestimable don. Deseo, una
vez más, llamar la atención sobre esta verdad, poniéndome con vosotros, mis
queridos hermanos y hermanas, en adoración delante de este Misterio: Misterio
grande, Misterio de misericordia. ¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros?
Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega "hasta el
extremo" (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida.
2.3 La eficacia salvífica del sacrificio se realiza
plenamente cuando se comulga recibiendo el cuerpo y la sangre del Señor. De por
sí, el sacrificio eucarístico se orienta a la íntima unión de nosotros, los
fieles, con Cristo mediante la comunión: le recibimos a Él mismo, que se ha
ofrecido por nosotros; su cuerpo, que Él ha entregado por nosotros en la Cruz;
su sangre, "derramada por muchos para perdón de los pecados" (Mt 26,
28). Recordemos sus palabras: "Lo mismo que el Padre, que vive, me ha
enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí" (Jn
6, 57). Jesús mismo nos asegura que esta unión, que Él pone en relación con la
vida trinitaria, se realiza efectivamente. La Eucaristía es verdadero banquete,
en el cual Cristo se ofrece como alimento. Cuando Jesús anuncia por primera vez
esta comida, los oyentes se quedan asombrados y confusos, obligando al Maestro
a recalcar la verdad objetiva de sus palabras: "En verdad, en verdad os
digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no
tendréis vida en vosotros" (Jn 6, 53). No se trata de un alimento
metafórico: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera
bebida" (Jn 6, 55).
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