miércoles, 2 de noviembre de 2011

Hagamos un acto de fe en la Vida eterna


¡Amor y paz!

Hoy es la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, una oportunidad para recordar a nuestros seres queridos fallecidos y para reflexionar acerca de la Vida eterna. Antes de leer el Evangelio, es bueno leer una reflexión de San Agustín de Hipona acerca del tema.
"¿Creemos que nosotros gozaremos de la eterna  bienaventuranza? Somos mortales, pero quien nos lo ha  prometido es omnipotente, es Dios. Y, ¿no puede hacer un  ángel del hombre el que hizo al hombre de la nada? ¿O es  que Dios tiene al hombre por nada, habiendo muerto por él su  Hijo único? Cobre alientos la flaqueza humana, no desespere,  no se abata, no diga: "¡Es imposible!". Dios lo ha prometido.  Apareció entre los hombres, vino a tomar nuestra muerte y a  prometernos su vida..., pues dijo: "Padre, quiero que donde  estoy yo estén también ellos conmigo". ¡Qué inmenso amor!  Vino donde estamos nosotros, para que estemos con Él,  donde Él está. Hombre mortal, Dios te ha prometido que  vivirás eternamente. ¿No lo crees? Créelo, créelo, pues es  más lo que ha hecho que lo que te ha prometido. ¿Qué hizo?  Morir por ti. ¿Qué prometió? Que vivirás con Él. Es más  increíble que el Eterno muera que el mortal viva eternamente.  

Pues bien, lo más increíble ya ha sucedido, Dios murió por el  hombre; entonces, ¿no ha de vivir el hombre con Dios, no  vivirá eternamente el hombre mortal por quien murió el que  vive para siempre? El Verbo se hizo carne para ser cabeza de  la Iglesia. Algo nuestro ya está arriba, en el cielo: la carne que  aquí tomó el Verbo, la carne en la que murió, en la que fue  crucificado. 

Tus primicias te han precedido, ¿y todavía dudas de que tú  has de seguirlas? (San Agustín- Enarraciones sobre los salmos, 148, 8).
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 25,31-46.
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'. Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'. Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
Comentario

Este día es para nosotros un buen momento para  recordar un serio compromiso, tanto individual como comunitario: anunciar esta Buena Noticia de vida eterna en forma creíble. Se nos han hecho muchas acusaciones de evasionistas, ilusos, engañabobos, adormecedores de las clases sociales más bajas... Y no siempre han sido acusaciones completamente infundadas. El Concilio Vaticano II ya dijo algo sobre esto. Tenemos que mostrar y demostrar, con la vida, que la fe en la resurrección no es un opio para apagar angustias ni un sueño para compensar frustraciones, sino una convicción que nos mueve a trabajar sin miedo y con todas nuestras energías, en la lucha contra toda forma de mal en el mundo. Porque estamos convencidos de que ni la muerte puede con nosotros, luchamos sin miedo a nada ni a nadie para transformar nuestra sociedad. Es un día, el de hoy, para pensar no sólo en la otra vida, sino para pensar en ésta. (...).

Y es un día también para recordar que nuestra fe, en última instancia, roza el Misterio de Dios y, por tanto, exige confianza. Que podemos y debemos reflexionar sobre nuestra fe, ver que es razonable, que tiene su coherencia, que podemos explicarnos muchas cosas; pero al final siempre toparemos con el Misterio, y ante el Misterio sólo nos cabe la actitud que Jesús nos enseñó: confiar en Dios, porque Dios es Padre, y por tanto nada nos puede hacer temer; estamos en buenas manos y nada definitivamente malo puede sucedernos en nuestra persona. Así, cuando bordeamos esas cuestiones "difíciles" (la muerte, el dolor...) hemos de reconocer que no tenemos  respuestas claras y rotundas (la de cosas que hay que oír en quienes pretenden lo contrario, para no responder a nada y, con frecuencia, crear más confusión: "Dios lo necesitaba en el cielo", "Hay que resignarse", "Dios se lleva siempre a los mejores", "¿Qué habré hecho yo para que Dios me castigue así?"...); pero tenemos la promesa de JC de que todo eso tiene respuesta, y un día nos será dada. (...).
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Deberíamos dejar de encerrar a nuestros seres queridos difuntos en una añoranza del pasado para tener presente que nos hemos de reunir con ellos en el futuro. 

Tanto mirar al pasado revela una buena dosis -aunque sea inconsciente- de recelo, de desconfianza, de sensación de haberlos perdido para siempre, cosa que nosotros no podemos, en absoluto, admitir, por lo ya dicho antes de que nos encontraremos con ellos en el futuro y porque debemos recordar nuestra fe en la comunión de los santos, en que seguimos estando unidos a ellos porque ellos siguen vivos, aunque no sepamos explicar muy bien cómo es esa vida de la que ellos gozan ya. 

No olvidar nunca que Dios es un Dios de vida y de vivos, no un Dios de muerte. El de hoy es, finalmente, un día para la esperanza. Si la muerte ha sido vencida, ¿qué nos puede hacer temblar? Nada. Si vencer la muerte es posible -ha sido realidad ya en Jesucristo-, todo el mundo nos ha abierto sus puertas, ningún horizonte está cerrado; para quien sepa encontrarle a la vida su más profundo sentido, todo será posible; para quien sepa ponerse confiadamente en manos de Dios ("Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"), habrá desaparecido toda esclavitud, toda opresión, toda muerte.

Y todo esto llevará al hombre de fe a vivir en verdadera y continua esperanza; una esperanza tan lejos de una utopía irrealizable como de un sueño para compensar amarguras. Una esperanza que lo llevará a trabajar con toda confianza por ese mundo nuevo, distinto, en paz, en armonía y fraternidad que todos queremos, pero que pocos ponen los medios eficaces para alumbrarlo entre nosotros.

LUIS GRACIETA
DABAR 1986, 54