¡Amor y paz!
El capítulo 18 de san
Mateo, que leemos desde hoy al jueves, nos propone el cuarto de los cinco
discursos en que el evangelista organiza las enseñanzas de Jesús. Esta vez,
sobre la vida de la comunidad. Por eso se le llama «discurso eclesial» o
«comunitario».
La primera perspectiva se
refiere a quién es el más importante en esta comunidad. Es una pregunta típica
de aquellos discípulos, todavía poco maduros y que no han penetrado en las
intenciones de Jesús. La respuesta, seguramente, los dejó perplejos.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XIX Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 18,1-5.10.12-14.
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?". Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial. ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.
Comentario
El más importante en el
Reino de los Cielos no va a ser ni el que más sabe ni el más dotado de
cualidades humanas: «llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: os digo que, si
no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino». ¿Un niño el más
importante?
La parábola de las cien
ovejas y de la que se descarría parece que hay que interpretarla aquí en la
misma línea que lo del niño: cada oveja, por pequeña y pecadora que parezca,
comparada con todo el rebaño, es preciosa a los ojos de Dios: él no quiere que
se pierda ni una.
Nos convenía la lección,
si somos de los que andan buscando los primeros lugares y creen que los valores
que más califican a un seguidor de Jesús son la ciencia o las dotes de
liderazgo o el prestigio humano.
Hacerse como niños. Los
niños tienen también sus defectos. A veces, son egoístas y caprichosos. Pero lo
que parece que vio Jesús en un niño, para ponerlo como modelo, es su pequeñez,
su indefensión, su actitud de apertura, porque necesita de los demás. Y, en los
tiempos de Cristo, también su condición de marginado en la sociedad.
Hacerse como niños es
cambiar de actitud, convertirse, ser sencillos de corazón, abiertos, no
demasiado calculadores, ni llenos de sí mismos, sino convencidos de que no
podemos nada por nuestras solas fuerzas y necesitamos de Dios. Por insignificantes
que nos veamos a nosotros mismos, somos alguien ante los ojos de Dios. Por
insignificantes que veamos a alguna persona de las que nos rodean, tiene toda
la dignidad de hijo de Dios y debe revestir importancia a nuestros ojos:
«Vuestro Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños».
Jesús vino como el Siervo,
no como el Triunfador. No vino a ser servido, sino a servir. Nos enseñó a no
buscar los primeros lugares en las comidas, sino a ser sencillos de corazón y
humildes. Los orgullosos, los autosuficientes como el fariseo que subió al
Templo, ni necesitan ni desean la salvación: por eso no la consiguen.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 254-258
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 254-258