sábado, 8 de octubre de 2011

¡Dichosa eres, santísima Virgen María!

¡Amor y paz!

Una mujer, de modo espontáneo, alaba a la Madre de Jesús. El honor y la gloria de una madre descansan en la grandeza de su hijo, el de María tiene también su raíz en Jesús.

Jesús, una vez más, produce la sensación de una misteriosa lejanía. No rechaza el grito de la mujer, lo eleva. No es la carne ni la sangre lo que marca la proximidad a su persona. La comunión con la persona de Jesús viene del "sí" dado a la Palabra de Dios. Los que escuchan y practican la Palabra de Dios participan de la bienaventuranza de María que supo responder a la invitación divina: He aquí la esclava del Señor. (Comentarios Bíblicos -6 VI/Pág. 218).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado de la XXVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 11,27-28. 
Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: "¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!".  Jesús le respondió: "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican". 
Comentario

Desde el punto de vista histórico se puede suponer que la raíz original de nuestro texto se encuentra en la oposición que Marcos establece entre la familia de Jesús y aquéllos que cumplen sus mandatos (cf. Mc 3. 20-21/31-35). Lucas, que ha matizado y moderado esa oposición en 8. 19-21, quiere formular ahora el verdadero contenido de la bienaventuranza de María.

Nuestro texto replantea el tema desde un punto de vista verdaderamente "mariano". No importa la familia sino la madre de Jesús. Sobre ella puede hablarse de estas dos maneras:

a) La mujer del pueblo alaba sobre un plano de simple biología (11.27): María viene a convertirse en un vientre fecundo y unos pechos generosos. Esa palabra se mantiene sobre el campo del antiguo testamento, donde la mujer es ante todo la que engendra hijos al marido. b) La respuesta de Jesús supone que la verdadera bienaventuranza del hombre y la mujer se realiza en una altura personal, allí donde se escucha la palabra de Dios y se vive en su misterio de gracia y de exigencia (11.28). Si Jesús no lo hubiera aclarado, se habría puesto en contradicción con el espíritu de su mensaje del sermón de la llanura (cf. 6. 20-22). Pues bien, en este plano se realiza la bienaventuranza de María.

MUJER/DIGNIDAD: Antes de fijarnos en la figura concreta de la madre de Jesús queremos indicar que estas palabras sitúan la dignidad de la mujer por encima de todas las limitaciones y esclavitudes de las antiguas o modernas culturas de la tierra. La mujer no se reduce a biología. Su signo es más que un vientre y unos pechos (oriente antiguo), más que un sexo (occidente moderno). La mujer es, ante todo, una persona y, por lo tanto, su bienaventuranza es semejante a la del hombre: vivir el don de gracia de Dios y traducirlo en una forma de conducta.

A través del evangelio Lucas ha mostrado que María, la madre de Jesús, es un modelo de fe para los hombres. Ella, como mujer y como símbolo de todos los humanos, ha recibido el gran regalo de la presencia transformante de Dios sobre la tierra (1.28). Esa presencia se concreta como "Espíritu creador" y se traduce en el nacimiento del Mesías (1. 31-33/35). A través de la palabra de María que se ofrece y colabora (1.38), se realiza el misterio primordial de nuestra historia: Dios hecho humano.

Externamente todo ha seguido igual. Pero en ese campo inmensamente delicado, inmensamente abierto de la fe de una muchacha que acepta la palabra de Dios, ha comenzado a realizarse la nueva vida de los hombres. La plenitud de Dios se ha expresado en una escena de confianza en que se muestra el don de Dios y la respuesta creyente de María. Ella ha comenzado a ser el signo de una nueva forma de existencia. Como decían los antiguos: ha concebido con la fe antes de hacerlo con el vientre. Su bienaventuranza no se limita al seno y a los pechos, sino que abarca toda su persona.

María ha creído (1. 38) y por eso recibe la auténtica alabanza. Es bienaventurada por su fe (1.39-45) y su vida se convierte en fundamento de júbilo y bendición para todos aquéllos que han creído como ella. Jesús la desconcierta (2. 33-35). Pero Lucas sabe que María se ha mantenido en la fidelidad hasta el final: en lo más hondo de su vida ha confiado en la palabra de Jesús y ha venido a ser principio y fundamento de la iglesia. En todos estos rasgos, la madre de Jesús es modelo de mujer abierta ante el misterio de la vida y modelo de creyente que responde de manera confiada y generosa a la palabra que Dios le ha dirigido.

Comentarios a la Biblia litúrgica NT
Edic. Marova/Madrid 1976.Pág. 1329 ss.