sábado, 14 de noviembre de 2009

JESÚS NOS PIDE ORAR CON FE, SIN DESFALLECER

¡Amor y paz!

En el Evangelio se nos hablaba ayer acerca del fin y las imágenes señalaban fuego, agua y hasta buitres que se precipitan sobre su presa. Eso nos puede generar angustia. Entonces, hoy Jesús nos convoca a orar con confianza y persistencia.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, hoy sábado de la 32a. semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 18,1-8.

Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: "En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'". Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".

COMENTARIO

Jesús se vale de una situación bien conocida para ilustrar la verdadera actitud en la oración. El relato nos narra la historia, bastante conocida en la época, de la viuda indefensa que acude al juez con tanta insistencia que logra un fallo favorable. La tenacidad y la constancia de la mujer estuvieron por encima de la mala conciencia del juez.

Las viudas, en su condición de mujeres desprovistas de la protección del marido, eran generalmente objeto de explotación y marginación. Junto con los huérfanos, los extranjeros y los enfermos pertenecían a los grupos excluidos de la sociedad. Su única alternativa era conseguir un defensor de sus derechos. Este defensor era llamado «Goel» y representaba el camino hacia una vida digna.

Jesús toma este ejemplo y lo aplica a la oración. En la oración nos sentimos como la viuda: carentes de toda protección y a merced de la voluntad de Dios. Sin embargo, Dios no es un juez sordo o injusto. Dios se nos muestra como un Padre misericordioso, resuelto a escuchar a su hijos cuando éstos realmente están convencidos de su causa. Esta situación nos remite inmediatamente a la situación del suplicante, de la persona que eleva su clamor a Dios. Si esta persona carece de convicción, de la fe necesaria, de poco le sirve la oración. Pues, la oración es un agradecimiento por los bienes recibidos. Y si la persona, no considera anticipadamente que lo que pide ya lo ha recibido, se dirige a un Juez sordo, que no atiende su clamor.

Fe y constancia, confianza y tenacidad, son las dos llaves que nos abren la posibilidad de un diálogo sincero con Dios y con los hermanos. Si en nuestra acción procedemos estratégicamente, o simplemente nos dirigirnos a Dios para calmar nuestros caprichos y necedades, seguramente perderemos el tiempo y la paciencia. Dios escucha el clamor de los marginados, de los oprimidos, de los justos. Si nosotros clamamos en estas condiciones hemos de tener la certeza de ser escuchados.

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