¡Amor y paz!
Nos hemos acostumbrado,
sobre todo en Semana Santa, a ver a María como la virgen dolorosa. Sin embargo,
el verdadero recuerdo que la tradición cristiana nos ha conservado de ella, es
el de una madre valerosa, que se mantuvo firme de pie junto a la cruz, es
decir, que no se dejó derrumbar por el dolor. Ella es prototipo de la actitud
del valor en medio del sufrimiento. Pero no se trata de cualquier valor, se
trata del valor que está sustentado por la esperanza
(Servicio Bíblico
Latinoamericano).
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado en que la Iglesia
celebra la Memoria de Nuestra Señora de los Dolores.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 19,25-27.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Comentario
1. Fue en el momento de la
cruz. Se cumplieron las palabras proféticas de Simeón, como atestigua el
Vaticano II: “María al pie de la cruz sufre cruelmente con su Hijo único, asociada
con corazón maternal a su sacrificio, dando a la inmolación de la víctima,
nacida de su propia carne, el consentimiento de su amor”. Por eso, la Iglesia,
después de haber celebrado ayer la fiesta de la exaltación de la Cruz, recuerda
hoy a la Virgen de los Dolores, la Madre Dolorosa, también
exaltada, por lo mismo que humillada con su Hijo.
2. Cuanto más íntimamente
se participa en la pasión y muerte de Cristo, más plenamente se tiene parte
también en su exaltación y glorificación. Vio a su Hijo sufrir y ¡cuánto!
Escuchó una a una sus palabras, le miró compasiva y comprensiva, lloró con Él
lágrimas ardientes y amargas de dolor supremo, estuvo atenta a los estertores
de su agonía, retumbó en sus oídos y se estrelló en su corazón el desgarrado
grito de su Hijo a Dios: “¿por qué me has abandonado?”, oyó
los insultos, comprobó la alegría de sus enemigos rebosando en el rostro
iracundo de los sacerdotes y del sumo Anás y de Caifás , mientras balanceaban
sus tiaras, y de los sanedritas, que se regodeaban en su aparente victoria,
contempló cómo iba perdiendo el color Jesús, su querido hijo...Humanamente no
se podía soportar tanta angustia. El Padre amoroso la tuvo que sostener en pie.
3. Mientras su Hijo extenuado expiraba, su corazón
inmaculado y amantísimo sangraba a chorros, sus manos impotentes para
acariciarle, para aliviarle, se estremecían de dolor y de pena horrorosa y su
alma dulcísima estaba más amarga que la de ninguna madre en el transcurrir de
los siglos ha estado y estará. ¡Cuánto dolor, pobre Madre! ¡Qué parto de la
iglesia tan doloroso y tan diferente de aquélla noche de Belén! Al fin, inclinó
la cabeza y el Hijo expiró. Y nacimos nosotros. “Mujer, ahí tienes a tu
hijo”. Por eso el Padre te exaltó a la derecha de tu Hijo asumpta en cuerpo
y alma. Cuanto mayor fue tu dolor, más grande es tu victoria.
4. La Madre Teresa de Calcuta ha visto en los
hombres a sus hijos, los de la Madre y los de ella. Con cuánta razón es llamada
¡Madre! El 19 de octubre será proclamada Beata. En un excelente programa
de la 2 de TVE, cuyo nombre no recuerdo, Joaquín Soler Serrano
entrevistaba a la Madre Teresa de Calcuta. La figura del presentador,
arrogante, elocuente, simpático, dominador, con muchas tablas. La de la Madre
Teresa pequeña, muy pequeña, nada bella físicamente, surcada de arrugas su frente,
su rostro, sus manos, un manojo de sarmientos. Desmañada, encorvada, doblada.
El periodista comenzó la entrevista con gran empaque. La monjita respondía
desgranando unas palabras como musitadas, desproporcionadas a las del Goliat
que le preguntaba con sus potentes armas descriptivas, chispeantes, atractivas.
Pero, poco a poco, la figura de la monjita fue creciendo, y ¡oh milagro!, la
del Goliat periodista, menguando, disminuyendo, empequeñeciendo, no diré
acomplejado, pero rendido, asombrado, reverente, vencido, Goliat ante un David
crecido. Emocionado yo también, admiré el poder del espíritu superando a la
técnica con tal evidencia, que no pude menos de exaltar y glorificar el fulgor
de Dios sobre la opacidad de las obras humanas. Vi el brillar de una Santa que,
vamos a ver y a venerar dentro de unas semanas, en los altares.
5. Otro día fue en Roma. El aula Pablo VI luce
rebosante. 6000 sacerdotes reunidos de todas las naciones, esperan. Presentaron
en el estrado a la Madre Teresa de Calcuta, que iba a hablar a aquella enorme y
culta asamblea. Después de los aplausos de la presentación se hizo un gran
silencio. Comenzó a hablar aquella mujer menuda y apenas si decía nada, muchos
sacerdotes aquí y allá se ponían de pie, porque casi no se la veía. Descendió
las gradas del estrado y desfiló por el pasillo saludando con inclinaciones de
cabeza, las manos cruzadas sobre el pecho y con una sonrisa maternal y
bondadosa, que iluminaba todo su rostro. Atronaron los aplausos largo rato. Me
susurró un compañero canadiense: No sabe hablar, apenas se la ve y míranos a
todos embobados y entusiasmados… Era el esplendor de Dios que se reflejaba en
ella, como la aureola irresistible de Moisés cuando descendía del Sinaí. La
Madre Teresa de Calcuta. La persona que ha cautivado al mundo.
6. Otra vez en Calcuta. Su
entierro. Su apoteosis. El mundo a sus pies. Las coronas innumerables de flores
blancas, llegadas de todas las procedencias, testimoniando el respeto, la
devoción asombrada del orbe entero, rendido ante el heroísmo de esta mujer, que
no ha querido convencer, sino demostrar. Demostrar que Jesús está en los pobres
más pobres, en los niños no nacido y en los pobres moribundos. Entonces
dijo Juan Pablo II. "Sigue viva en mi memoria su diminuta
figura, doblada por una existencia transcurrida al servicio de los más pobres
entre los pobres, pero siempre cargada de una inagotable energía interior: la
energía del amor de Cristo". Ante el atúd de la Madre Teresa ví, entre las
muchas personalidades que desfilaron ante la urna en aquella iglesia de Santo
Tomas, al primer ministro indio, Inder Kumar Gujral, que dijo estas palabras
solemnes: " En la primera mitad del siglo XX tuvimos al Mahatma Gandhi
tuvimos en la India al Mahatma Gandhi, para enseñarnos a luchar
contra la pobreza; en la segunda mitad, hemos tenido a la Madre Teresa, para
mostrar el camino para ayudar a los pobres". Al marcar los siglos el
primer ministro, a mí se me ocurre afirmar: Francisco de Asís vino en el siglo
XIII a Europa, a reconstruir la Iglesia que se desmoronaba. La Madre Teresa ha
venido a Asia, al finalizar el siglo XX, para alentar al mundo a defender la
vida, la vida de los pobres. Las mujeres sollozaban y llevaban coronas de
flores blancas. Se arrodillaban ante el féretro, cubierto con la bandera
nacional, y le decían: "Ah madre, ah madre". Y yo busco sus raíces.
El amor a los hombres, a los más pobres de los pobres, hijos de la Madre
Dolorosa. “Ahí tienes a tus hijos”. El testamento de Jesús en la Cruz. ¡Qué
bien lo supo entender! ¡Qué bien lo supo cumplir! ¡Qué ejemplo nos ha dejado
a
seguir!
JESÚS
MARTÍ BALLESTER