martes, 4 de octubre de 2011

Nos agitamos por muchas cosas, pero descuidamos lo importante

¡Amor y paz!

En su camino a Jerusalén, Jesús se hospeda en casa de Marta, que tiene una hermana: María. La dueña de casa se ocupa en los quehaceres y se queja porque María se dedica a escuchar al Señor. Sin embargo, Jesús le halla la razón a quien lo escucha.

El mensaje es claro para nosotros: nos inquietamos y nos agitamos por muchas cosas, pero descuidamos la lectura y meditación de la Palabra de Dios, la que en verdad la da sentido a todo lo que hacemos.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Martes de la XXVII Semana del Tiempo Ordinario. Hoy también celebramos la fiesta de San Francisco de Asís. Le pedimos a él que interceda por nosotros ante Dios Nuestro Señor.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 10,38-42.
Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude". Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".
Comentario

Nos encontramos con un cuadro familiar en el que Jesús visita en su casa a unos amigos suyos. Ellas, Marta y María lo reciben en su casa. Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio para atender al huésped, y Jesús la reprende porque anda inquieta “con tantas cosas”. Marta no encuentra la colaboración de nadie. La hermana, en efecto, se ha sentado a los pies de Jesús y está ocupada completamente en la escucha de su palabra.

El Maestro no aprueba el afán, la agitación, la dispersión, el andar en mil direcciones “del ama de casa”. ¿Cuál es, pues el error de Marta? El no entender que la llegada de Cristo significa, principalmente, la gran ocasión que no hay que perder, y por consiguiente la necesidad de sacrificar lo urgente a lo importante.

Pero el desfase en el comportamiento de Marta resulta, sobre todo, del contraste respecto a la postura asumida por la hermana. María, frente a Jesús, elige “recibirlo”; Marta, por el contrario, toma decididamente el camino del dar, del actuar. María se coloca en el plano del ser y da la primacía a la escucha.

Marta se precipita a “hacer” y este “hacer” no parte de una escucha atenta de la Palabra de Dios, y que consiguientemente se pone en peligro de convertirse en un estéril girar en el vacío. Marta se limita, a pesar de todas sus buenas intenciones, a acoger a Jesús en casa. María lo acoge “dentro”, se hace recipiente suyo. Le ofrece hospitalidad en aquel espacio interior, secreto, que ha sido dispuesto por Él, y que está reservado para Él. Marta ofrece a Jesús cosas, María se ofrece a sí misma.

Según el juicio de Jesús, María ha elegido inmediatamente, “la mejor parte” (que, a pesar de las apariencias, no es la más cómoda: resulta mucho más fácil moverse que “entender la Palabra”.

Desgraciadamente, Marta -que no quiere que falte nada al huésped importante, que pretende llegar a todo- deja pasar clamorosamente “la única cosa necesaria”. Marta reclama a Jesús, no sabe lo que Él quiere. El problema es precisamente este: descubrir poco a poco qué es lo que quiere Jesús de mí. Por eso es necesario detenerse, dejar el ir y venir y sacar tiempo para escuchar la Palabra de Jesús y comprender cuál es realmente la voluntad de Dios sobre nuestra vida.

Servicio Bíblico Latinoamericano