¡Amor y paz!
Ayer reflexionábamos acerca de dos distintivos indispensables del cristiano: el amor entre los hermanos y la confianza en la vida eterna. Hoy, Jesús reconoce que somos débiles y que podemos fallar, y por eso nos indica cómo actuar.
De una parte, el Señor nos previene acerca del escándalo, nos anima a perdonar a quien ha caído y nos llama a incrementar nuestra fe. Sólo mediante una fe firme podemos evitar escandalizar a nuestros hermanos más pequeños y, cuando llegare el momento, a perdonar a aquel que nos ofenda.
Los invito, hermanos, a leer y, meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XXXII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 17,1-6.
Después dijo a sus discípulos: "Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: 'Me arrepiento', perdónalo". Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". Él respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería.
Comentario
Seguimos camino a Jerusalén y Jesús sigue instruyendo a sus discípulos. 17, 1-10 es una instrucción a los discípulos, pero también se dirige a la Iglesia en tiempos de Lucas, posiblemente una Iglesia judeo-cristiana. El texto toca tres temas muy importantes para los discípulos y para la Iglesia posterior: el escándalo de los pequeños (niños, pobres, excluidos), el perdón al hermano que se arrepiente y la fe de los dirigentes de la comunidad (los apóstoles).
Los tres problemas son tan importantes, que en el tratamiento de los tres hay algo de extraordinario y casi exagerado. Al que escandaliza a un pequeño, se le debe poner una piedra de molino y tirarlo al mar. Al que peca contra el hermano 7 veces al día y 7 veces se arrepiente, hay que perdonarlo 7 veces. La fe como un grano de mostaza que ordena al sicómoro (la higuera) arrancarse y plantarse en el mar.
Los tres problemas amenazan la vida misma de la comunidad. ¡Qué sería una Iglesia en la que se escandaliza a los niños y a los pobres, en la que no se perdona al hermano que peca con gran frecuencia y en la que falla la fe de los dirigentes (apóstoles)!... Son problemas tan graves, que la normativa de Jesús es radical.
Escandalizar es hacer caer, es poner una trampa, es corromper a un hermano. Y lo más grave es cuando ese hermano es un 'pequeño'. Esta palabra tiene varias connotaciones: el sin poder, el pobre, el niño, el que tiene un defecto físico. No hay pecado más grande que escandalizar a estos hermanos de la comunidad. No hay perdón. Hay que echarlos al mar con una piedra al cuello. En la simbología bíblica el mar es el abismo, donde habitan los monstruos marinos. Ese es el destino de los que escandalizan a los pequeños.
El otro problema grave en la comunidad o en la Iglesia es la ausencia de perdón. En el texto se trata del pecado 'contra ti', es decir, del pecado del hermano contra el hermano. Es cierto que es exagerado que un hermano peque 7 veces al día contra otro hermano. El perdón no debe tener límites. Hoy somos muy intolerantes con el hermano reincidente. Queremos ser una iglesia de 'santos', donde no hay pecado ni necesidad de perdón.
La oración propia y más importante para los apóstoles y hoy para todo agente de pastoral debería ser: 'auméntanos la fe'. El más necesitado de fe es el dirigente eclesial.
Servicio Bíblico Latinoamericano