martes, 6 de marzo de 2012

"Cuando yo sufra, dame alguien que necesite consuelo"

¡Amor y paz!

Jesús condena hoy nuevamente la hipocresía de quienes predican y no aplican y afirma: "Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".

Muchos seres humanos han sabido interpretar las palabras de Jesús. Uno de ellos fue la beata Teresa de Calcuta, quien oraba así:

“Señor, cuando tenga hambre,
dame alguien que necesite comida;

Cuando tenga sed,
dame alguien que precise agua;

Cuando sienta frío,
dame alguien que necesite calor.

Cuando sufra,
dame alguien que necesita consuelo;

Cuando mi cruz parezca pesada,
déjame compartir la cruz del otro;

Cuando me vea pobre,
pon a mi lado algún necesitado.

Cuando no tenga tiempo, 
dame alguien que precise de mis minutos;

Cuando sufra humillación,
dame ocasión para elogiar a alguien;

Cuando esté desanimado,
dame alguien para darle nuevos ánimos.

Cuando quiera que los otros me comprendan, 
dame alguien que necesite de mi comprensión;

Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, 
dame alguien a quien pueda atender;

Cuando piense en mí mismo,
vuelve mi atención hacia otra persona.

Haznos dignos, Señor,
de servir a nuestros hermanos;

Dales, a través de nuestras manos,
no sólo el pan de cada día,

también nuestro amor misericordioso, 
imagen del tuyo”.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 2ª. Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 23,1-12.
"Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
Comentario

La hipocresía que ya denunciaba el salmo -rezar a Dios, pero no cumplir sus enseñanzas en la vida- la desenmascara todavía con mayor fuerza Jesús en el evangelio.

Su punto de mira son una vez más los fariseos, que hablan pero no cumplen, que son exigentes para con los demás y permisivos para consigo mismos, que todo lo hacen para recibir las alabanzas de la gente y andan buscando los primeros puestos. Jesús les acusa de intransigentes, de vanidosos, de contentarse con las formas exteriores, para la galería, pero sin coherencia interior.

Jesús quiere en los suyos la actitud contraria: «el primero entre vosotros será vuestro servidor». Como él mismo, que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida por los demás.

a) La llamada la oímos este año nosotros: cesad de obrar mal, aprended a obrar bien, buscad la justicia...

Con mucha confianza en el Dios que sabe y que quiere perdonar. Pero dispuestos a tomar decisiones, a hacer opciones concretas en este camino cuaresmal. No seremos tan viciosos como los de Sodoma o Gomorra. Pero sí somos débiles, flojos, y seguro que podemos acoger en nosotros con mayor coherencia la vida nueva de la Pascua. Si cambian algunas actitudes deficientes de nuestra vida, entonces sí que nos estamos preparando a la Pascua: «al que sigue el buen camino le haré ver la salvación de Dios». Algo tiene que cambiar: ¿qué defecto o mala costumbre voy a corregir? ¿Qué propósito, de los que he hecho tantas veces en mi vida, voy a cumplir este año?

Haciendo caso al salmo, está bien que recordemos que nuestra Cuaresma será un éxito, no tanto si hemos cambiado algunas cosas de la liturgia, los colores o los cantos. Ni siquiera si hemos cumplido los días prescritos de abstinencia de algunos alimentos. Sino, como la palabra de Dios insiste en proponernos todos estos días, si cambiamos nuestra conducta, nuestra relación con los demás. No puede ser buena una Eucaristía que no vaya acompañada de fraternidad, una comunión que nos une con Cristo pero no nos une más con el prójimo.

b) Apliquémonos en concreto la dura advertencia de Jesús a los fariseos, que eran unos catedráticos a la hora de explicar cosas, pero ellos no las cumplían.

La hipocresía puede ser precisamente el pecado de «los buenos». Nos resulta fácil hablar, explicar a los demás el camino del bien, y luego corremos el peligro de que nuestra conducta esté muy lejos de lo que explicamos.

¿Podría decir Jesús de nosotros -los que hablamos a los demás en la catequesis, en la comunidad parroquial o religiosa, en la escuela, en la familia-, «haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen»? ¿Qué hay de fariseo en nosotros? ¿Nos conformamos con la apariencia exterior? ¿Somos exigentes con los demás y tolerantes con nosotros mismos? ¿nos gusta decir palabras bonitas -amor, democracia, comunidad- y luego resulta que no corresponden a nuestras obras? ¿Buscamos la alabanza de los demás y los primeros puestos?

La Palabra de Dios nos va persiguiendo a lo largo de estas semanas de Cuaresma para que no nos quedemos en unos retoques superficiales, sino que profundicemos en nuestro camino de Pascua.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona  1995. Pág. 46-49