viernes, 13 de noviembre de 2009

NO SABEMOS CUÁNDO LLEGARÁ EL FIN…

¡Amor y paz!

A medida que el año litúrgico se acerca a su fin, nuestro pensamiento se orienta también hacia una reflexión sobre el ‘fin’ de todas las cosas.

En la lectura de hoy, Jesús nos propondrá que descifremos tres hechos históricos que considera símbolos de todo ‘fin’: el diluvio... la destrucción de una ciudad entera, Sodoma... la ruina de Jerusalén...

Pero andamos ocupados en muchas cosas y no nos ponemos a pensar en el fin, ni en lo que habrá después…

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 32ª. semana del tiempo ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 17,26-37.

En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos. Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre. En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará. Les aseguro que en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada". Entonces le preguntaron: "¿Dónde sucederá esto, Señor?". Jesús les respondió: "Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres".

COMENTARIO

Hay quien no se da cuenta del desastre hasta que no se le cae la casa encima. Y aún entonces todavía piensa que habría que cortar el gas y apagar la luz del cuarto de baño y recoger los platos que estaban sucios en el fregadero. Mientras tanto la casa es ya sólo un montón de ruinas. Y no hay nada que pueda salvarse. Eso que nos pasa con las cosas, también nos pasa con nuestra vida. Preocupados por minucias, nos despistamos de lo que es más importante, de lo que nos afecta en lo más hondo. Nos quedamos en la superficie y no llegamos a tocar lo que es verdaderamente más importante.

Jesús nos invita en el Evangelio de hoy a tomarnos en serio lo único que tenemos: la vida. Y en la vida este momento presente del que disponemos ahora. Unos minutos más tarde puede suceder cualquier cosa. Pero la vida es como la arena de la playa. Si la pretendemos guardar egoístamente para nosotros se nos escapa entre los dedos. Sólo hay una forma de disfrutarla y gozarla: compartiéndola con los hermanos. Compartiendo "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren" (Gaudium et Spes, 1). Porque el día del Hijo del Hombre está pronto y tendremos que dar cuenta de lo que hemos hecho con nuestra vida y con la de nuestros hermanos.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica
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