¡Amor y paz!
El evangelio de hoy nos
recuerda una serie de rasgos que deberían presentar los que quieren seguir a
Jesús:
- el que dé un vaso de
agua a los seguidores de Jesús, tendrá su premio,
- al que escandalizare a
«uno de estos pequeñuelos que creen», o sea, a los débiles, más le valdría que
le echasen al fondo del mar.
- si la mano o el pie o el
ojo nos escandalizan, sería mejor que supiéramos prescindir de ellos, porque es
más importante salvarnos y llegar a la vida, aunque sea sin una mano o un pie o
un ojo,
- varias frases sobre la
sal: la sal que salará al fuego (¿purificando a los fieles y haciéndolos
agradables para Dios?), la sal que se vuelve insípida y ya no sirve para nada,
y la sal que debemos tener en nuestras relaciones con los demás (sal como
símbolo de gracia y humor).
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este
jueves de la 7ª. Semana del
tiempo ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 9,41-50.
Y cualquiera que les dé de beber un vaso de agua porque son de Cristo, yo les aseguro que no quedará sin recompensa.» «El que haga caer a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él que le ataran al cuello una gran piedra de moler y lo echaran al mar. Si tu mano te está haciendo caer, córtatela; pues es mejor para ti entrar con una sola mano en la vida que ir con las dos a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te está haciendo caer, córtatelo; pues es mejor para ti entrar cojo en la vida que ser arrojado con los dos pies a la gehenna. Y si tu ojo prepara tu caída, sácatelo; pues es mejor para ti entrar con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos al infierno, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. Pues el mismo fuego los conservará. La sal es buena, pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se lo devolverán? Tengan sal en ustedes y vivan en paz unos con otros.»
Comentario
Ojalá en nuestra
convivencia -familiar o comunitaria- tengamos en cuenta estas cualidades que
Cristo quiere para los suyos:
- que sepamos dar un vaso
de agua fresca al que la necesita, y no sólo por motivaciones humanas, sino
viendo en el prójimo al mismo Cristo («me disteis de beber»); quien dice un
vaso de agua dice una cara amable y una mano tendida y una palabra animadora;
- que tengamos sumo
cuidado en no escandalizar -o sea, poner tropiezos en el camino, turbar, quitar
la fe, hacer caer- a los más débiles e inocentes; Pablo recomendaba en su
primera carta a los Corintios una extrema delicadeza de los «fuertes» en
relación a los «débiles» de la comunidad, para no herir su sensibilidad;
nuestras palabras inoportunas y nuestros malos ejemplos pueden debilitar la
voluntad de los demás y ser ocasión de que caigan; es muy dura esta palabra de
Jesús para los que escandalizan a los débiles;
- que sepamos renunciar a
algo que nos gusta mucho -Ia mano, el pie, el ojo- si nos damos cuenta de que
nos hace mal, que nos lleva a la perdición, o sea, nos «escandaliza»; aquí
somos nosotros los que nos escandalizamos a nosotros mismos, porque estamos
cogiendo costumbres que se convertirán en vicios y porque nos estamos dejando
esclavizar por malas tendencias; el sabio es el que corta por lo sano, sin
andar a medias tintas, antes que sea tarde; como el buen jardinero es el que
sabe podar a tiempo para purificar y dar más fuerza a la planta. El seguimiento
de Cristo exige radicalidad: como cuando Jesús le dijo al joven rico que
vendiera todo, o cuando dijo que el tesoro escondido merecía venderlo todo para
llegarlo a poseer, o cuando afirmó que el que quiere ganar la vida la perderá:
- que seamos sal en la
comunidad para crear una convivencia agradable, armoniosa, con humor. El que
crea un clima de humor, de serenidad, de gracia, quitando hierro en los
momentos de tensión, fijándose en las cosas buenas: ése es para los demás como
la sal que da gusto a la carne o la preserva de la corrupción.
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 196-200
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 196-200