viernes, 25 de abril de 2014

La fe en el Resucitado mantiene los vínculos de fraternidad

¡Amor y paz!

En el Evangelio, Juan nos presenta a Jesús como una madre cariñosa: ayuda a conseguir el sustento de sus hijos y les prepara la comida. La pesca es símbolo de la nueva comunidad. Aunque el número aumente, la fidelidad a las palabras de Jesús fortalece al grupo. La fe en el Resucitado es como una "red" que mantiene los vínculos de solidaridad y fraternidad.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la Octava de Pascua.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 21,1-14.
Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. 
Comentario

El Resucitado aparece a sus discípulos en un día cotidiano, quienes no lo identifican a pesar de que Jesús les habla. Cuando les manda a echar las redes al agua y después de atrapar cantidades de peces, sólo Simón Pedro lo reconoce; los demás, sorprendidos por tal noticia, se apresuran por ir a su encuentro.

Jesús les invitó a comer de la pesca, que había sido muy abundante. Posteriormente, los gestos y las palabras pronunciadas dan la sensación que se estuviera haciendo alusión a la eucaristía, por la forma de compartir unidos.

A los discípulos que ya no se encuentran en Jerusalén porque han huido de la represión, Jesús se les aparece como señal de que todavía su proyecto sigue vigente y es de vital importancia para los seres humanos, y de que su muerte no significó un fracaso. Al comienzo, parece que su recuerdo ha desaparecido; luego, cuando lo descubren, se sorprenden grandemente. Quien descubre a Jesús será precisamente, Juan, el Discípulo Amado. La aparición de Jesús hace que la fe de sus discípulos renazca, recuperen el tiempo perdido y comiencen a pensar cómo se van a organizar nuevamente; entendiendo que en ese momento, su vida la están dedicando únicamente a la subsistencia.

Para renacer, la comunidad cristiana ha de ser animada por Jesús y su Espíritu, que se harán manifiestos en cada acto comunitario. El renacer de la iglesia deja de ser entonces un capricho o un simple esfuerzo humano: es una obra de Dios mismo, que nos saca de la vida ordinaria en donde estamos, nos sacude, para hacernos entender y asumir nuestro papel en el plan de Dios, el proyecto que Jesús nos presentó. La iglesia es fruto del querer de Dios que contradice los intereses humanos para colocar al Resucitado en el alma de quienes lo siguen, haciéndolos sentirse hermanos de verdad.

Servicio Bíblico Latinoamericano